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Conferencia sobre políticas de la ciencia: Perspectivas desde el Viejo Mundo
El jueves 8 de abril se llevó a cabo la conferencia inaugural del Seminario sobre Políticas de la Ciencia, a cargo de la historiadora de la ciencia Antonella Romano. En la apertura de la actividad, Vania Markarian, del Archivo General de la Universidad de la República (AGU), señaló que junto a Rafael Mandressi (Centro Nacional para la Investigación Científica, Francia) están a cargo de la coordinación del seminario, organizado por el rectorado de la Universidad de las República con la colaboración de la Escuela Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.
Markarian comentó que propusieron la idea de esta serie de conferencias y enseguida encontraron eco en sus colegas e instituciones, que coincidieron en que en medio de los debates públicos tan complejos sobre el estado de vida en el marco de la pandemia sería interesante plantear una perspectiva de la Historia en particular, pero también de otros colegas y disciplinas cercanas. Explicó que el propósito de la propuesta es extenderse en el tiempo para buscar la relación entre ciencia y política, y añadió que el programa del seminario reúne redes académicas con distintos ejes.
El rector de la Udelar, Rodrigo Arim, destacó la pertinencia del tema por la coyuntura actual y para la construcción de agendas de políticas públicas en el futuro inmediato. Afirmó también que el vínculo entre la ciencia como actividad social y la política no es trivial ni obvio, por más que pareciera tener en algunos casos cierto romance o romanticismo y en otros ciertas contradicciones y tensiones. Añadió que buscar una perspectiva histórica y una mirada desde las ciencias sociales, y particularmente desde la Historia, es relevante para comprender estas contradicciones y ubicarlas en un contexto mucho más amplio. Para el rector el vínculo entre ciencia y política es fundamental para pensar las salidas a la epidemia y la crisis que atraviesa el país. Indicó que pensar en perspectiva implica reflexionar acerca de cuál es la agenda de políticas públicas para fomentar el vínculo entre ciencia y tecnología.
Por su parte, Mandressi agradeció a los colegas que aceptaron participar y destacó la trayectoria intelectual y profesional «fuera de lo común» de la conferencista Antonella Romano. Recordó que es historiadora, directora de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, fue investigadora en el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, y entre 2005 y 2013 ocupó la cátedra de Historia de las Ciencias en el Instituto Universitario Europeo. Añadió que Romano fue hasta hace dos años vicepresidenta de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, tenía a su cargo la Dirección de Relaciones Internacionales y durante su mandato se concretó el convenio de cooperación entre la Escuela y la Universidad de la República.
El Descubrimiento de América y la revolución científica
En su conferencia, Romano propuso una reflexión historiográfica desde el Viejo Mundo, desde el momento del Descubrimiento de América y desde la revolución científica, enfrentando ambos momentos para entender cómo ambas categorías «se construyeron con la idea de una relación muy lejana entre ciencia y política, saber y poder, para finalmente reflexionar lo que ha permitido articular, pensar, y conectar Europa y América desde una perspectiva de producción de saber que sea también una perspectiva política». Romano destacó que el siglo XVI es un momento particularmente interesante para observar la dimensión política de la producción científica del mundo.
Indicó que el concepto de «Descubrimiento de América» es muy problemático, pues parte de la idea de una relación con un mundo salvaje. «Desde el momento mismo en que se arma la noción de Descubrimiento de América se rechaza que tenga que ver con la ciencia, y si hay saberes, son los “saberes etnográficos” con los cuales se dice muy poco de este tipo de encuentros etnográficos», sostuvo. Agregó que se podría discutir, reflexionar e investigar cómo la categoría de Descubrimiento de América desarrollada por los españoles se focalizó en temas como las navegaciones y la circulación, sin conectarla con la historia de la ciencia y la tecnología.
Asimismo, retomó los planteos de Alexandre Koyré, uno de los mayores historiadores de la ciencia, que definió el siglo XVI como el momento de la revolución científica. Koyré vinculó la ciencia con el paradigma político de la revolución, y al mismo tiempo no utiliza el término de revolución como una categoría para ofrecer una visión del período con una dimensión política, porque la definición de la revolución científica que propone tiene que ver con saberes como la ciencia, la filosofía, y la teología. Koyré construyó un esquema narrativo para la revolución científica, trabajando con grandes nombres o figuras y sus obras, además de una visión jerarquizada de los saberes.
Romano señaló que «es interesante cómo ambas categorías historiográficas, el Descubrimiento de América y la revolución científica, se construyeron rechazándose entre sí; no hay algo que pueda conectarlas».
Planteó la interrogante acerca de cuáles, cómo, cuándo, dónde y por quiénes fueron realizados los cambios historiográficos que permitieron que hoy en día cuando se habla de los siglos XVI y XVII se pueda tener una perspectiva que no tenga una ausencia total de lo que no es Europa, ni una visión que se limite a un centro europeo y unas periferias, entre las cuales se encontraría Uruguay, dentro de América del Sur. También se preguntó cuáles fueron las condiciones para permitir esto y cuáles serían para permitir otro modelo analítico, para escribir otra Historia. «Esa Historia tenemos que hacerla», enfatizó. Manifestó su convicción que estos seminarios contribuirán no sólo con el análisis del pasado sino también con la construcción del futuro.
