Elina Gómez, docente de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), explicó que Cruzar es un proyecto interdisciplinario surgido en la Universidad de la República (Udelar) en el año 2018, que involucra a docentes, egresados y estudiantes de diferentes servicios universitarios como las Facultades de Ingeniería (Fing), de Información y Comunicación (FIC) y de la FCS, con el apoyo de la organización Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos y en acuerdo con el Grupo de Trabajo Verdad y Justicia. La Facultad de Ciencias Sociales fue el último servicio en integrarse, en 2020. El proyecto busca recuperar, sistematizar y analizar todos los documentos que conforman el Archivo Berruti -que fue encontrado durante la administración de la ministra Azucena Berrutti en el año 2007- que cuenta con más de 3 millones de imágenes. Describió que «es un archivo que se encuentra microfilmado y que se estructura como una unidad entre los rollos de microfilm y sus imágenes digitalizadas». El paso cero en este proceso es recuperar y pasar de esas imágenes a texto, transcribir lo que contiene la imagen para que ese texto sea procesable y analizable, aclaró. 

En Cruzar trabajan de forma estable docentes de las tres facultades que integran estas tareas como parte de su trabajo; también participan egresados y estudiantes voluntarios.

Herramientas para acercar a la memoria y la verdad
Para transcribir se usan técnicas de OCR -reconocimiento óptico de caracteres-, para lo cual es clave el rol de la Fing que lidera estos procesos, explicó Gómez. En ese marco se desarrolló LUISA -Leyendo Unidos para Interpretar los Archivos-, una aplicación para la transcripción colaborativa que sirve para interpretar fragmentos de texto. «Cualquier usuario que quiera colaborar entra a la aplicación y ahí puede transcribir pedacitos de texto que se le van brindando en imágenes», explicó. La intención de LUISA es la transcripción en sí misma para recuperar los documentos, en base a una evaluación de las mejores transcripciones,  «es decir, para un mismo texto se evalúan cinco transcripciones y se elige la que tiene mayor frecuencia, si tres personas de cinco entendieron la misma palabra o frase, se toma esa interpretación». Además, a partir de LUISA se pueden aplicar técnicas y algoritmos para corregir un texto, predecir lo que dice y así mejorar la calidad de la transcripción mediante OCR. Como el archivo es muy grande y se van integrando otros documentos, también se van integrando otras herramientas más orientadas al procesamiento y análisis: «LUISA es una forma de entrenar ciertas técnicas de transcripción», sostuvo, «es lo más visible y más reconocido pero en realidad representa el paso cero para el resto del trabajo», aclaró Gómez.

Por su parte, Lorena Etcheverry, docente de la Fing, agregó que «LUISA fue la primera herramienta que surgió y además hasta el momento es la única que es pública». El proyecto Cruzar se ha ido desarrollando en forma espontánea, a medida que van apareciendo necesidades, explicó. En un comienzo docentes de la FIC, como Samuel Blixen, se acercaron al Instituto de Computación de Fing para optimizar las técnicas de OCR que utilizaban, porque la calidad de las imágenes dificultaba el reconocimiento. A partir de allí se incorporaron también docentes del Instituto de Ingeniería Eléctrica. Entonces se generó LUISA, que es una idea bastante innovadora de sus colegas Ignacio Ramírez y Gregory Randall para que las personas puedan colaborar y es «súper interesante porque también busca que la ciudadanía se comprometa».

Goméz explicó que se fueron creando nuevas herramientas y llevan el nombre de madres de personas detenidas desaparecidas para homenajearlas. Una de ellas es Luz, una herramienta de búsqueda a texto completo que trabaja sobre los que ya fueron recuperados mediante el OCR. Etcheverry comentó que Gómez «está trabajando fuertemente» para que se utilice esta herramienta, que los equipos de FIC la prueben y así evaluar qué aspectos modificar. «Creo que la no presencialidad en cierta forma afectó bastante el ida y vuelta, pero espero que podamos retomar ese camino y capitalizar todo el esfuerzo que ha ido en el desarrollo de esto», auguró Etcheverry.

