La Policlínica se encuentra a cargo de un equipo de docentes universitarios del Instituto de Psicología Clínica de la Facultad de Psicología de la Udelar y de estudiantes de grado y posgrado de la Facultad. En el servicio hoy se nuclean todas la prácticas clínicas de la Facultad de Psicología en el contexto de la Extensión Universitaria. Las personas que se atienden abarcan una amplia gama de edades desde adolescentes de 14 años a personas de más de 80 años.

Silvana Contino, Encargada de la Policlínica, indicó que a nivel de las actividades de grado, el Servicio cuenta con tres equipos de recepción dirigidos por los docentes Isabel Paz, Roberto García y Pablo Casal, quienes están a cargo de estudiantes del ciclo de formación integral, que realizan en la Policlínica, los primeros contactos clínicos con población usuaria. Por su parte los equipos de atención están a cargo de Silvana Contino, Teresa de Armas, Mercedes Couso, Susana Quagliata, Hugo Selma y Vicente Chirullo.

En la Policlínica funcionan también dos equipos de Evaluación Psicológica, uno de ellos a nivel de grado, que llevan adelante estudiantes de Ciclo de Formación Integral y Ciclo de Graduación, bajo la responsabilidad del docente Hugo Selma. El otro equipo se desarrolla a nivel de Posgrado, y está a cargo de Licenciados que cursan la Especialización de Evaluación Psicológica (Opción Clínica y Forense) y dirigido por la directora de esta especialización, Margarita Fraga.

De Armas destacó que la Policlinica es un servicio extensionista que se puede sostener gracias al compromiso ético de docentes y estudiantes, quienes dispusieron muchas veces sus celulares y su tiempo para trabajar en horarios inusuales, cuando la situación lo requería.

Contino apuntó que en las consultas detectaron que la violencia intrafamiliar, una categoría que abarca varios tipos de violencia (de género, a los adultos mayores, a los niños), aunque ya existía antes de la pandemia, se agudizó en este contexto a causa del confinamiento que redujo la vida de los integrantes de la familia «a las cuatro paredes».

De Armas añadió que en estas situaciones se adaptaron las estrategias de atención, entre ellas las formas de contacto para resguardar la seguridad de las consultantes. Se les propuso que agendaran al profesional de la policlínica en el celular como un amigo o amiga, para evitar repercusiones si la persona que las violentaba podía acceder a su celular, algo que se da frecuentemente. Otra de las estrategias en estos casos fue que docentes y estudiantes flexibilizaron los horarios de atención, que definieron en acuerdo con los pacientes. De Armas recordó que atendieron una paciente a las 11 de la noche y otra a las 3 de la mañana porque era la única hora que podían conectarse.

Contino explicó que cuando llegan las consultas a los equipos de atención de la policlínica, estos realizan un diagnóstico de situación, a través del cual ven cuáles son todas las áreas que han sido afectadas, por una situación del contexto de pandemia agudizada por condiciones previas. Se apunta a trabajar en estas consultas junto con los estudiantes, en red con otras instituciones. El objetivo es, teniendo de referencia donde vive la persona, construir vínculos entre ella y la institución de su territorio que tiene la especificidad de los abordajes definidos en el diagnóstico de situación. En ese sentido han trabajado con el Ministerio de Desarrollo Social a través de Inmujeres que tiene filiales en todo el país, la Casa de la mujer en La Unión, entre otras.

De Armas entendió que fueron situaciones que «pusieron en jaque aspectos éticos cómo preservar la intimidad del usuario y el compromiso con la atención, por lo que hubo que trabajar en profundidad con los estudiantes estos aspectos».

Paz indicó que en 2020, luego del comienzo de la emergencia sanitaria, las personas mayores de 60 años que llamaban para atenderse en el servicio, manifestaban una gran soledad, desgano, apatía, fundamentalmente por estar aisladas de sus familiares. Aparecía frecuentemente en estos casos el miedo a contraer el virus, o contagiarlo a otros, por lo cual estaban aislados y esto había comenzado a generarles un sufrimiento muy importante que tenía efectos en todo el cuerpo, dejaban de comer, no dormían bien. En cambio se vio que los jóvenes que consultaban lo hacían por las mismas problemáticas que se escuchaban en años anteriores en esta franja etaria (estas fundamentalmente tenían que ver con su proyecto de vida más que con el temor al contagio del virus o a la muerte a causa del mismo).

Casal apuntó que aunque los motivos de consulta más frecuentes en los adolescentes y jóvenes en la pandemia, siguieron siendo los mismos, tomaron otra dimensión en este contexto. Si bien no se vieron en ellos consecuencias psicológicas vinculadas a la pandemia en sí (el temor a contagiarse o el fallecimiento), si se percibieron efectos como depresión y ansiedad que ya existían, pero ahora se relacionaban con las repercusiones más secundarias de la pandemia (falta de trabajo, dificultades económicas, interrupción de las rutinas, aislamiento, pérdida de presencialidad en el sistema educativo, e incertidumbre acerca del futuro).

