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Una mirada a la política de Ciencia Abierta en América Latina
En el marco de su Plenario de Rectores y Rectoras, la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM) organizó el panel de debate virtual «Política de Ciencia Abierta en América Latina. Una mirada desde los países de la AUGM», que se realizó el viernes 9 de octubre y del que participaron rectores de las universidades integrantes y la directora de la Oficina de Ciencia para América Latina y Caribe de la UNESCO.

Todos los panelistas destacaron la importancia de la difusión abierta del conocimiento científico para la sociedad, que quedó en evidencia con la actual pandemia, y la necesidad de investigadores y universidades de colaborar y compartir en el quehacer científico.
Derecho a la ciencia
Lidia Brito, directora de la Oficina de Ciencia para América Latina y Caribe, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), reconoció la importancia del «brazo de nuestras universidades en la producción científica de nuestra región» y destacó que el 72% de los investigadores están radicados en las universidades públicas. También subrayó que la capacidad de investigación ha crecido en la región latinoamericana y los rectores de las universidades «deben sentirse muy orgullosos por este logro que va a seguir creciendo en cantidad, calidad y temáticas». En este marco, resaltó cómo las universidades de la región han contribuido a responder a la pandemia de Covid-19 para traer conocimiento y evidencia científica que contribuyeron a la toma de decisiones.
Asimismo, se refirió a la ciencia que se necesita para el Desarrollo Sostenible de cara a la Agenda 2030: se caracteriza por estar focalizada en los problemas, desarrollando soluciones para los desafíos de hoy y para los de mañana, busca la integración de las áreas del saber, integra las ciencias naturales y sociales, cultura y comunicación. También tiene un abordaje multisectorial y transdisciplinario, de impacto social y promueve la transformación necesaria, que se basa en las conexiones globales, regionales, nacionales y locales. Es una ciencia que moviliza la comunidad y que busca el co-diseño y la co-producción del conocimiento científico garantizando una identificación ciudadana y promoviendo un pensamiento científico en la ciudadanía, en definitiva «una ciencia ciudadana».
Por tanto, «necesitamos de ciencia abierta», afirmó Brito, una ciencia que tiene que ver con datos, publicaciones, código, equipos, infraestructuras abiertos, y hasta con financiación colectiva. Explicó que hoy es un movimiento global que pretende hacer la ciencia más accesible, más democrática, más transparente, más beneficiosa para todos. En este movimiento «el liderazgo de las universidades es fundamental, agregó», es una modalidad que puede impulsar todo lo que tenemos hoy de crecimiento y en particular, puede cambiar la forma en que hacemos ciencia en todas sus etapas desde el momento del planteo de una hipótesis y «puede cambiar de alguna manera el mundo en que vivimos».
Por último, se refirió a que uno de los mayores retos que tienen las universidades es la financiación suficiente y están ante una crisis, por eso remarcó la importancia de la unión entre ellas. Se refirió a los rectores de las universidades quienes «tienen en las manos la posibilidad hacer que este movimiento de ciencia abierta se amplifique en la región, lo que implica un cambio en la ciencia que hacemos y que con estas políticas de ciencia abierta podamos saber que estamos haciendo la ciencia que necesitamos», señaló.
Globalización y colaboración
Alberto Edgardo Barbieri, rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) afirmó que el concepto de ciencia abierta últimamente está siendo cada vez más activo y utilizado, y tiene que ver con la democratización de la ciencia y del acceso a la información científica más transparente, que ponga más en contacto a la ciencia con las realidades de la sociedad que le da sustento y debe suplir sus necesidades. Este concepto de ciencia abierta, explicó, viene atado a una realidad que tiene que ver con los cambios vertiginosos en materia de tecnologías de la información y comunicación que a su vez han cambiado la realidad social, cotidiana y, por supuesto, también las realidades académicas y científicas.
Esto ha impulsado la globalización, la internacionalización y el trabajo más colaborativo, indicó Barbieri. «Hoy vemos una ciencia distribuida, que se hace tanto en organizaciones públicas como privadas o mixtas, pero es un derecho humano, un bien público», enfatizó. Para el rector de la UBA la pandemia puso de relieve que es fundamental la colaboración científica y tecnológica, también la labor de las universidades de todo el mundo, que siguen siendo el principal centro de generación de conocimiento que se puede transmitir de manera más democrática con los principios de ciencia abierta. Asimismo, la coyuntura actual puso en manifiesto que «no en todos los lugares del mundo se colabora de la misma manera, como sucede entre los privados, entre ciertos grupos económicos, incluso cada vez hay una mayor guerra para ver quién llega primero a la patente de una vacuna contra el Covid-19».
