La mesa fue organizada por la Comisión Abierta de Equidad de Género (CAEG) y la Comisión de Cuidados de la Universidad de la República (Udelar) y se transmitió en vivo a través del canal de youtube de la Universidad.

Avanzar en una política de cuidados

Arim destacó «la necesidad de que la Universidad de la República tenga una base informacional y de análisis que le permita diseñar construir y proyectar, un sistema de cuidados en la institución». En este sentido señaló que la Udelar se encuentra en una «etapa embrionaria» del diseño e instrumentación de un sistema de este tipo.

Recordó que desde fines de los años 50 a la fecha, con una interrupción durante el período de la dictadura, el servicio de Bienestar Universitario lleva adelante la construcción de una matriz de políticas que permitan mejorar las condiciones de estudio y trabajo en la institución. Estos instrumentos con los que cuenta la Udelar para atender el problema de bienestar, han tenido desde su inicio un componente muy centrado en las personas y para su aplicación se realiza un abordaje desde la perspectiva de requerimientos de apoyo, asociados principalmente a vulnerabilidades de tipo económico financiero. En este marco se encuentran los tradicionales sistemas de becas de alimentación en Montevideo, de transporte, de materiales, de vivienda y algunas becas económicas. 

Arim entiende que esta matriz originaria permaneció casi incambiada desde aquellos años, se extendió pero no se rediseñó para cubrir las nuevas necesidades de trabajadores, docentes y estudiantes. Entiende que la matriz tradicional mencionada, que atiende fundamentalmente la vulnerabilidad de tipo geográfico y la movilidad del interior a Montevideo, no incorpora la dimensión de cuidados y especialmente la desigualdad en términos de género que los cuidados presuponen. Por este motivo el rector identifica la necesidad de «reconfigurar profundamente esta matriz en varias direcciones distintas porque tenemos la obligación institucional de construir dispositivos de cuidados acordes y adecuados para las necesidades de las comunidades universitarias y en particular de las mujeres que las integran en los distintos roles», pensando cuáles de estos dispositivos puede diseñar, construir y financiar la Udelar en la realidad actual. 

El rector destacó que numerosos actores sociales y académicos, entre ellos las panelistas de esta instancia, desde hace mucho tiempo ubicaron el tema de los cuidados en un lugar central y «la Universidad de la República ha demorado mucho en incorporar esto como una dimensión relevante para pensar nuestras políticas institucionales». Considera que algunas experiencias en materia de cuidados impulsadas por las comunidades universitarias como el Centro Universitario de Paysandú y la Facultad de Ciencias Sociales, así como centros de recreación que se instrumentaron en los últimos años en varios servicios, demuestran la necesidad de sistemas de cuidados adecuados y la obligación de la Udelar de cumplir con estos requerimientos. Considera que para implementar un sistema de cuidados que cuente con densidad y sustentabilidad en el tiempo será necesaria la coordinación entre servicios, instituciones y actores sociales. También destacó que la Universidad ya ha tomado medidas en esta dirección y ha decidido redireccionar algunos recursos, 15 millones de pesos, que permitirán ir al encuentro de esta necesidad. «Tenemos que ir por más», afirmó.

«Uno de los nudos de la desigualdad de género»

Bathyanny definió los cuidados como las acciones que se instrumentan para ayudar a las personas dependientes, en el desarrollo y en el bienestar de su vida cotidiana. Añadió que esta idea de cuidados involucra tres grandes dimensiones: la material, que tiene que ver con las actividades concretas de cuidados, la económica que se vincula con los costos directos o indirectos que estos requieren y una tercera dimensión que se vincula con el aspecto emotivo, afectivo, psicológico, que implican. 

Recordó que las tareas de cuidados pueden realizarse de manera remunerada o de forma honoraria y en dos grandes ámbitos, dentro de la familia o fuera de esta en instituciones de distinto orden, públicas o privadas. Sostuvo que aunque la naturaleza de los cuidados depende de en qué situación se realizan, estos tienen en común que en su desarrollo se establece una relación, como mínimo entre quien cuida y quien es cuidado. Añadió que en el cuidado se entrecruzan muchas dimensiones que son esenciales a las políticas de desarrollo, como las vinculadas a las desigualdades de género, a las desigualdades socioeconómicas, a las dimensiones o matrices de la protección social y a los derechos humanos.

