En la primera jornada expusieron: Magdalena Arnao de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) de Argentina; Lina Meruane de la Liberal Studies de la Universidad de New York, Estados Unidos; y Gabriela Veras Iglesias, de CSEAM. Mientras que en la segunda jornada participaron: Mariana Viera Cherro, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Udelar); Cecilia Marotta, de la Facultad de Psicología; y Rossana Blanco Falero, de la Facultad de Psicología (Udelar). Desde el Portal de la Udelar compartimos lo más destacado de cuatro de estas exposiciones, se encuentran disponibles los vídeos en YouTube para acceder a la totalidad de ambas jornadas.

Epistemologías feministas y maternidades

Magdalena Arnao, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Córdoba (Argentina), centró su exposición en la epistemología feminista, afirmando que interpela lo que en occidente se llama conocimiento científico, obviando otros modos de conocimiento posibles y legítimos. Explicó que «una pata estructural del sistema patriarcal y colonial» es enunciar la realidad de un modo binario y jerárquico según el cual existen solo dos realidades en toda la esfera de la realidad: hombre y mujer. Entonces «no es un sistema de conocimiento, sino un sistema que otorga categorías de existencia a ciertas formas de vida y a otras no». Los feminismos actuales nos aportan otras herramientas, indicó, pero no siempre se comparten lecturas de qué implica el propio feminismo, incluso existen posturas muy antagónicas,  feminismos que no adoptan una perspectiva de género o excluyen la maternidad.

Arnao señaló que para pensar la maternidad hay que hacer una distinción entre la institución y la experiencia. Las maternidades, en los feminismos actuales, «se enuncian en plural porque un singular no podría dar cuenta, a priori, de una vez y para siempre, de una o una serie de experiencias determinadas». Otros hallazgos de los feminismos son respecto a la noción de deseo y de decisión; los feminismos nos invitan a pensar la maternidad en torno y a partir de ambos conceptos.

Asimismo, otra de las categorías a pensar desde las maternidades es el tiempo: «no es lo mismo el tiempo para una madre de clase media que trabaja fuera del hogar, que para una madre campesina, para una madre migrante que está sola con sus hijos». También enfatizó la posibilidad y la urgencia de pensar en el goce en las maternidades: qué vale la pena vivir, experienciar, y cómo.

Maternar es político

La docente e investigadora de CSEAM, Gabriela Veras Iglesias, abordó los avances de sus estudios de maestría que se refieren a las prácticas de los ejercicios de las maternidades desde una persepectiva feminista. En este sentido, aportó a la discusión sobre las nociones de «buena madre» y sus constricciones para la vida de las mujeres, y cómo desde los feminismos se viene tensionando esta categoría y abriendo un debate sobre otras formas posibles de transitar la experiencia de la maternidad. Veras Iglesias es además madre y militante de las colectivas Desmadres y Minervas. Bajo la premisa de que «maternar es politico» reflexionó en el contexto de «tres espacios de enunciación feminista sobre maternidades»: las movilizaciones del 8 de marzo (8M), la colectiva de maternidades feministas Desmadre, y en la performance «Madre regalate libertad», que se realizó en la explanada de la Udelar en el marco del día de la madre en 2018.

Con respecto a las movilizaciones por el 8M, mencionó algunos fragmentos de las proclamas de 2019 y de 2020, en las cuales se hace referencia a las reivindicaciones feministas sobre las maternidades: «Estamos en Huegla feminista, porque deseamos deconstruir la maternidad como institución opresiva. ¡Radicalicemos las formas de maternar para construirlas feministas y anticapitalistas!». Sobre esta reivindicación de 2019, Veras Iglesias sostuvo que se está reconociendo que las mujeres «estamos atravesadas por esa maternidad institucionalizada y eso un posicionamiento político», y de esta manera, queremos construirla desde otro lugar y cuestionar los mandatos que nos oprimen. «Es un desafío que está en construcción», agregó. Mientras que la proclama del 2020 hace referencia a otras reivindicaciones más amplias y expresa que: «Queremos compartir los cuidados, sin reproducir sus lógicas jerarquizantes, degradantes, precarizantes, racializantes. Abandonemos el modelo de buena madre y cuidadoras que el capital y el patriarcado nos impone». En este sentido, la docente afirmó que el tema de los cuidados se vuelve central, porque siempre recae en las mujeres, y por eso es importante problematizarlo para reconocer lo que no queremos y los agobios de la maternidad para poder vivirla desde otro lugar y buscar disfrutarla. «Esa súper madre que se enuncia desde el capitalismo no nos sirve», subrayó. También, agregó otra de las reivindicaciones que se enuncian en la proclama 2020: «¡Queremos infancias y crianzas libres! ¡Queremos cuidar y maternar desde el deseo con el desafío de cambiarnos a nosotras para cambiarlo todo!», y por eso sostuvo que es muy importante reconocer las redes de contención para transitar la crianza de los hijos e hijas y que no recaiga sólo en las mujeres. 

