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Reflexiones sobre el futuro de la democracia y la participación luego de la pandemia
Se llevó a cabo el seminario «Por una existencia común: nuevos desafíos a los procesos participativos y democráticos», en el marco de un ciclo de actividades virtuales organizadas por el Prorrectorado de Gestión de la Universidad de la República. El Portal de la Udelar realizó la cobertura de la actividad.

Al comienzo, Gregory Randall, en calidad de representante del orden docente del Consejo Directivo Central (CDC), enfatizó la importancia de reflexionar sobre cómo la Udelar se adapta institucionalmente y gremialmente a la emergencia sanitaria en cuanto a su cogobierno, para seguir funcionando y preservando este carácter peculiar que tiene. «Sabemos que esto se entronca además en una crisis general de la participación, que viene de antes de la pandemia y ha hecho que surjan discusiones dentro de las instituciones sobre cómo revitalizar y defender esa forma de democracia participativa, que para nosotros es muy importante», afirmó.
En esta misma línea sostuvo que la participación de la Universidad en la vida del país a veces tiene la forma de declaraciones, de opinión calificada, de manifestaciones u otras formas de lucha social para defender conquistas o para hacer avanzar ideas. Se suele criticar al cogobierno por ser supuestamente lento o poco eficiente, sin embargo, indicó que «la vida ha ido demostrando que, a pesar de los numerosos problemas que tenemos, la institución ha hecho enormes cosas, muy complejas, a veces un poquito más lento pero más sólidamente afirmadas en esa democracia participativa, como por ejemplo, el proceso de descentralización».
Destacó que actualmente notó una mayor participación en las Asambleas Generales del Claustro y asambleas de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR) de carácter virtual que en las presenciales previas a la pandemia, y planteó la interrogante de cómo manifestarse o realizar un paro en este contexto. Puso el ejemplo de Estados Unidos, donde gran parte de la sociedad decidió que manifestarse contra la violencia policial y la discriminación racial es más importante que el Covid-19.
Por una co-inmunidad
Frédéric Vandenberghe, docente de Sociología de la Universidad de Río de Janeiro, sostuvo que la emergencia sanitaria al ser una pandemia afecta a todo el demos por igual. «Todo el mundo está preso en una situación de hiperactividad, por un lado, por otro de hiperreflexión, y por otro de un sistema de una vida completamente paralela», afirmó. Además, la pandemia afecta literalmente a todos los sistemas, si se piensa en la visión del sociólogo Luhmann de la sociedad funcionalmente diferenciada, con varios subsistemas: la economía, la política, la salud, el derecho, la religión, y al mismo tiempo un valor fundamental de las sociedades modernas que es el individuo. Actualmente, todos los sistemas se están concentrando en torno al valor supremo de la salud y salvar la vida de los individuos, perdiendo así su autonomía.
Respecto a la interrogante sobre cómo pensar el mundo post pandémico, sostuvo que para tener un buen análisis se necesita el pesimismo del intelecto, pero al mismo tiempo, para no caer en la desesperación total, se necesita buscar contra tendencias. En este sentido, comentó que publicó con otros investigadores franceses el Segundo Manifiesto Convivialista, que intenta activar «energías constructivas, reconstructivas para pensar en una sociedad sustentable, éticamente comprometida con los valores».
Según Vandenberghe, esta crisis nos enseñó la interdependencia entre individuos, cómo lo que hacemos afecta a otros y viceversa. De este modo, la cuestión de la inmunidad es central, indicó: no hay una solución aún. pero se puede pensar en una co-inmunidad en la cual colectivamente se genere una política, casi un seguro colectivo, para preservarnos, para preservar la forma de vivir y las maneras de interactuar. Esto, señaló, sería un «co-inmunismo», un comunismo revitalizado a partir de la reflexión sobre la co-inmunidad. A nivel económico, planteó que el neoliberalismo en «economía de guerra puede hacer posibles cosas impensadas, pero una Renta Básica Universal tiene que ser una posibilidad; es necesario aumentar la solidaridad y los lazos inter-individuales y poder estar prontos para próximas batallas», concluyó.