Gómez señaló que en estas transcripciones hay menor o mayor calidad y el equipo maneja un «puntaje de calidad». A partir de ahí, utilizando Luz, se pueden realizar búsquedas específicas de fechas, nombres u otros términos. Es una herramienta que permite encontrar fácilmente en qué imágenes se menciona cierta o ciertas palabras. Hasta el momento trabaja con la totalidad de los archivos, los 3 millones, a partir de sus transcripciones, ya sean de mayor o menor calidad, indicó.

La socióloga también se refirió a la herramienta llamada Amalia, que se desarrolló en la FCS, con apoyo desde la Fing para la mejora de los tiempos de respuesta: «busca ir un pasito más y trabaja sobre el análisis» aplicando técnicas de minería de texto. Amalia solo se aplica en transcripciones de buena calidad, actualmente con esta herramienta se manejan 107.000 documentos de esos 3 millones. Esta herramienta no solo permite la búsqueda sino también enfocarse más en el análisis. Para esto se trabaja utilizando diccionarios, explicó Gómez, de esta manera se acota el universo de palabras y es posible buscar determinados términos que se incluyen en los diccionarios como por ejemplo, nombres de militares, nombres de personas desaparecidas, lugares o fechas, apuntó. «Esto permite navegar dentro de los documentos pero ya con una búsqueda más focalizada e intencionada que permite relacionarlos», indicó. Aclaró que estas son aplicaciones que están en versión de prueba.

Etcheverry agregó que Luz y Amalia fueron desarrollos paralelos y algunas de sus funciones son parecidas. En el caso de Amalia, el fuerte es el análisis cualitativo de los contenidos de los textos y al buscar en ellos los términos que aparecen frecuentemente juntos, «trata de descubrir cuáles son los temas de los que se está hablando». Con respecto a Luz, la ingeniera contó que «nuestra aspiración es que Luz sea como el Google de los archivos de la dictadura, que sea capaz de buscar casi cualquier cosa y estamos trabajando justamente en agregarle más inteligencia para que sea mejor buscando». Actualmente otra línea de trabajo se enfoca en construcciones para visualizar información relevante contenida en los documentos, tales como líneas de tiempo, expresó: «para eso tenemos un prototipo hecho, basado en los datos del escalafón militar; hoy en día podés visualizar para cada uno de los militares de quienes tenemos datos, en qué unidad y lugar estaban, qué cargo y posición tenían en cada momento del tiempo», explicó. Este trabajo «permite encontrar gente que dice que no trabajaba en tal lugar en cierto momento, pero que efectivamente hay datos que dicen que trabajaba allí, o detectar personas que coincidieron en el tiempo en una Unidad». «Esto empieza a ayudar a entender cosas y a desarmar mentiras», afirmó. 

Otra de las herramientas es el LabelMe; se utiliza en la FIC y permite la clasificación de documentos. Patiño, que colabora en el proyecto Cruzar desde su inicio, explicó que es un programa de software libre que se adaptó para este proyecto, estableciendo campos de interés de los documentos que indican «en qué hay que fijarse», de ese modo se van completando campos principales y derivados. «Por ejemplo, no alcanza con decir solamente “Ejército Nacional” sino que es importante saber la Unidad, porque así se puede seguir toda la cadena de mando, que a los efectos del análisis es muy importante», aclaró. Etcheverry indicó que contar con estas etiquetas, de manera que se especifique, por ejemplo, si un documento es una acta, «ayuda después a tratar de identificar automáticamente otras actas».

Patiño aclaró que es importante tener en cuenta que el Archivo Berruti es un conjunto de 3 millones de documentos desordenados que no tienen un hilo conductor, que proceden de muchas unidades del Ejército, de la Policía y de organismos oficiales. Si bien hay una idea cronológica en los nombres de los rollos, que indican años, «en realidad siempre hay documentos de otros años, te podés encontrar con cualquier cosa en cualquier época». Por tanto, LabelMe ayuda a ordenar esos documentos. 