Asimismo, comentó que la colectiva Desmadre surgió a fines de 2017 buscando «construir formas más libres de vivir esta experiencia, que pongan en el centro nuestra experiencia con nuestros hijos e hijas, con quienes compartimos su crianza entre nosotras, aprendiendo a cuidar sin descuidarse, a separar amor del sacrificio». En este marco, reconoció que siguen atravesando las contradicciones a la hora de maternar, por eso es importante entender que el amor no tiene que ser sacrificio y no sentir culpa. Se refirió a la necesidad de criar de forma respetuosa, y enseñarle a los hijos e hijas a reconocer las formas de amar y vincularse de forma distinta para romper con el modelo de la familia heteronormativa y crear otro mundo. 

Por último, relató que la intervención autoconvocada «Madre regalate libertad» fue pensada para cuestionar los ritos que sostiene la institución maternal como el Día de la Madre: qué se regala, por qué regalar, por qué hay un día, por qué hay que comercializar ese día. Comentó que ese domingo se realizó una intervención en la explanada de la Udelar cerca de la Feria de Tristán Narvaja, interviniendo el espacio público, donde madres feministas expresaron con carteles qué quisieran regalarse: gozar, alegría, no tener culpa, tiempo, sueño. También quemaron en una hoguera las frases de lo que no querían. «Es muy significativa esa performance porque se le da un giro a ese regalo ya que se materna todos los días. Además refleja vivirlo desde las ambigüedades de no renunciar al deseo, a la sexualidad, a las ganas de seguir estudiando y reconocer los agobios», indicó. En este sentido, expresó que estas distintas experiencias plantean desafíos de vivir la maternidad desde las ambivalencias y producir nuevos mandatos: «para desear una maternidad, ella tiene que ser disfrutable y permitirnos disfrutar de ese espacio», y «para cambiarlo todo hay que pensar más profundamente cómo queremos crear vida y cómo criar esas vidas nuevas», concluyó. 

La reproducción asistida en el cuerpo femenino

Por su parte, Mariana Viera Cherro, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, comentó aspectos de su investigación sobre tecnologías de reproducción humana asistida. Trabajó con mujeres y clínicas que tuvieron experiencia en esta área, e investigó los procesos de provisión y puesta en circulación de gametos o procedimientos de donación, centrándose en cómo los feminismos han mirado estos procesos y tecnologías de reproducción asistida, los disensos y tensiones que han generado respecto a la reproducción, los cuerpos, maternidades y paternidades, y parentalidad.

En este sentido, hay dos opuestos. La escritora y activista feminista Shulamith Firestone, desde un feminismo liberal, pensaba la posibilidad de las tecnologías de reproducción asistida como una forma de quitarle a las mujeres el peso de ponerlas en una situación de desventaja frente a los varones, porque la gestación ocurre en un cuerpo femenino. Pensaba también la posibilidad o utopía de contar con vientres mecánicos -no mujeres subrogantes-. Por otro lado, autoras como Janice Raymond, con una visión bastante negativa de lo que son estas tecnologías para las mujeres, la igualdad, y el feminismo, señalaban que en una sociedad patriarcal cualquier tipo de tecnología o práctica vinculada a ella va a generar consecuencias negativas: la ciencia en una sociedad patriarcal siempre nos va a llevar por las sendas del patriarcado. Sus investigaciones se centraban en cómo las tecnologías de reproducción asistida en su desarrollo, lejos de llegar a esa utopía que proponía Firestone, habían encarnizado la reproducción en el cuerpo femenino, que se entiende es el reproductivo. Otro grupo de investigadoras, como Donna Haraway, sostenían que estas tecnologías son de doble filo, con aspectos negativos, pero con posibilidades para la igualdad, para pensar otras maternidades o maneras de transitar la maternidad, por ejemplo. Esto, indicó Cherro, nos obliga a mirar el contexto social en el que se insertan esas tecnologías, más allá de considerar que las sociedades en las que vivimos son patriarcales, es necesario pensar en qué tipo de economía y relaciones sociales se insertan estos procesos reproductivos, y a través de qué instituciones o marcos institucionales.

