La CNEDH está integrada por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), la Universidad de la República (Udelar), y la Universidad Tecnológica (UTEC) y como invitado permanente la Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia de la República. 

Desafíos en la educación virtual

Al comenzar el seminario, Macarena Gómez,  representante del MEC en la CNEDH, recordó que a fines de 2016 se aprobó el Plan Nacional de Derechos Humanos que se propone ser una política pública con enfoque de derechos humanos con una mirada estratégica que busca promover la educación en derechos humanos en el ámbito educativo formal y no formal y en otros ámbitos, que no se dedican a la educación, pero que hacen educación en derechos humanos, como organismos estatales y medios de comunicación. Indicó que se está llegando al primer ciclo de compromisos asumidos del Plan y que en el Mirador de Gobierno Abierto se encuentran publicados.

Gómez sostuvo que en esta situación de emergencia sanitaria, el derecho a la educación y el ejercicio a la educación en derechos humanos «se ha visto afectado desde algún lugar, distintas situaciones de vulnerabilidad que ya existían previamente se han visto potenciadas en este contexto y han surgido otras» y por eso, en particular desde la CNEDH surgió la pregunta de cómo está afectando esta crisis al derecho a la educación y a la educación en derechos humanos y qué efectos ha tenido en el incremento de las desigualdades que ya existían previamente, indicó. Es por ello el objetivo de esta actividad, concluyó.

Juan Cristina, prorrector de Enseñanza de Udelar explicó que la institución es gratuita, pública, inclusiva y cogobernada, que cuenta con 155.000 estudiantes y que ha realizado un proceso de descentralización gracias al cual hoy 19.000 estudiantes cursan sus carreras en la Udelar fuera de Montevideo. En este sentido, sostuvo que fue «un gran desafío llevar adelante el derecho a la educación» en este contexto de pandemia y se dió gracias a «un gran esfuerzo por parte de estudiantes y docentes» para llevar a la virtualidad más de 2760 cursos -solo 130 cursos no se pudieron dictar por tratarse de materias prácticas-.

Aclaró que este pasaje a la virtualidad de los cursos «no significa un cambio de paradigma educativo sino un aprendizaje muy importante para la institución», porque «la relación profesores-alumnos es insustituible», indicó. Mencionó algunas de las acciones que brindó la Udelar para garantizar el derecho a la educación de los estudiantes como la beca laptop y los apoyos a través de las Unidades de Apoyo a la Enseñanza de las facultades y los centros universitarios regionales. 

La directora de la Dirección de Derechos Humanos del Consejo Directivo Central (CODICEN) de ANEP, Verónica Massa definió el Seminario como un paso más en la implementación del Plan Nacional de Derechos Humanos que se aprobó en 2016 para todo el SNEP. 

Manifestó que el Plan representa una oportunidad ya que interpela y desafía al Sistema, aún más en contexto de epidemia, a lograr que el enfoque y la educación en derechos humanos se integre a todos los niveles educativos. La directora del ente indicó que la ANEP detectó las principales dificultades en el marco de la epidemia en el acceso, el acompañamiento y la permanencia de los estudiantes en el proceso educativo y en que todos los estudiantes se reinserten en el sistema, en la etapa actual. 

Sostuvo que al SNEP se le plantean algunas interrogantes en cuanto al acceso de los alumnos al proceso educativo en el contexto de epidemia: ¿quiénes acceden, ¿en qué condiciones acceden?, ¿cómo usan las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) habitualmente y cómo deben usarlas ahora?. Señaló que el rol protector del sistema educativo se tuvo que adaptar desde el comienzo de la emergencia sanitaria para hacerse cargo de situaciones emergentes, entre ellas la violencia intrafamiliar, de género y generacional, buscando alternativas para atenderla desde la virtualidad. Definió esta problemática como «un desafío en Uruguay y un problema que nos está interpelando y golpeando en este momento fuertemente y del que debemos hacernos cargo todos». 

Educar para una sociedad más justa

El director de Educación del MEC, Gonzalo Baroni, manifestó que la pandemia cuestionó al país en lo que es la estructura y la gestión educativa así como en el derecho y acceso a la educación. Añadió que este contexto instaló en la sociedad un marco de crisis, individualismo y aislamiento, que para algunos países resultó más difícil de sobrellevar que para otros y en el que la educación pasó a segundo plano para muchos de ellos. 

Sostuvo que la pandemia por otra parte ha acelerado la evolución de varios aspectos de la educación: «el aula se ha ampliado a lugares inimaginables donde el modelo pedagógico tradicional se está poniendo en discusión», expresó. Asimismo destacó que este contexto hizo visible la importancia de la ampliación de las modalidades y la oferta educativa y desafió la actual formación docente. «La nueva formación docente debe tener un mayor enfoque en la virtualidad, tener bien claro lo que es la gestión del aula y el seguimiento día a día de los estudiantes basado en la evidencia, algo que la virtualidad nos demostró que se puede hacer», añadió Baroni.

