Hacer visibles las necesidades de los niños

El proyecto surge a partir de un acuerdo entre la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), de la Universidad de la República (Udelar) y el Sistema Nacional de Cuidados (SNC), Programa del Ministerio de Desarrollo Social. Es una propuesta de investigación interdisciplinaria y participativa, orientada a promover la inclusión y el cuidado de la infancia en la ciudad. Se presenta en el marco de la convocatoria a proyectos de Inclusión Social de la CSIC en acuerdo con el nuevo SNC, que apuntaran a alguno de los temas que este aborda.

Goñi explicó que el SNC apuntaba en ese momento principalmente a la instrumentación de estrategias de cuidado a nivel individual y de las familias. Las docentes percibieron que sería importante que desde Arquitectura sumaran a ese aspecto, un abordaje que permitiera planificar y reforzar el entorno común y la red comunitaria habilitando algunos espacios abiertos o cerrados en la ciudad, que fueran un soporte para los cuidados necesarios para los niños de la primera infancia. Consideran que trabajar con los niños de 0 a 5 años es un desafío porque generalmente es mucho más difícil hacerlos partícipes de las decisiones y porque falta producir muchísimo conocimiento acerca de lo que implica ser ciudadano desde esta etapa. Señaló que este marco etario no es excluyente a que en el desarrollo del proyecto participen actores de otras edades, «porque los espacios públicos se construyen con todos, las personas somos seres en relación», apuntó.

Duarte añadió que no está discutido en la sociedad el tema de los efectos positivos que causa la interacción entre niños pequeños y grandes, que se ve principalmente en escuelas alternativas y en escuelas rurales. «Es necesario hacer visible la importancia de que el niño necesita estar en contacto con otros, a pesar de la pandemia, que en algún momento se va a terminar, pero lo que quedan son las secuelas en el desarrollo del niño que dejan el miedo, la soledad, la exclusión, ver al otro como peligro», expresó Duarte.

Goñi señaló que el proyecto tiene dos líneas de trabajo, una es el estudio del espacio urbano, de cuánto la ciudad está preparada para habilitar a los niños a desarrollar sus experiencias lúdicas en plenitud. Otro aspecto de la investigación es el análisis de la comunidad formada por la escuela y la familia, de cuán preparados y equipados están estos espacios, si funcionan en red y en el caso de los ámbitos domésticos cuando son reducidos, si cuentan con espacios complementarios. Añadió que eligieron a la Ciudad Vieja como zona de campo del proyecto ya que el Laboratorio de Urbanismo Colaborativo de FADU en el que trabaja Goñi, venía desarrollando actividades allí en el 2020 a través de un convenio con la Intendencia de Montevideo.

La investigación involucrará a los padres y a los grupos educativos ubicados en el centro del barrio. Goñi acotó que estas instituciones, entre ellas el CAIF, ya han participado en otros proyectos y demuestran gran interés en cambiar las realidades y mejorar la calidad de los espacios que están alrededor en función de lo que a los niños les gusta hacer y de sus intereses. Explicó que a causa de la pandemia y la suspensión de las clases presenciales, se prevé instrumentar un plan B en el que se incluya también la participación de otros espacios como la Plaza 1 y el merendero.

Duarte indicó que su participación en el proyecto tiene que ver con poder comenzar a poner sobre la mesa la importancia de tener en cuenta las opiniones de los niños y las características de su desarrollo a la hora de diseñar productos y, políticas vinculadas con el espacio urbano al aire libre. Recordó que cuando redactaron el proyecto no tenían en vista la coyuntura de pandemia que se iba a instalar en el país pocos meses después. Añadió que la pandemia resignificó la importancia de hacer visible las infancias en la sociedad. Considera que aunque los niños han sido invisibilizados a nivel mundial y a lo largo de la historia de la humanidad, con la pandemia esto se ha profundizado. «Se toman decisiones vinculadas a la vida directa de niñas y de niños y nadie ha dispuesto un tiempo para consultar como ellos están vivenciando los impactos de estos cambios», sostuvo.

Diseñar la ciudad en comunidad

Goñi explicó que el proyecto se inició teniendo como participantes por un lado al Sistema Nacional de Cuidados (SNC), programa del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), y por otro a la División de Espacios Públicos de la Intendencia de Montevideo (IM) y a la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Udelar. El objetivo es llegar a una evaluación de equipamientos, disponibilidad, de cuanto los barrios están diseñados para habilitar todos estos desarrollos de los niños. La idea es colocar el tema a discusión en la comunidad para que ella sea un actor participante para encontrar las soluciones. Señaló que el proyecto apunta si dan los tiempos a identificar algunos espacios potenciales abiertos o cerrados en los barrios, que pueden ser espacios abandonados, o que los trayectos de los niños usen mucho, y reflexionar acerca de como hacer para potenciar esos espacios, a través de pactos con los propietarios o quienes están cercanos.

Luego de ubicados estos lugares planean realizar talleres de codiseño con los padres y con metodologías de auto construcción con la Escuela Universitaria Centro de Diseño (EUCD) de FADU, armar prototipos de juegos que habilitan la exploración, para estos espacios. Goñi acotó que estas infraestructuras sociales no tienen porque ser idénticas en cada lugar, pueden variar según la identidad de cada comunidad. Añadió que se está trabajando mucho en pensar qué tipos de juegos son los más adecuados, si se habilita la intergeneracionalidad en los juegos, entre otras cuestiones. Reconocen que es un debe en Uruguay el tema de recuperar la memoria de los juegos de transmisión cultural que han quedado muy disminuidos con el salto generacional y la tecnología que potenció los juegos electrónicos. Se plantean como un desafío cómo hacer para que esos espacios urbanos retomen la capacidad de las interacciones generacionales entre padres, hijos nietos, que permitan la recuperación de los juegos de trasmisión cultural.