Señaló que aunque en Uruguay existe una política pública en materia de cuidados, el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, en nuestro país este trabajo todavía lo siguen realizando las mujeres en un 80%, en la mayoría de los casos en el ámbito familiar y de manera no remunerada. Además, quienes realizan tareas de cuidados de forma remunerada, trabajadoras domésticas en los hogares que cumplen estas funciones, trabajadoras del sistema de educación inicial, entre otras, son mayoritariamente mujeres. Bathyanny agregó que estos datos surgen de las encuestas de uso del tiempo y recordó que la primera de este tipo de encuestas fue realizada por la Udelar en 2003, completamente desarrollada con fondos universitarios de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC).

Planteó que se debe entender a los cuidados como un derecho asumido colectivamente, prestado por servicios que tiendan a maximizar la autonomía y el bienestar de las personas y las familias y donde el Estado en sus distintos niveles tiene una responsabilidad directa. Para Bathyanny los objetivos de estas políticas públicas de cuidados son: redistribuir, en el sentido de entender que los cuidados son una responsabilidad colectiva y no exclusiva de las mujeres, revalorizar, o sea darle a los cuidados el lugar que se merecen como una dimensión esencial del bienestar y reformular esta idea de base de los cuidados asociada exclusivamente a lo femenino y a las familias.  

A nivel internacional existen tres políticas públicas que se aplican mayormente en la actualidad, una de ellas se enfoca en el tiempo disponible de las personas para compatibilizar las tareas de cuidado con las otras dimensiones de la vida, en este grupo se encuentran la política de licencias. Las otras dos políticas son las de servicios de cuidados, ya sean estatales o no y las que se manejan en términos de prestaciones que consisten en beneficios monetarios para que las familias puedan resolver a través de estos sus necesidades de cuidados. Acotó que las investigadoras de la Udelar en esta temática consideran que es necesario agregar dos políticas más, una de ellas, dirigida a los aspectos culturales, que trabaje directamente sobre la modificación de la división sexual del trabajo y sobre la redistribución del cuidado y de los roles. Una quinta política propuesta tiene que ver con revalorizar los empleos y formaciones asociadas al cuidado remunerado.

La investigadora valoró positivamente que el tema de cuidados haya ingresado en la agenda pública de Uruguay y en la agenda de la Udelar. Señaló que tiene «la convicción personal y académica que los cuidados son uno de los nudos críticos de la desigualdad de género a nivel social y de la Universidad». En lo que se refiere a las políticas de cuidados en el ámbito específico de la Udelar, Bathyanny resaltó la necesidad de incorporar la idea de la corresponsabilidad institucional en esta materia. «Esto quiere decir que la Universidad de la República es corresponsable en materia de cuidados, en términos de la población que le compete, es decir todas aquellas personas que de una manera o de otra estamos vinculadas a la Universidad de la República, estudiantes, trabajadores y trabajadoras», afirmó. Añadió que es necesario que la Udelar rompa con la visión de que el cuidado es un problema privado, de la familia, de las estudiantes y de las trabajadoras docentes y no docentes y para esto es necesario que coloque en el centro al problema de las desigualdades de género. Esto le permitirá, empezar a ver cómo romper con las prácticas naturalizadas que asignan a las mujeres las tareas de cuidados, lo que está demostrado que da origen a las desigualdades de género en el ámbito universitario. 

En cuanto a las medidas a tomar en la Udelar para atender este tema, entiende que una de las más urgentes es instrumentar un sistema de cuidados orientado a los niños y niñas de 0 a 3 años. Otra acción a llevar adelante es incluir sistemas de cuidados y recreativos para hijos e hijas de los trabajadores, trabajadoras y estudiantes similares a las experiencias que se están desarrollando de manera parcial en varios de los servicios de la Udelar, para los niños y niñas mayores de 3 años y hasta los 12 años, incluso en el turno al final del día. Señaló asimismo la necesidad de avanzar en un ajuste de la normativa universitaria actual que existe a nivel de concursos como de evaluación del personal, para que esta contemple la dimensión de cuidados de toda la población de la Udelar. Acotó que si la institución quiere realmente darle centralidad a los cuidados tiene que adjudicar recursos, de lo contrario «sólo es discurso». «Articulemos, busquemos, seamos creativos, pero no nos olvidemos de la dimensión recursos del presupuesto universitario para estas políticas», concluyó.

Reglas de mercado

Por su parte Salvador analizó esta problemática desde el punto de vista económico, con un enfoque desde la economía feminista. Explicó que ella y otras colegas han trabajado sobre este tema en vinculación con las mujeres universitarias o con nivel de grado terciario. Estudiando los impactos de la desigualdad en este grupo, observaron que estos se verifican en el mercado laboral y en los lugares de toma de decisiones, entre otros ámbitos.