Gómez acotó que el uso de LabelMe sirvió para poner a funcionar Luz: «el etiquetado permite acotar una búsqueda, por ejemplo, solo en documentos que son interrogatorios». Partiendo desde LUISA, cuanto mejor funcione la transcripción colaborativa y más gente colabore, más rápido se va a llegar a una mejor transcripción y eso va a alimentar tanto a Luz como Amalia, porque hay una complementariedad entre ellas, señaló. Además, «a medida que se llega a una buena transcripción del Archivo Berrutti, en cualquier otro archivo que se integre se van a poder hacer buenas transcripciones y eso se va a poder integrar a las otras herramientas». 

«Los documentos ayudan a reconstruir»

El acceso al Archivo Berrutti hoy en día es restringido a quienes trabajan dentro de este proyecto, pero recientemente la Universidad discutió la posibilidad de dar mayor accesibilidad a los documentos, indicó Gómez. Etcheverry agregó que recientemente el Consejo Directivo Central de la Udelar aprobó una propuesta para establecer un convenio con la Institución Nacional de Derechos Humanos, a fin de «generar un servicio donde la Udelar brinde acceso a Luz y a Amalia a la ciudadanía. Estuvimos dos años trabajando en eso. Es muy importante, y aunque todavía no se firmó, este ha sido el gran logro».

Patiño explicó que tanto en Madres y Familiares como en otras organizaciones de derechos humanos «existía siempre la preocupación de que estos documentos fueran de acceso libre al público, a las víctimas y a todos. Porque de alguna manera eso ayudaría a reconstruir la verdad. Para nosotros la verdad no es solamente lo que está en los documentos militares ni solamente en los testimonios, es mucho más compleja». Al momento de impulsar el proyecto Cruzar, la organización creía importante juntar todos los documentos en un mismo lugar, lograr que se produjera análisis y se obtuvieran conclusiones en un mediano o largo plazo, explicó.

Agregó que anteriormente siempre se abordaron estos documentos en forma parcial, «incluso en la Justicia, porque lo que se busca es el procesamiento, no se está buscando la verdad. Estos documentos han servido para procesar a mucha gente; el problema es que cuando se llega a procesar a determinados militares o responsables de los hechos, se termina el análisis de los documentos, entonces la verdad queda a medias», sostuvo.  

Destacó que este archivo fue entregado a Madres y Familiares por el Grupo de Trabajo Verdad y Justicia de Presidencia de la República. «Nosotros pedimos la documentación que había en el archivo del Grupo a los efectos de procesarla en este proyecto en la Universidad. El coordinador del Grupo, que en ese momento era Felipe Michelini, redactó una carta aclarando en qué condiciones se nos entregaban, por tanto estamos obligados a cumplir el mandato que nos dieron junto con esos documentos. No los podemos censurar, ni esconder, ni utilizarlos para nosotros mismos. Ese es el mandato inicial y peleamos por eso», expresó.

Cruzar comenzó con un llamado a proyectos de extensión en derechos humanos de la Comisión Sectorial de Extensión y en el Medio, indicó Patiño; ahora «se está creando una institucionalidad que excede eso y nosotros pretendemos que lo exceda porque esta es una tarea interdisciplinaria, no es de una disciplina sola. Cuantos más ingenieros, sociólogos, politólogos, historiadores, etcétera, participen, mejor».

Tanto Patiño como Gómez afirmaron que el estudio de estos documentos en forma manual sería prácticamente imposible, aún si estuvieran ordenados. «Tenemos documentos desde 1971 al 2002 e incluso hay algunos artículos de diarios y otros archivos hasta de los años 40, que se incluyeron porque se interrelacionan con los documentos de este periodo», destacaron. Además, al Archivo Berruti se van incorporando documentos de la Armada y de la Dirección nacional de información e inteligencia, así como legajos de militares que fueron solicitados por la Justicia.