El buen Estado y la catástrofe perfecta
Por su parte, Susana Mallo, docente y ex decana de la Facultad de Ciencias Sociales, comenzó su exposición señalando que estamos viviendo la «catástrofe perfecta», es decir, el caos total: hemos perdido la noción de tiempo y espacio, elementos que regían nuestra vida y ahora han colapsado. El espacio que era abierto se ha reducido a un mínimo y el tiempo ha quedado en suspenso. También mencionó las posturas de tres intelectuales: Judith Butler habla del socialismo democrático post pandemia; Žižek plantea la salida comunista, entendida como un mundo donde las personas tengan un sentido y formas comunitarias, lo cual podría transformar nuestras vidas; y Agamben se refiere al Estado de excepción, que significa el control total sobre nuestras vidas.
A partir de estas definiciones y desde el punto de vista de la Teoría Crítica, se puede pensar en un Estado distinto, que muchos autores llaman el «buen Estado», el cual trata de integrar a los olvidados de siempre, a los otros. La intención de esta postura, explicó Mallo, es re-centralizar las ideas esenciales que este buen Estado debe de recuperar, sobre todo pensando en las funciones que fueron derivadas hacia los procesos de privatización (de la medicina, de la economía). En ese sentido, afirmó que nos encontramos ante una paradoja: por un lado, la pretensión que se tenía del capitalismo de la construcción de los grandes espacios territoriales (el ejemplo más claro es la Unión Europea), pero por otro lado, se da en este momento el cierre de las fronteras, es decir, el retorno de la idea del Estado-nación que permite cerrar fronteras y expulsar a los llamados «indeseables».
Sin embargo, indicó que no basta con la acción del Estado, sino que es necesaria la integración de la sociedad civil. Actualmente, «nos encontramos con grupos independientes de ayuda que conocen la realidad territorial y las necesidades perentorias de los otros, por ejemplo, los sindicatos, y la propia Universidad, entre otros». En este sentido, según Mayo se está llegando a un punto para resignificar la solidaridad.
Por último, la ex decana volvió a referirse al planteo de Butler sobre el futuro post pandemia: qué oportunidad vamos a tener de entender nuestra relación con la Tierra, con las demás personas y qué nuevas formas de solidaridad veremos, más allá de la simplificación de «ayudar al pobre o recogerlo de la calle porque está ahí tirado, cosa que es cierta, pero no por las razones que nos están dando». Entonces, respecto a la posibilidad de integrar la auténtica solidaridad la autora apuesta a que los conflictos se han agudizado y que de alguna manera a partir de ello sería posible lograr un gran acuerdo social colectivo, que justamente significaría renovar la igualdad social y económica.
Desigualdades preexistentes
Natalia Carrau, integrante de la organización REDES, explicó que previo al coronavirus, algunos indicadores socio-económicos y ambientales ya demostraban una compleja vulnerabilidad para la región, un fuerte denominador común tiene que ver con la supremacía del lucro por encima de la vida, la ganancia por encima de los derechos de la clase trabajadora, la explotación de los territorios por encima del equilibrio ecológico y el valor del mercado de los servicios públicos por encima de su función social. Esta mirada, afirmó, es necesaria para poder entender que las condiciones en las que desembarca la pandemia ya estaban poniendo en riesgo los valores y la práctica democrática y la participación de comunidades y organizaciones en la construcción de sus futuros: «la desigualdad que reproduce el sistema capitalista sigue siendo la gran responsable de las amenazas sobre la vida de las personas».
Según Carrau, esta crisis está demostrando quiénes son los principales afectados que más sufren las injusticias y que están atravesados por el sistema capitalista, patriarcal y racista: los trabajadores informales, independientes, cuentapropistas, monotributistas, trabajadores de las economías de plataforma, domésticas y en general mujeres, niños y niñas que hoy están recluidas en sus hogares y sufriendo la violencia machista así como las comunidades en los territorios que están siendo reprimidas.