Dentro de las contradicciones o peligros de implementar la ciencia abierta, Barbieri señaló, por un lado, el patentamiento que hace que aquel que genera conocimiento es su propietario y espera usufructuar desde el punto de vista económico; esto es «exactamente contrario» a la ciencia abierta. Además, para encarar la democratización de la ciencia como bien público deben lograrse políticas públicas transversales a nivel regional, con los principios básicos que rigen a la ciencia en el sector público y el privado.
Barbieri concluyó que también es fundamental trabajar desde las universidades «por un cambio cultural, que va de la mano de los cambios culturales en materia de derechos humanos, del cuidado del medio ambiente y la sostenibilidad; agendas que están totalmente concatenadas para una sociedad que necesita ser cada vez más inclusiva y no cada vez más competitiva».
Abierta y ciudadana
Vahan Agopyan, rector de la Universidad de San Pablo (USP), celebró la idea de abordar este asunto en el ámbito latinoamericano. Coincidió con Brito al señalar que la ciencia abierta evolucionó y hoy no solo se refiere a las publicaciones de tipo open access sino que «estamos hablando de ciencia ciudadana, es la ciencia junto con la sociedad».
Catalizado por la pandemia, el tema de la ciencia abierta se tornó una realidad muy rápidamente, comentó. En la USP, ante la necesidad de dar respuesta a la sociedad, más de 250 grupos de investigación se organizaron para estudiar asuntos relativos a la enfermedad. Comenzaron a intercambiar informaciones e incluso por momentos dejaron de utilizar las publicaciones periódicas científicas, explicó. Investigadores de la USP secuenciaron en 48 horas el genoma de la cepa más frecuente del virus en el estado de San Pablo, información que fue compartida inmediatamente por toda la comunidad científica. «La pandemia nos enseñó que la ciencia abierta es muy importante para la sociedad y para los propios investigadores, ya que los resultados compartidos transforman y dan reconocimiento a los investigadores», dijo.
Explicó que en 2019 la USP resolvió crear un repositorio de datos -no de artículos científicos-. Éste cobró gran importancia durante la pandemia, porque en abril de este año se decidió compartir la estructura del repositorio con tres grandes hospitales de San Pablo, para reunir los datos sobre miles de enfermos de Covid-19. Con eso fue posible en pocas semanas ayudar al gobierno del Estado a hacer una política frente a la epidemia, señaló, y «como resultado hoy estamos en la penúltima etapa en el levantamiento de las restricciones en nuestro Estado. La ciencia abierta, ciencia ciudadana, ya dio resultados, ciertamente salvamos miles de vidas a través de esta red, que incluyó la participación de hospitales privados».
Con respecto al patentamiento, Agopyan expresó que «para nuestras universidades la patente es paternidad, es garantizar que somos nosotros los que desarrollamos el estudio», pero no para ganar dinero. Agregó que su universidad resolvió incentivar proyectos de investigación que trabajan con la ciencia ciudadana, «lo estamos incentivando nosotros como gestores», puntualizó. Por último, alentó a trabajar para no volver atrás y lograr que en 2021 no haya un retorno hacia las formas de hacer ciencia que las universidades tenían en 2019.
Competir o colaborar
El rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi se refirió a la aplicación del modelamiento matemático durante el control de la epidemia de Covid-19 en su país. Señaló que en Chile la pandemia llegó luego de un estallido social: un momento marcado por una crisis de confianza y por la oportunidad de la autoridad para reivindicarse. Por una parte, la comunidad científica pedía el acceso a datos y a la vez, mediante la aplicación de datos, las autoridades tenían la oportunidad de validar decisiones democráticamente ante la sociedad.
Vivaldi agregó que es muy importante decir a la población las razones por las cuales se va a implementar una cuarentena, o desde el modelamiento matemático explicar qué sucedería con la epidemia si los colegios permanecen abiertos. Por tanto, los procesos de análisis en el ciclo de creación de conocimiento también ingresan hoy a las decisiones y comunicaciones del gobierno, expresó.