También consideró que el contexto de la pandemia ha cuestionado la educación por asignaturas y el enciclopedismo, «viejos modelos en los que todos los estudiantes debían aprender lo mismo y al mismo tiempo, en cualquier parte del país», acotó el director de Educación. Destacó además otros aspectos que quedaron expuestos en el marco de la epidemia como la generación de espacios a través de la tecnología, que permiten el acercamiento cotidiano a experiencias internacionales y a profesionales de gran talla.

Baroni concluyó que se debe seguir investigando en el impacto social de la pandemia en grupos que resultaron vulnerados, como el de los niños, mujeres, población afro, personas que están por fuera de muchos de los sistemas formales de educación. «Debemos visualizar al sistema educativo como un conductor de una sociedad más justa, igualitaria y que brinde oportunidades», finalizó.

Construyendo derechos humanos

Vernor Muñoz, intelectual y activista de los Derechos Humanos, relator especial sobre el Derecho a la Educación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) del 2004 al 2010, manifestó que «los más rudamente afectados por la pandemia» son las personas privadas de libertad, en situación de calle, y las poblaciones empobrecidas que ni siquiera tienen acceso a electricidad, y mucho menos a la posibilidad de comprar el equipo tecnológico para acceder a las clases virtuales. Añadió que esta barrera tecnológica sigue manteniendo fuera de las oportunidades educativas a una enorme cantidad de personas. 

Aclaró que la educación no se reduce a la escuela o a las instituciones educativas pero estas «pueden ser cruciales para que se construyan comunidades y ciudadanías que respeten, disfruten y desarrollen los derechos humanos como una forma de vida». Indicó que una escuela cuando se basa en el disciplinamiento y el autoritarismo puede provocar exactamente lo contrario, «pero tenemos que defenderla porque no es solo un espacio para el aprendizaje sino también para el juego, el descubrimiento, las amistades que perduran para toda la vida y para la felicidad». 

Muñoz resaltó la importancia del currículum educativo y sostuvo que los contenidos de la educación construyen derechos humanos. En este sentido indicó que con la virtualidad que se vieron obligados a adoptar para las clases, docentes y alumnos, se han visto obligados a establecer un currículum reducido al mínimo, que ha dejado de lado contenidos esenciales que normalmente se tratan en los programas educativos.

En cuanto al gobierno educativo planteó que «tenemos derecho a una educación que dignifique la vida, que trabaje por la libertad, la justicia y al democracia». Acotó que esta educación debe garantizarse en todos los contextos aún aquellos de emergencia, una pandemia no libera al Estado y sus instituciones de la responsabilidad de proteger, garantizar y desarrollar la educación. «Una educación que no se proponga realizar los derechos humanos como una forma de vida, es una educación de baja calidad», manifestó Muñoz para finalizar.

Distanciamiento o proximidad

Entre los efectos que teme de la pandemia, Graciela Frigerio, doctora en Educación por la Universidad de París y directora del Doctorado Sentidos, Teorías y Prácticas de la Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fé, Argentina), señaló que «se acuarentene el pensamiento, que pierda su potencia reflexiva, imprescindible para cualquier proceso emancipador». Esta pandemia, explicó, provoca «admitir nuestras profundas ignorancias, conmueve nuestras certezas, y el tiempo nos impone mucha humildad: algo está aconteciendo, no ha terminado aún, será necesario un tiempo diferido para constatar qué se produjo».

El primer punto de partida para Frigerio es la distinción entre el azar y la política en relación a la desigualdad que se incrementó o se reprodujo como efecto de la pandemia. «Cuando hay políticas de la igualdad nos protegen de aquellos lugares donde el azar podría tener para nosotros destinos temibles, inexorables, condenados por la marca del estar afuera, de los restos», indicó, y afirmó que su preocupación por las políticas no es por una política utilitaria, sino por una que favorezca la dignidad y que esté vinculada con vivir con otros, entre otros, dando lugar a todos. Asimismo, expuso sobre la noción de calidad y dijo que es imposible escindirla de la igualdad, que es un concepto estrechamente asociado a los derechos. Si la calidad se aplicara solo a algunos, se llamaría privilegio.

Frigeiro utilizó el concepto de trauma para explicar que algo se ha interrumpido, algo trastocó las habitualidades y desarmó los modos de relación, instaló otras representaciones y otros fantasmas sobre aquellos que habíamos naturalizado. Sostuvo que los cuerpos se volvieron ahora sospechosos, las proximidades son de cuidado, y los rostros son pixelados o enmascarados.