Con respecto a las estrategias para la existencia común, señaló que a nivel internacional hay debates construidos desde el ser y hacer colectivo de organizaciones y movimientos sociales que trascienden una noción de comunidad para dar lugar a proyectos políticos de transformación social y popular que permitan materializar soluciones estructurales verdaderas y justas para los pueblos y es importante observar cuáles son esas propuestas de los movimientos, indicó. Citó algunos ejemplos como el movimiento campesino con su propuesta de la soberanía alimentaria, el debate sobre la justicia climática que pone el acento en la necesidad de un cambio del sistema energético, entre otras. «Estas respuestas se construyen desde un sujeto político-colectivo que exige la profundización de la democracia y exige el papel central de las mujeres», afirmó y agregó que es el pueblo decidiendo sobre sus mejores modos de producción para garantizar sus derechos.
En Uruguay, se refirió al ejemplo de la Intersocial, integrado por diversos movimientos sociales, que sostiene una propuesta de plataforma de 12 puntos para atender esta crisis sanitaria. Ésta incluye la renta transitoria de emergencia, el acceso a la vivienda, la atención urgente a la violencia basada en género, el control de precios de alimentos y productos de higiene básicos, la atención urgente a los trabajadores informales, entre otras: «poniendo el foco en las necesidades populares y promoviendo el diálogo y la participación», señaló. Por último, explicó que el objetivo es «alcanzar transformaciones sociales profundas donde la vida, el trabajo y el medio ambiente este en el centro de un proyecto político popular».
196 abrazos contra el olvido
Pablo Porciúncula, integrante del proyecto fotográfico Imágenes del silencio, indicó que la preocupación por la calidad narrativa de las imágenes fue sustantiva para el proyecto fotográfico que trabajó sobre los derechos humanos, tomando como concepto la frase histórica de la organización de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos «Todos somos familiares», y entendiendo que «la verdad y justicia es un tema de toda la sociedad». Por eso, trabajaron con los retratos de las personas desaparecidas que portaron diferentes personas referentes de la sociedad y la cultura.
«Conseguimos un gesto que tuvo que ver con el abrazo», indicó. Una vez que las personas llegaban al estudio de fotografía, les presentábamos una reseña de unos dos minutos de audio sobre la persona que iban a sostener, y les proponíamos trabajar en el gesto que buscábamos del abrazo y con la demanda de verdad y justicia; no había una intención de direccionar el gesto, sino que había un espacio creativo con la persona invitada que reaccionaba a partir del audio que había escuchado y de las emociones que le generaba encontrarse con la historia de una persona en particular, explicó. «Salir de la figura del desaparecido como una entelequia y volver a trabajar sobre su vida», señaló.
«196 abrazos contra el olvido tomaron los muros de la ciudad», afirmó, haciendo referencia a que el gesto del abrazo fue apropiado por distintas personas en diferentes lugares. Este proyecto se pudo legitimar como portador del mensaje de que «Todos somos familiares».
Cuando se aproxima el 20 de mayo, la coyuntura del Covid-19 hizo que Imágenes del silencio trabaje con Madres y Familiares para apoyar en la marcha virtual y en las cadenas en varios medios de comunicación, apuntó. Para ese entonces, «ese gesto del abrazo empezó a encontrar la forma de apropiarse de ese retrato y ese gesto se transformó en una figura que se podía compartir en diferentes lugares». La apropiación del gesto por parte de la gente, posibilitó que se generaran diferentes formas de participación creativas para abordar el tema por parte de colectivos sociales de diferentes departamentos, e incluso desde el exterior, y se replicarán en las calles, en los muros y en las redes sociales, comentó. También se realizaron otras actividades participativas en cooperativas de vivienda que realizaron diferentes intervenciones, así como homenajes a detenidos desaparecidos en diferentes barrios.
«Se utilizó una herramienta creativa como una fotografía para poner el tema en otro lugar y trabajar la sensibilidad de las personas, y publicando las imágenes en las redes sociales también permitió que las generaciones más jóvenes se apropiaran del proyecto y por tanto del tema de la verdad y justicia», reflexionó.