Comentó algunas tendencias que se pueden observar en relación con la ciencia abierta en Chile y otros países. Como ejemplos planteó que algunas agencias gubernamentales de financiamiento exigen que los proyectos generen un repositorio de datos con acceso abierto, y que varias revistas científicas solicitan, además del artículo a publicar, el envío de datos de investigación y algoritmos. También explicó que 40% de las universidades chilenas implementaron repositorios digitales institucionales.
Comparó datos sobre ciencia abierta y repositorios en Latinoamérica: Colombia lidera en la región con 29 repositorios disponibles -Uruguay tiene dos-, mientras que Brasil tiene la mayor cantidad de publicaciones en modalidad ciencia abierta por millón de habitantes. Explicó que en Chile se desarrollaron repositorios de datos de investigación en áreas estratégicas como astronomía, salud, sismología y medio ambiente y cuentan con plataformas de gestión de datos para los investigadores. Agregó que en su Universidad se creó una vicerrectoría de Tecnología de la Información.
Finalmente destacó el rol fundamental de las universidades latinoamericanas para el desarrollo de las naciones de esta región. Llamó la atención sobre las ideas economicistas que vienen siendo cuestionadas en Chile y el mundo que afirmaban «que las universidades progresarían mientras más competieran entre ellas por mejores estudiantes y proyectos». En cambio, «la nueva realidad creada por la pandemia confirmó que, por el contrario, las universidades progresan colaborando y complementándose entre ellas».
El rol de las universidades públicas
El rector de la Universidad de la República (Udelar), Rodrigo Arim, explicó que «al hablar de ciencia abierta y de cultura estamos hablando de la necesidad de democratizar el conocimiento avanzado como factor central de construcción societal». La democracia en el siglo XXI, sostuvo, no tiene sentido sin la calidad de la información que debe sostener una democracia deliberativa capaz de articular argumentos, debatir, intercambiar, y simultáneamente convalidar razonamientos e informaciones donde necesariamente la vida universitaria y la ciencia en general tienen un rol central, «más en un contexto mundial donde están emergiendo circunstancias donde el negacionismo científico de grandes países, como Brasil y Estados Unidos, está ocupando un rol también preponderante».
Entonces, según Arim, la ciencia abierta y las universidades públicas en particular tienen que ser un antídoto contra la articulación de discursos que nieguen el quehacer científico y donde la calidad de la información y las argumentaciones sostenidas en información estén cuestionadas. Además, afirmó que en el siglo XXI la información es más que nunca un factor de poder, por tanto, el acceso democrático al conocimiento avanzado será fundamental para pensar nuestras sociedades en clave de equidad. La cohesión social también tiene que ver con el acceso abierto a este conocimiento y será impensable en un mundo donde el acceso a dicho conocimiento esté bloqueado o segmentado en función de las características del mercado o de la capacidad de pago a ese acceso.
Asimismo, el rector señaló que el concepto de ciencia abierta también habla de una lógica de priorización de agendas. «No debemos olvidar que uno de los problemas centrales de la ciencia general en el mundo tiene que ver con la priorización de temas de las agencias de investigación y los sesgos de la asignación de recursos para algunas áreas y no otras», remarcó. Con respecto a la validación del conocimiento, este requiere el reconocimiento a escala internacional y la evaluación entre pares de acuerdo a estándares de calidad, pero a la vez «debe trascender la pertenencia a redes internacionales y a los criterios societales de la ciencia contemporánea, porque eso también disloca agendas».
El patentamiento es otra de las dimensiones que Arim mencionó a tener en cuenta: «tenemos que proteger el conocimiento que se genera en ámbitos universitarios porque es endógeno, nacional, pero al mismo tiempo evitar que la lógica del patentamiento termine aislando a nuestros ciudadanos, que financian las actividades de las universidades públicas, de las ventajas relativas y del disfrute de ese conocimiento avanzado». Esto no es un riesgo trivial, indicó, pues tiene que ver, por ejemplo, con la industria farmacéutica y puede tener que ver también con la manera en que podamos salir como sociedades de un evento tan traumático como la epidemia que vivimos actualmente.