También afirmó que estamos asistiendo a una sobredosis de endogamia, de lo familiar. Es así que tenemos dos posibles sobredosis temibles: de distancia, que en educación implica cómo aceptar la distancia necesaria para evitar el contagio y cuidar la salud, y evitar que esa distancia métrica se transforme en distancia subjetiva; por otro lado, la sobredosis de proximidad, que atentaría en parte al derecho de los niños a la intimidad, a la soledad necesaria para convertirse en sujetos. Por último, Frigerio se preguntó cómo evitar la sobredosis de virtualidad y «que los niños estén expuestos a un control minutado de todas sus acciones a lo largo del día, por un conjunto de adultos preocupados por ellos». 

Desigualdades ante un derecho universal

Por su parte, Pablo Martinis, doctor en Ciencias Sociales con mención en Educación por FLACSO y docente del Instituto de Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Udelar). planteó reflexiones apoyadas en su proyecto de investigación llamado «Formas escolares y posiciones docentes en la producción del derecho a la educación en el Uruguay actual», que propone tres grandes ejes: las formas organizativas de la educación o cuestiones vinculadas a los espacios y los tiempos; el currículum, o sea, los elementos que se vinculan al enseñar, a las finalidades y modos de la enseñanza, a su evaluación; y las posiciones que constituyen los docentes, sobre todo aquellas vinculadas a cómo se construye y se establece una relación en términos pedagógicos entre un docente y un estudiante puesto en la posición de sujeto de la educación, en el marco de favorecer la satisfacción del derecho a la educación.

Como toda crisis, indicó, la actual incide diferencialmente en función de las capacidades previas de individuos y familias. En este marco de profundización de situaciones de desigualdad, el gran peligro que acecha es el desdibujamiento del sujeto de la educación, es decir, «que empecemos a ver de formas diferenciales a los estudiantes en función de estas situaciones sociales y económicas que están viviendo».

Entonces para Martinis un tema central es cómo se toma nota de las desigualdades a la vez que desde una acción educativa se reconoce la igualdad inherente a los sujetos de la educación. Sostuvo que la clave está en no reducir a los niños y adolescentes a su situación social y económica: la intervención educativa debe considerarlos como iguales, con los mismos derechos y potencialidades. En esta misma línea, expresó preocupación por el actual debate sobre los procesos de alimentación escolar en nuestro país. Se tiende a establecer una diferencia entre quienes son necesitados y no necesitados, pero la escuela pública debe sostener una ficción de igualdad ofreciendo todo a todos. «Si el alimento es solo para los necesitados, entonces fragmentamos el sujeto de la educación, y una vez fragmentado es muy difícil volver a construirlo en la particularidad de la situación de enseñanza», afirmó.

Por otro lado, el docente indicó que la educación es un acto político, porque tiene que ver con la justicia y porque ve como iguales a aquellos que, muchas veces, la sociedad se empeña en construir como desiguales. La educación, explicó, no confunde la situación en la que puede encontrarse una persona coyunturalmente con su destino como ser humano. Además, se resignifica el rol de la educación en tiempos de crisis, porque en ellos «es cuando más que nunca hay que tener presente lo que significa el derecho a la educación y hay que amparar a infancias y adolescencias en espacios que les provean la posibilidad de reconocimiento y el abrigo de la esperanza de que el mañana puede ser más generoso que el presente». 

Sobre la educación a distancia dijo que «hemos aprendido mucho y también reafirmamos muchas otras que ya sabíamos», una de ellas es que si existe una esencia de la educación es la del encuentro cotidiano, cara a cara, en un espacio físico compartido. Para Martinis no cabe duda que esta experiencia de aprendizaje colectivo forzoso vinculado a la educación a distancia debería impactar en mejores prácticas a futuro en el uso de las herramientas y en el desarrollo de proyectos pedagógicos que las incluyan. Complementariamente, esta experiencia debería ayudarnos a revalorizar y repensar didácticas y pedagogías de la presencia, vinculadas a cómo pensamos los formatos escolares y cómo organizamos los tiempos y espacios en la educación. 

Por último, se refirió a que un riesgo de esta modalidad de educación es la tentación del distanciamiento permanente, es el peligro de la fractura del lazo social que atentará contra el derecho a la educación. «Vivimos tiempos de dificultad a nivel mundial en este sentido, por lo cual deberíamos aprender de esta experiencia e incorporar la educación a distancia con todas sus potencialidades, pero no caer en la tentación del distanciamiento permanente porque este es el que despierta todos los fantasmas acerca del otro, y al otro hay que construirlo como parte de un nosotros», concluyó.

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