Respecto a los aportes de este proyecto al conocimiento del pasado reciente, Patiño indicó que «ha sido muy positivo el hecho de simplemente instalar la idea de que esto se puede hacer, de arranque. También superamos algunas trabas que teníamos al principio, por ejemplo, una idea de que solamente los historiadores podían involucrarse en esta tarea, o las dificultades para que los proyectos desde Fing estuvieran unidos e integrados a nuestra tarea. Porque a pesar de ser específicos y muy profesionales tienen que estar integrados, si no el trabajo pierde sentido, la herramienta sola no va a servir, como tampoco sirve solamente la investigación nuestra». 

Patiño mencionó algunos hallazgos en el análisis de estos documentos. Por ejemplo, «había una mezcla de información sobre cómo funcionaban los organismos represivos; con las interpretaciones que había parecía que eran todo lo mismo. Nosotros fuimos encontrando información que ayudó a ver cómo era la línea de mando y así los responsables de las decisiones que fueron tomadas. Eso costó mucho tiempo, es una reconstrucción que se va haciendo de a poco a partir de muchísimos documentos». 

También fue posible conocer el momento de creación del plan Cóndor, en 1975, e identificar grupos de coordinación represiva anteriores y posteriores a la implementación de este plan. Otros ejemplos aportan a la reconstrucción de la situación de ex detenidos desaparecidos como Fernando Miranda y Eduardo Bleier, cuyos restos fueron hallados en el Batallón 13 de Infantería. Dado que previamente ambos estuvieron recluidos en el Servicio de Material y Armamento del Ejército (o «300 Carlos»), las investigaciones procuraron establecer cómo se relacionaron y articularon estas Unidades, sus respectivos jerarcas militares y subalternos. 

«Todo esto ayuda a la Justicia a buscar los responsables, a ver el hilo conductor hacia dónde va y dónde buscar», afirmó Patiño, «hemos llegado a la conclusión de que la información sobre los desaparecidos está, lo podemos probar a través de documentos. Se dice que si se mueren los que saben, se acabó la historia, pero eso no es así porque hay algo institucional, no de una persona a la que se le ocurrió matar y enterrar. El cuento no debe ser ese, no es la realidad. Todo se anotaba y se registraba. Todos los documentos ayudan a reconstruir. Y hay documentos que no conocemos, que sabemos que existen pero que los tenemos negados. Hay mucho más conocimiento de lo que sale a luz». 

Afirmó que Cruzar se encuentra en un punto de quiebre, porque el trabajo en el nivel técnico y de análisis que se está realizando va a facilitar el acceso a más gente, esto permitirá «unir todas estas partes» y dar un gran impulso hacia los objetivos de este proyecto. 

Verdad en la interdisciplina

Gómez destacó que es fundamental integrar los diferentes niveles en este proyecto, el nivel técnico y el del conocimiento que aporte a entender estos hechos, «porque una cosa sin otra no tiene mucho sentido. Hay documentos que tienen ciertos códigos que los asocian con otros; ir reconstruyendo es también saber qué es lo que busco, cómo lo busco y cómo eso se integra con otros documentos». Sobre la interpretación de ciertos códigos militares que pueden encontrarse en los documentos, señalaron que no fue posible conseguir la colaboración de personas con formación militar. Al respecto Patiño indicó que «la persona que es militar, es militar en primer lugar y luego viene su conducta política porque conserva determinados criterios que están marcados por la formación. Desde que se entra a la Escuela Militar, quien no respeta las órdenes, enseguida es sancionado». 