García señaló que la mayor parte de la población que se atiende en el Servicio es la de menores recursos por tanto está determinada por las problemáticas de la realidad económica actual agudizadas por el contexto de pandemia. «Muchas veces los problemas económicos y psicológicos van de la mano», sostuvo. Añadió que es común que las personas de esta población al no tener trabajo permanezcan confinados en su domicilio, un espacio reducido, y eso genera problemas familiares, con la pareja o los hijos o con hermanos y cuñados que viven en el mismo predio o en terrenos linderos. Añadió que en los adultos mayores, aunque se vieron trastornos psicológicos a causa del confinamiento en la mayoría de los consultantes de esta franja etaria, se detectaron excepciones, como el caso de personas ancianas que salían a la calle, hacían sus mandados, sin ansiedad ni miedo al contagio. García indicó que esta diferencia se vincula con el buen acompañamiento familiar que tuvieron estas personas.

«Cuidar a los cuidadores»

En el contexto de pandemia la policlínica incorporó y difundió a través de la página de la Facultad, la posibilidad de atención a los equipos de salud del Hospital de Clínicas. Contino explicó que entendieron que iba a ser el personal que iba a sufrir mayor impacto por encontrarse en la primera línea de contención de la pandemia. El contexto le sumó a las responsabilidades que implica la tarea del equipo de salud, seguir protocolos, tomar sus propias medidas de protección, continuar sosteniendo la atención a la población en otras circunstancias, y trabajar con los riesgos de estar en contacto con población con COVID-19 o potencialmente portadora del virus. «El aumento de la carga horaria, las rotaciones constantes, que cuando están trabajando en CTI y tienen que ver un paciente se tienen que colocar guantes, mascarilla, sobretúnica, y cuando tienen que ver al paciente de al lado otros guantes, mascarilla, y sobretúnica para evitar el contagio de un paciente a otro, es abrumador», apuntó Casal.

Otra de las razones de incluir a esta población en la atención de la policlinica fue que la asistencia académica de la dirección HC les comunicó que se estaba encontrando con situaciones en los equipos de salud en las que era importante ver lo que sucedía en cuanto a los efectos psicológicos que tenía esta nueva realidad en los equipos.

Contino explicó que si bien el espacio está abierto, los equipos de salud no se dieron todavía el tiempo para poder acudir, «es un trayecto que debemos construir», expresó. «Creo que todavía no hemos medido el impacto que va a tener esta situación a largo plazo en los equipos de salud», manifestó Contino.

Casal apuntó que en varios servicios del sistema de salud se ha colocado como prioridad «cuidar a los cuidadores», se han generado recursos como en la Policlínica para atender a los equipos de salud, espacios en los que los equipos podían trabajar y trabajarse, pero en general se ve que no hay un uso, un aprovechamiento de estos espacios por parte de los equipos. Se vieron muchas consultas de médicos, enfermeros, psicológos, así como otros trabajadores de la salud, pero de forma individual. «Quizás esto tenga que ver con cómo se ha entendido y cómo se ha transmitido a nivel de prensa la pandemia, se ha tratado de individualizar la responsabilidad de las personas, lo que hacen y como se cuida cada una y se dejó un poco de lado los aspectos comunitarios y sociales, ninguna persona es un individuo aislado, no se habla de como nos cuidamos entre todos», expresó Casal.

Adaptaciones y atención en el contexto de pandemia

Contino explicó que en marzo de 2020, cuando se decretaron las primeras medidas de distanciamiento social y confinamiento luego de la detección de los primeros casos de COVID-19 en Uruguay, la Policlinica consideró que no podía cerrar sus puertas en ese contexto tan crítico para el país. A la interna de Facultad de Psicología se empezaron a instrumentar servicios a la población que tuvieran que ver con distintas formas de comunicación a distancia y el Instituto de Psicología Clinica del cual depende la Policlínica, comenzó a trabajar para hacer operativa la teleasistencia o la telepsicología.

Señaló que el equipo docente tuvo que estudiar mucho para poder llevar adelante la atención de la policlinica en esta modalidad. y formar a los estudiantes para que pudieran desarrollar la teleasistencia en el contexto de sus prácticas clínicas. En principio se utilizaron exclusivamente las videollamadas y posteriormente se incorporó la plataforma zoom. Indicó que algo que diferencia los servicios de la Policlínica de otras propuestas es que la atención nunca se brindó por vía telefónica.