La economía feminista aporta una mirada alternativa al enfoque ortodoxo, que tuvo un empuje tan importante en los años noventa que impregnó toda la organización del sistema económico en función del objetivo de la liberalización de los mercados y de las relaciones laborales, explicó. La economía feminista busca mostrar que tal como funciona actualmente, el sistema capitalista opera en la lógica de la maximización del beneficio y es un modelo que presenta defectos por no valorar adecuadamente los recursos humanos y ecológicos. Contemplando estas dos dimensiones, el enfoque feminista plantea transformar los objetivos económicos hacia la sostenibilidad de la vida.

Salvador se refirió al trabajo no remunerado, que no solo incluye los cuidados sino el trabajo doméstico en general. El desarrollo de una política pública que se centre en los cuidados se justifica en el hecho de que las sociedades no los resuelven y en que «es lo único que uno no puede mover en el tiempo», el cuidado de los niños u otras personas dependientes no tiene un horario definido, es constante, por eso genera tensión con el trabajo remunerado, señaló. En cuanto al trabajo doméstico, explicó que en ocasiones se vincula directamente con el de cuidados dado que cuando una persona da cuidado a otra y la ayuda a comer, esto implica que haya una comida preparada. Tanto el cuidado de las personas como el cuidado del hogar funcionan en paralelo al trabajo remunerado.

Esta realidad convive con la lógica capitalista, que busca la intensificación del uso del recurso humano en el trabajo remunerado al precio más barato posible, señaló Salvador. Además, se considera que el trabajo de cuidado no requiere calificación, y esto es también algo que hay que transformar, «es poco valorizado porque se hace en forma gratuita pero en realidad tiene un costo para quien lo hace. Todo esto dentro de la economía genera unas tensiones», indicó. Cuando las mujeres tienen mayor nivel educativo y mejor remuneración, pueden contratar más de estos servicios en el mercado, pero cuanto menor sea su remuneración menos posibilidades tienen de hacerlo, «entonces la mercantilización de estos servicios colide con las verdaderas posibilidades de transformar esa desigualdad de género que hoy impregna nuestra sociedad», planteó.

Según el enfoque de la economía feminista debemos «ser amigables con esas dos formas de trabajo, remunerado y no remunerado, y para eso se requiere avanzar en medidas de corresponsabilidad» de modo que las condiciones que regulen a uno y otro estén en sintonía y no prime uno sobre el otro. Las normas que regulan el trabajo remunerado, por ejemplo en la Udelar, son las que ya están definidas en el modelo de trabajador ideal, «sin responsabilidades de cuidado, que es como se construye el sistema capitalista, basado en una fuerza de trabajo masculinizada», explicó, «pero en los noventa se da un ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral que a la vez mantienen esta carga de cuidados, invisibilizada, realizando esta doble jornada y viviendo estas discriminaciones que se asumen como dadas». 

«El mercado es así, esto es lo más difícil de transformar, no solo en el sector privado sino también en la Udelar», planteó Salvador, «y ahí es donde hablamos de estereotipos de género, tenemos que ver cómo repensar estas normas a veces escritas y a veces no, por eso es positivo revisarse a la interna y también la práctica cotidiana». Cuando se identifica que en cualquier carrera profesional las mujeres están significativamente representadas en los niveles bajos y a medida que avanza la carrera se van perdiendo «es porque en el medio pasó algo que no es la elección libre en igualdad de oportunidades», afirmó «¿en qué pensamos cuando pensamos que hay un desempeño más o menos exitoso? ¿cuánto de esto pesa y cuánto medimos de esto?»

Ante la necesidad de transformar normas, debemos cambiarlas tanto para los varones como para las mujeres, contemplando que los hombres también tienen responsabilidades de cuidado que atender, expresó, «por eso también el cambio cultural es tan importante y a veces es tan importante que lo muestren quienes hoy están en cargos de responsabilidad dentro de la Universidad». Es necesario ir hacia una distribución más equitativa entre el trabajo remunerado y no remunerado para lograr que la distribución primaria de recursos entre hombres y mujeres, que ahora es desigual, ya sea más equitativa. Es decir que la distribución sea más justa cuando cobramos nuestros ingresos y no sea necesario compensar con políticas sociales o vinculadas a la seguridad social, como las pensiones y otras medidas que buscan reparar la desigualdad provocada por el tiempo que dedican las mujeres al trabajo no remunerado, sin ingresos ni aportes a la seguridad social.

Mesa completa en el canal de Youtube de la Udelar

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