El proyecto también busca hacer visibles las experiencias individuales que tienen los centros educativos y como trabajan a la interna pensando en función del desarrollo infantil. «Hay un montón de gente invisible pero que hace cosas muy importantes que son muy necesarias para transformar las acciones de la sociedad en general con respecto al trato y a los espacios para las infancias», sostuvo Duarte. Otro objetivo es colocar este tema en la agenda de discusión ya que es un aspecto fundamental para el diseño de políticas públicas referidas a la primera infancia. En este sentido no están de acuerdo con reproducir con una política pública que los niños estén excluidos, que sean tratados como no autónomos.

Goñi señaló que el equipo que lleva adelante el proyecto está integrado por dos arquitectos, dos diseñadoras, una psicóloga, y dos antropólogos. Acotó que si bien toman prestado de cada disciplina algunas metodologías, las herramientas que construyen son transdisciplinarias y tiene un perfil de urbanismo participativo, se plantea en conjunto con los grupos de los lugares. «Ni los centros educativos ni los centros especializados, ni las familia, por si solos, pueden generar la inclusión de los niños en una comunidad y un ambiente de vida urbano un poco más amplio», manifestó Goñi.

Duarte explicó que el trabajo con los niños es una parte muy importante de la investigación y se enmarca dentro del curso de educación permanente «El juego no se detiene» que se desarrolla de abril a junio. «La metodología de trabajo ha variado en función de lo que los niños van diciendo acerca de por donde ir, se trata de convertirnos en adultos escuchas sensibles de las voces, es necesario generar confianza para que los niños puedan decir las cosas que piensan», expresó. Añadió que el proyecto se plantea preguntarles directamente a los niños aspectos como qué espacios prefieren, cómo los usan, a qué les gusta jugar, qué cosas podrían cambiar y mejorar en los espacios, entre otros. «Se trata de conversar con los niños con la postura de considerarlos interlocutores válidos, pararse a la misma altura que ellos», acotó.

Goñi añadió que la etapa de observación también implica comprender que los niños viven el mundo a través de una experiencia plurisensorial, muy difícilmente los adultos diseñan la ciudad pensando en el tacto el olfato, los colores, la vista y también a la necesidad de explorar y trepar. El equipo de investigadores del proyecto entiende que es necesario considerar esto con otros lenguajes, a partir de la guía de los niños van analizando que partes de la ciudad están preparadas para ellos. Por otra parte los encuentros con los adultos se instrumentarán como instancias de conversación y de visualización de la situación de los niños en el contexto de pandemia.

El espacio de cuidado de la primera infancia en debate

Goñi resaltó que se encontraron con algunas sorpresas y posibilidades de espacios que no estaban, zonas que antes eran residuales, descampados, baldíos, lugares intersticiales de la ciudad que no se usaban. Considera que la pandemia enlenteció los ritmos frenéticos de vida, de trabajo y estudio, y es una oportunidad de redescubrir la proximidad a través de algunos espacios comunitarios, recuperados para actividades en conjunto entre adultos y niños, como las huertas comunitarias. Acotó que a lo largo de la historia la mayoría de los estudios de arquitectos urbanistas han coincidido en la necesidad de convivencia intergeneracional, «los niños que están más felices son los que están en el medio de las actividades intergeneracionales», sostuvo.

«El debate es si tenemos que cuidar individualmente de una forma que apunte a encerrar, o que los espacios se multipliquen, que tengan las capacidades adecuadas, que sean seguros para la exploración, que respeten las particularidades», expresó Goñi. Añadió que el diseño tiene un rol fundamental en esta transformación, ya que tradicionalmente respondiendo al mercado está pensado para vender en serie, sin embargo el diseño puede apuntar a dar identidad a los territorios y no imponerse desde afuera.

Entiende que es importante salir del propio punto de vista y entrar en el de los niños y entender cual es la tolerancia social que tienen éstos para desarrollar sus experiencias en la ciudad. Señaló que ella está marcada por una serie de espacios físicos, pero también por un conjunto de conductas o barreras invisibles que derivan de comportamientos sociales, como la prohibición en las cooperativas de viviendas que los niños jueguen en determinados predios.

Goñi reflexionó que aunque por la observación se genera una especie de conciencia individual acerca de la pérdida de espacios para los niños, la vida actual hace que la sociedad haya empezado a normalizar este hecho. «¿Dónde está la bandita de niños en la cuadra? ¿Dónde están los que juegan libres con bicicletas?», cuestionó. Apuntó que se observa la diferencia entre los adultos que están en la vereda, relajados, conversando con vecinos y los padres que están vigilando a los niños, «con miedo al otro», algo que la pandemia acrecienta.

Duarte entiende que «Escuchar a los niños para abordar el tema de la primera infancia es un debe en nuestra sociedad y la academia no es ajena a esto, hay muchas investigaciones sobre primera infancia pero ninguna de ellas fue con los niños, en conjunto con ellos, como coinvestigadores, como interlocutores válidos». Sostuvo que los adultos tienen que darse el espacio para pensar en conjunto con los niños y ya no por el niño. «Por más que tengamos las mejores intenciones y muchos libros leídos hay algo que no sabemos y es lo que implica ser niño en este momento», expresó.

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