La investigadora señaló que estos debates derivan en encrucijadas de género. Por ejemplo, están quienes defienden la idea de que las tecnologías de reproducción asistida permiten ampliar los proyectos de parentalidad, materializar ciertos proyectos de parentalidad que de otra manera no podrían efectuarse. En términos de lo social, «esto viene a disputar lo que es la heterosexualidad normativa, quién pone el cuerpo para la subrogación y por qué razones, profundiza además los estereotipos de género porque la mayoría de las intervenciones se hacen en el cuerpo femenino, y hay mujeres que consideran que es un trabajo más digno que otros o sienten que aportan al deseo de otras mujeres».

Por último, Cherro indicó que en Uruguay se invisibiliza a las donantes y no hay una particularización de riesgos para las mujeres, lo que se vuelve especialmente importante frente a una bioeconomía que se rige por la sobreproducción. También hay una laxitud en los controles de esta práctica: se amplían los márgenes de biodisponibilidad, ingresan donaciones de ovocitos por canales no institucionalizados, y no hay un control de cuántas veces dona una misma persona, siendo cinco el máximo permitido. Al mismo tiempo, hay un privilegio del genotipo blanco: no se busca tener una donante que luego no tendrá demanda de sus gametos.

Parentalidades, adolescencias y cuidados

Cecilia Marotta, docente e investigadora de la Facultad de Psicología (Udelar), abordó los avances de su tesis doctoral sobre cómo la cartografía y las epistemologías feministas, en articulación, resultan pertinentes para investigar la producción de subjetividad familiar. Para esto mencionó tres orientadores claves a lo largo de todo el proceso, como la mirada adultocéntrica para los temas de familia, la perspectiva de las epistemologías feministas y el método cartográfico de investigación, que es un modo de investigar en producción de subjetividad, es decir de la forma en la que nos constituimos como sujetos, aclaró.

Puntualizó algunas decisiones y abordajes metodológicos realizados en la investigación con adolescentes titulada Ficciones de familias, adolescentes entre cuidados y tránsitos, para la cual entrevistó a adolescentes mujeres y varones para conocer sus historias de vida y a partir de allí analizar los planos de producción de lo familiar. Inicialmente, investigó sobre familias monoparentales y lo primero que le sorprendió es que la situación de la monoparentalidad estaba dada porque sus padres se habían divorciado durante su infancia y que las «prácticas sociales de cuidados desbordaba la categoría de lo uno», y aparecían otras figuras. Indicó que le impactó porque eran distintos los lazos que hacen familia para los y las adolescentes, porque transitaban por diferentes hogares y por prácticas domésticas de crianzas y cuidados.  

Comentó que «abrió un abanico» para pensar las parentalidades «entendidas como el ejercicio de la crianza y el cuidado cotidiano y sobre todo la disponibilidad afectiva, es decir la posibilidad de que los adultos podamos acompañar a los niños y niñas en la humanización». De esta manera, sostuvo que aparecen las parentalidades y las prácticas de cuidados como categorías interconectadas con el sostenimiento de la vida como base. Además, entiende que en la actualidad, las prácticas de cuidados se deslocalizan de las familias porque todas aquellas normas que en la modernidad fundaron un supuesto de familia como la institución del matrimonio, la biparentalidad o la asociación de la parentalidad y lo conyugal empiezan a ser «sacudidas» para pensar la maternidad y la paternidad desde otro lugar. También sostuvo que «la noción de cuidados se amplía y diversifica en distintos espacios de lo social más allá de las familias», es decir, la niñez no es cuidada solo por sus familias, sino que esas prácticas se resuelven por otras esferas como el Estado, el mercado, el grupo de pares y las instituciones, los centros educativos, los clubes deportivos y otras personas que cuidan, por ejemplo, y eso hace cuestionar el cómo queremos criar y cómo queremos cuidar, apuntó. 

Por último, la investigadora se preguntó si es posible «situar a los cuidados hacia los niños y las niñas en un horizonte ético de lo común que esté más allá del Estado, del mercado y de las propias familias» y así pensarlos «como prácticas compartidas y colectivas», partiendo de la certeza de la naturaleza colectiva de la existencia de la vida y así «repolitizar esta tarea tan sutil de los cuidados».

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