La producción científica
Los cambios del futuro coinciden con los temas que se eligieron para los próximos seminarios: actores, instituciones, mediaciones y transacciones, escala global. Resaltó la importancia de estos cuatro temas porque permitieron la salida desde el mundo cerrado koyreano. En cuanto a los actores, señaló que el mundo de Koyré es uno de figuras reconocidas, esto plantea el problema de cómo se construyen los criterios de la identidad del actor principal. Koyré tenía la idea de que existía un corpus de obras que permite definir esta identidad. En las últimas cuatro décadas se elaboraron varios trabajos historiográficos alimentados por las ciencias sociales y la Historia en particular, que introducen la idea de que los actores no se pueden limitar a «los autores de las grandes obras».
Sostuvo que existe una complejización de la noción misma de autor, como en el caso de la primera cartografía, porque un lugar fundamental de producción con el que se debe trabajar es la imprenta misma, donde los autores están adentro y algunos tienen un papel fundamental en la producción misma de lo que va a ser considerada la obra.
La historiografía de Galileo Galilei ha demostrado la complejidad de las interacciones entre las transacciones dentro de las cuales se desarrolló el proceso de producción de su obra. Romano recordó una anécdota sobre Galileo, en la ciudad de Venecia donde vivió durante 20 años, en el puerto de esa ciudad los trabajadores del vidrio eran los interlocutores de Galileo, con los que no discutía teorías pero sí acerca de cuestiones prácticas que le permitieron construir uno de sus instrumentos. La historiadora francesa acotó que ha variado, por tanto, en los últimos cuarenta años la idea de quiénes son los actores con los que tenemos que discutir, buscar datos que nos puedan decir algo sobre ciencia.
Las instituciones al igual que los actores se ampliaron, con esta apertura la reflexión se desarrolló a múltiples niveles, para entender si el trabajo de investigación debía restringirse a las instituciones definidas como científicas; muchos trabajos científicos han demostrado que no. Para Romano, la investigación pueden ayudar más los lugares de saber que las instituciones científicas, porque permiten añadir a la reflexión lugares que no sean necesariamente institucionales, como un salón de clase, un mercado, entre otros. Estos lugares son el marco de encuentros y conversaciones, lo que posibilita también enriquecer el panel de actores.
Asimismo, existen instituciones pueden ser incluidas en la investigación que no se definen como lugares de ciencia. Esta idea deja la posibilidad al historiador de la ciencia de abrir la puerta a la política para que sea otro lugar que aporte a la investigación. «En los distintos ámbitos de la política se encuentran una variedad de personas que ocupan lugares institucionales o no, de poder o no, de saber o no y de saberes muy distintos», afirmó Romano.
Las mediaciones y transacciones siguen siendo el tema mucho más central dentro de los que integran la investigación de la producción de saber. Indicó que los actores, las instituciones y los lugares de saber, con las características que había mencionado anteriormente, nos invitan a crear «escalas analíticas dentro de las cuales podemos ver como ciencia y política se co construyen».
Recordó que su propuesta para la conferencia era repensar el mundo del siglo XVI desde una perspectiva libre integrada, del descubrimiento de América y de la revolución científica, enfocándola en una historia de los saberes. Sugirió que los historiadores de la ciencia abandonen la idea de abordar el siglo XVI desde la palabra ciencia, que no ayuda a la investigación, y sería más enriquecedor analizarlo en términos de saberes. De esta manera podrán «reconectar Europa y América, América y Europa dentro de una historia en la cual las interacciones se pueden pensar».
Perspectiva historiográfica
Luego de finalizar la exposición de Romano, Mandressi hizo referencia a las categorías historiográficas que abordó la historiadora -el Descubrimiento de América y la revolución científica- y reflexionó que la posibilidad de pensar estos hechos en términos de ciencia y política no solamente es una reconfiguración de opciones historiográficas, sino una actitud que conlleva un gesto político.
Romano fue consultada sobre las aperturas del abordaje historiográfico de los saberes, especialmente sobre modos de circulación, y explicó que es muy difícil en la actualidad tener una visión historiográfica completa, dadas las técnicas existentes, pero se debería construir una bibliografía compartida. Señaló que la producción sigue creciendo y el problema es darle un sentido, porque nos hace cuestionarnos sobre la reflexión historiográfica, ya que se debe continuar produciendo datos, saberes y contribuyendo con la producción científica.
Además, indicó que es importante saber desde dónde se habla, porque no es lo mismo hablar desde Europa que desde América Latina en la construcción de un relato historiográfico, por ejemplo. «No hay algo que sea una perspectiva historiográfica global, siempre estamos dentro de una perspectiva situada», aclaró. Al respecto, sostuvo que cuando se lee es importante entender cuáles son los paradigmas analíticos de quien escribe, quiénes son los lectores, dentro de qué paradigmas y qué objetivos se persigue. Esta perspectiva situada tiene relación con la idea de posicionalidad que vuelve con la historia global y entiende que es importante separar el plano afectivo-emotivo del plano social-político. Así como también tener en cuenta la referencia de la cronología a la hora de hablar de la posición, es decir, los relatos cambian según la posición generacional del autor, su género y sus condiciones de trabajo. A modo de ejemplo, acotó que no es lo mismo un relato construido por ella en la actualidad como mujer francesa que los relatos construidos por los franceses ilustrados del siglo XVIII.
Acceda a la conferencia completa en el canal de YouTube de la Udelar