Para Gómez, una clave en el trabajo que se realiza en la Udelar para el conocimiento del pasado reciente está en la interdisciplinariedad. Esta «es fundamental en este tema que es muy complejo, también por la forma en que está encarado el proyecto Cruzar, en un proceso que va desde una técnica específica de transcripción, de buscar la mejor manera de identificar y corregir textos, o de identificar un sello, o una herramienta que pueda etiquetar un documento -todo desarrollado en plataformas de software libre-, hasta interpretar los documentos y vincularlos. Esto abarca un trecho muy amplio entonces esa interdisciplinariedad desde la Universidad, integrando los diferentes servicios, hace que se aporte a todos esos niveles». 

Las herramientas que se están utilizando van a servir para mejorar las vías de acceso no solo a investigadores sino a todas las personas que lo soliciten, agregó, «van a ser como la puerta de entrada al archivo, porque si no, la puerta de entrada sería ir a ver imágenes una por una. El aporte de las herramientas tiene esa doble intención, una más analítica, de interpretación e investigación, y otra que cobra relevancia en este momento en que se está hablando de la accesibilidad. Aquí estas herramientas aportan una vía de entrada a un archivo masivo (y no solo uno), totalmente desestructurado», enfatizó.  

El lugar de la ética

Al evaluar el acompañamiento que se realiza desde la Udelar a la causa de Madres y Familiares, Patiño expresó «para nosotros la Universidad es como una isla de libertades y de posibilidades. Siempre fue, y no siendo universitarios siempre defendimos a la Universidad, entre otras cosas porque institucionalmente, a pesar de las discusiones y distintas posturas que puede haber habido, siempre se ha parado de un lado ético y del lado de la verdad y la justicia. Conservar eso para nosotros es el alma, más allá de las dificultades que podamos tener». Este proyecto logra «desentrañar y meterse en una hendija donde era difícil entrar», señaló, y uno de los principales aspectos a valorar es que se basa en documentos, no en versiones ni testimonios que puedan contener una parte de la verdad.

Patiño valoró en especial el aporte de la extensión universitaria, que dio origen a Cruzar: «para mí es una herramienta formidable que tiene el valor enorme de contribuir a reflejar los problemas reales que tiene la sociedad, que es algo que no se encuentra dentro del aula o leyendo libros. Con extensión o sin ella la Universidad no debe perder esa mirada y ese acercamiento a la sociedad». 

«Nuestro interés es que este proyecto trascienda a las personas que lo crearon y que se generen bases sólidas para que se pueda aplicar en otros campos, y así lograr que las distintas disciplinas sean complementarias y que se sepan respetar. La idea es mantener esto vivo, que se vaya desarrollando y haciendo fuerte», agregó.

La Marcha del Silencio pertenece a la sociedad

Para Nilo Patiño, la 27a Marcha del Silencio es «volver a las calles que nos da la fuerza para trabajar todo el año». Considera que es la marcha es «la demostración más grande que tenemos desde hace mucho tiempo y esto que se ha ido construyendo» y recordó que al principio no eran numerosas y las construyeron sobre todo las madres fundadoras que pusieron las piedras fundamentales de la organización. «Hace unos años que se ha ampliado a la juventud, que es para mí una maravilla» porque «todo lo que hagamos por la memoria si no tenemos receptor cae en el vacío. Entonces que haya gente joven movilizada y preocupada por esto, que no es del pasado, porque son cuestiones éticas, nos parece super importante. No es simplemente un eslogan», afirmó. En este sentido, aseguró que la marcha «de a poco se ha ido metiendo en la sociedad de una forma que creo que es irreversible porque ya no pertenece a Familiares, pertenece a la sociedad». Se refirió también a las actividades que realizan los equipos de fútbol reivindicando la memoria que  «para nosotros antes era impensable». Explicó que desde la organización han luchado para que Mayo sea un mes de la memoria porque hay actividades que concluyen el 20 de mayo pero es muy importante todo lo que se realiza previamente en todo el país. 

Entiende que esta es una causa que «socialmente es de las más potentes junto con la del 8 de marzo». «Esas madres que construyeron ese pequeño grupo de dignidad creo que estarían muy satisfechas de saber lo que pasa hoy», afirmó.

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