Manifestó que en el proceso descubrieron la posibilidad de llegada de estos instrumentos, y concluyeron que son herramientas que van a mantener en el trabajo de la policlínica, sumándose a las consultas presenciales, luego que finalice la pandemia. Estos dispositivos facilitaron el acceso a los jóvenes, mucho más habituados a la virtualidad, y a personas de todas las edades que viven en el interior del país, que en otros momentos tenían que trasladarse a Montevideo. Además aumentaron las consultas de personas de población migrante, que habían empezado a aparecer en 2019 pero en forma de casos puntuales.

Hugo Selma añadió que en el caso de la teleasistencia. ya se estaba usando en otros países de la región como alternativa en la asistencia de salud mental, como Chile. En Uruguay se había utilizado hasta el 2020, solo para casos puntuales. Añadió que aunque el país no tiene las dificultades geográficas que tiene Chile y las distancias son más reducidas, existen problemas de exclusión económica, que dificultan a los pacientes llegar a la consulta por el gasto que le insume la locomoción, en especial a los pacientes del interior del país.

Signos y estrategias

Quagliata planteó que algunos indicadores que hay que tener en cuenta para identificar efectos en la salud mental son las alteraciones en el sueño, en las horas de alimentación, ansiedad, enojo. De Armas subrayó que a la hora de pensar acerca de nuestra salud mental ayuda plantearse algunas preguntas como: «¿las conductas basales están sostenidas?, ¿como bien?, duermo bien?». Asimismo estas interrogantes se aplican a los adolescentes y los niños, el exceso de tiempo en espacios reducidos, en contacto con pantallas, causa efectos psicológicos también en estas edades, muchas veces se producen trastornos de alimentación que se suman a la reducción del ejercicio físico. De Armas sostuvo que el cuidado de los niños en estos aspectos implica que el adulto tenga que tener a veces un rol protagónico de sostén.

Para De Armas las estrategias para transitar la epidemia cuidando la salud mental deben apuntar «a que el distanciamiento social no se transforme en un distanciamiento emocional». Considera que es necesario tejer más la red emocional, «hay tratar de buscar ayuda cuando nos sentimos mal, hablar con otros, sostenernos emocionalmente».

Entiende que debemos «utilizar nuestra inteligencia emocional para ampararnos en esta situación que requiere distancia física para prevenir el contagio pero más que nunca cercanía emocional», Subrayó que si no somos creativos y construimos una forma de sostenernos emocionalmente «esto nos pasa por arriba», sumándole todos los efectos que el contexto de pandemia va a generar a largo plazo.

Hablar de salud mental

Quagliata señaló que la comunicación acerca de salud mental es un aspecto fundamental. Entiende que más allá de difundir en los medios los lugares de atención psicológica y los servicios que prestan es necesario que la población conozca los efectos psicológicos que causa la situación de pandemia en su vida por lo que es fundamental que los medios hablen sobre este aspecto. «La información empodera a las personas, las ayuda a comprenderse, y también las impulsa a buscar las vías de ayuda», expresó. Opinó que es necesario mirar las situaciones con una lupa más «complejizante» y no generalizar porque la situación no afecta a todas las personas de la misma manera.

Sostuvo que la gran soledad, el aislamiento, la necesidad del afecto, la necesidad del abrazo, del estar, de compartir, que se hacen visible en este contexto en todas las edades, causan efectos psicológicos, algunos de los cuales todavía no se pueden calibrar porque no han hecho eclosión en la clínica y se van a ver a más largo plazo. «Estos aspectos tienen que estar incluidos en los discursos políticos, acompañando a los riesgos de contagio y enfermedad por la pandemia, las personas tienen problemas de salud mental y hay que atenderlos», expresó. Señaló que cuando las personas llaman a su prestador de salud, la atención se limita a los temas vinculados al COVID y es difícil trasladar otras problemáticas.

Mercedes Couso, consideró que la academia ha aprendido mucho del trabajo en el marco de la pandemia, han adaptado la atención a este contexto pero todavía falta para entender algunas situaciones, entre ellas «la angustia de aquellos adultos que no pueden dejar de trabajar porque sino su familia no come», subrayó. Este efecto se hace visible en las ollas populares, sumado al abandono, en un contexto de vulnerabilidad. Señaló que existen personas de la franja de población más vulnerable que es usuaria de la policlínica, a las que todavía no han podido llegar.

«La pandemia comienza y se desarrolla en una clase social que no tiene nada que ver con la que nosotros atendemos»apuntó Couso. Esto pone de manifiesto «la necesidad de servicios que puedan seguir pensando y apuntando a salidas a través de trabajos extensionistas, actividades en el medio, trabajo en red, medios de comunicación, para poder llegar a esos lugares donde estas estrategias hacen mucha falta», concluyó Couso.

Los comentarios están cerrados.