La Universidad latinoamericana. Ariadna Islas

El Plan Maggiolo no surgió como una iniciativa personal, aislada, como un mero ejercicio intelectual en el terreno del “deber ser”. Por el contrario, fue la expresión en Uruguay de una discusión profunda en el seno de las universidades latinoamericanas. De por sí la reflexión se planteaba en un contexto histórico determinado y su objetivo fue generar acciones que transformaran las repúblicas americanas desde el punto de vista social, cultural y político, en clave regional y en su relación con el mundo. En un espacio que cuestionaba las relaciones de dependencia, reformar los planes de estudio al punto de romper la estructura tradicional y profesionalista de las universidades supuso pensar el desarrollo desde el enfoque de la construcción de una independencia real, sobre la base de la autonomía tecnológica, científica y cultural.

En los años 60 en Uruguay, pensar la “Universidad latinoamericana” fue interrogarse sobre el papel de la Universidad de la República (Udelar) en un proceso de transformación social. Supuso repensar la educación en el país –primaria, secundaria, terciaria– en atención a varios proyectos políticos en emergencia. La presencia en Montevideo del antropólogo y educador brasileño Darcy Ribeiro, exiliado luego de que el golpe de Estado en su país truncara la experiencia pionera de la Universidad de Brasilia, posibilitó la organización de un seminario en el que la discusión sobre el proyecto afirmó la voluntad reformista de muchos universitarios uruguayos.

Las referencias históricas a la “reforma” en la Universidad de Córdoba en 1918 también alimentaron esta forma de concebirse como parte de un movimiento de amplio alcance continental. La forma de entender a las instituciones educativas como un factor para el cambio social rendía tributo a la tradición revolucionaria de la Ilustración como movimiento intelectual que acompañó transformaciones políticas y sociales en varios mundos desde el siglo XVIII.

Y pensar la universidad en los 60 fue proponer una respuesta cargada de utopía: en la esperanza de que construir una patria grande latinoamericana no sólo era una tarea posible sino casi inmediata y que, en ella, la institución tendría un lugar protagónico. El pensamiento latinoamericanista de izquierda se enfrentó a otras formas de entender la región, expresadas en informes generados por distintos organismos internacionales, en particular aquellos auspiciados por la “Alianza para el progreso”. Esos polos ideológicos marcaron los términos de una discusión sin acuerdo posible. Una generación estudiantil comprometida apuntaba hacia el horizonte de la justicia social y a cambiar radicalmente el papel de las instituciones educativas en una América Latina encendida en el camino del “triunfo de los pueblos”.

La controversia sobre la función de la universidad, entre la reproducción de las condiciones sociales –como institución conservadora– o bien su transformación como institución al servicio del cambio más o menos radical de la sociedad –entre la reforma y la revolución– quedó de este modo planteada para las décadas venideras. Durante la dictadura, esta oposición estuvo en la base de la intervención y de la resistencia. Con la restauración democrática, el impulso frenado de la voluntad reformista de los 60 volvió a circular entre los actores universitarios. Conceptos de entonces fueron invocados como inspiración de diversos proyectos de cambio.

Fuente:
La Diaria, 24 de agosto de 2017
Disponible en: https://ladiaria.com.uy/educacion/articulo/2017/8/la-universidad-latinoamericana/




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