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Agua en el Uruguay: Cambiar la pisada para obtener otros resultados
En los últimos años cada vez más expertos alertan acerca de la escasez de agua en el mundo, el cambio climático y la contaminación ambiental atentan contra este recurso vital y Uruguay no está fuera de esta problemática. ¿Cuál es la situación actual de Uruguay en esta temática y cuáles los posibles caminos para revertir esta situación? Para abordar estas interrogantes, el Portal de la Udelar dialogó con el doctor Daniel Panario, profesor Grado 5 de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), director del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales y coordinador del Programa de Posgrados en Ciencias Ambientales de la Udelar.
![Panario color_2022_](https://udelar.edu.uy/portal/wp-content/uploads/sites/48/2023/02/Panario-color_2022_-1024x985.jpg)
Panario se dedica al tema contaminación del agua desde la década del 60 cuando comenzó a trabajar como investigador en el Ministerio de Agricultura y Pesca. «El cambio de matriz productiva en Uruguay ha generado una problemática a la que no estábamos acostumbrados, que hace que todas las vías de drenaje se encuentren al borde de la norma en materia de fósforo disuelto», señaló el investigador. Explicó que esto tiene como consecuencia que cualquier embalse, cuyo fin es la acumulación de agua, se convierte en «una posible y casi segura concentración de cianobacterias».
De precursoras de vida a contaminantes
El investigador explicó que las cianobacterias, a las que hoy se les llama algas ya que se descubrió que son bacterias que tienen capacidad fotosintética, están en el planeta hace miles de millones de años, son las precursoras de la vida en la tierra por su capacidad de separar el oxígeno del agua. Lo que sucede es que en la actualidad «les hemos dado las condiciones para que exploten», aclaró.
Resaltó que hoy prácticamente todos los reservorios de agua del territorio nacional presentan floraciones de cianobacterias, algunos de ellos en condiciones muy graves como los de las represas del Río Negro. El docente alertó que cuando llueva lo suficiente para que estos reservorios desborden o se abran compuertas, las cianobacterias pueden contaminar otras regiones del país, como sucedió en una situación similar cuando llegaron hasta las costas de Canelones, San José, Colonia, Maldonado y Rocha.
Herbicidas, fertilizantes y represas
Se detectan dos contaminantes que concentrados en el agua facilitan la proliferación de cianobacterias: el fósforo -un elemento soluble presente en fertilizantes y plaguicidas como el glifosato, que utilizan las nuevas formas de producción, o bien insoluble pero que en condiciones de falta de oxígeno se vuelve disponible-, y el nitrógeno, proveniente de diferentes fuentes, pero fundamentalmente aportado por los fertilizantes.
Una de las condiciones que favorece el desarrollo de cianobacterias son los embalses o represas de todo el país, como las que existen en forma numerosa en el Río Santa Lucía. Basta que llueva lo suficiente para que esas pequeñas represas que acumulan cianobacterias en su superficie se desborden. Las cianobacterias pasan así al río hasta que la corriente se las lleva. Panario explicó que se requiere un manejo muy complicado de las represas para que no se eutroficen (acumulen nutrientes); son cuerpos de agua que concentran el fósforo ya que no tienen la capacidad de autodepuración con la que cuenta un río.
Una de las fuentes de utilización de fósforo son los cultivos transgénicos como la soja, con el agravante de que los plaguicidas van generando resistencia y así surgen de continuo nuevas sustancias, «se utiliza un cóctel de plaguicidas y de fertilizantes cada vez que plantas soja». Panario recordó que antes los plantadores de soja enterraban el fósforo pero hoy los gobiernos no le exigen a los empresarios que lo hagan, entonces lo tiran con una centrífuga encima del suelo, lo que les resulta más económico. Cuando el agua escurre por la superficie del suelo, por arrastre el fósforo llega a las corrientes de agua. A esto se suma que se ha introducido una nueva modalidad productiva en zonas de plantación de arroz, para aumentar la ganancia económica; después de la cosecha de este cereal, en esa tierra se planta soja y maíz, aprovechando la humedad que queda en el suelo luego de que este estuvo inundado. Esto hace que en esos terrenos, donde no se utilizaba mucho fósforo porque el cultivo de arroz no lo requiere tanto, este se use para la plantación de soja y maíz. Por ello por ejemplo la Laguna Merín que siempre estuvo relativamente libre de contaminación con nutrientes, ahora comienza a estar dentro de los cuerpos de agua contaminados.
El investigador explicó que los plaguicidas son compuestos difíciles de eliminar y que tienden a concentrarse en los organismos vivos. Un trabajo reciente de investigadores de la Udelar que estudió su presencia en músculos de peces, detectó en algunos casos más de treinta plaguicidas en distintas concentraciones. Uno de los problemas con estos compuestos es que aún los que se encuentran en concentraciones inferiores a las que establece la norma «pueden aparecer en pequeñas proporciones pero formando cócteles de plaguicidas». Resaltó que en investigaciones realizadas en ratas se ha demostrado que es más dañino en el organismo un cóctel de sustancias en concentraciones por debajo de la norma, que una sola de ellas en concentración superior a la establecida como aceptable. «Saber esto es fundamental porque incluso en el agua potable se encuentran presentes estos compuestos en pequeñísimas cantidades que pasan los tratamientos», afirmó.
Otra de las situaciones que atenta contra la disponibilidad del agua en el país es que las zonas de prioridad forestal incluyen las altas cuencas, que son las que producen el agua cuando esta falta. «Si regalamos el agua a las empresas multinacionales que la gastan en los troncos que es lo que el país exporta a zonas francas, disminuimos los caudales de los ríos que la necesitan para auto depurarse y aumentamos el riesgo de aparición de cianobacterias. Nos estamos quedando sin agua porque manejamos mal el sistema», sostuvo Panario.
Cuestión de criterios
El investigador resaltó que el problema es que no está suficientemente estudiado cuáles son los valores deseables de las sustancias que se encuentran en el agua. Durante el proceso de potabilización, se la trata con clorados para matar microorganismos pero al atacar la materia orgánica que se encuentre en ella, se generan trihalometanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y en ocasiones la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos o la Agencia Europea de Medio Ambiente establecen ciertos valores aceptables de concentración de estas sustancias. A lo largo de los años estos valores van bajando y en el caso de los trihalometanos el valor deseable es cero. En cuanto al arsénico, hace un tiempo el valor aceptado era de 50 microgramos por litro de agua y hoy está en 10 microgramos por litro pero la OSE lo mantiene en 20 por razones de costo, destacó Panario, y con el plomo ha sucedido algo similar.
A nivel nacional no existe un criterio común, por ejemplo, entre las intendencias del país en cuanto a concentración de cianobacterias en zonas de baño que justifique la colocación de bandera sanitaria para alertar acerca del riesgo de bañarse allí, señaló. En algunas comunas incluso frente a la presencia de cianobacterias, no se coloca esta señal.
Los plaguicidas se dejan de usar cuando se descubre el riesgo que tienen para los ecosistemas o para los seres humanos. Panario sostiene que antes era más fácil prohibir un producto como el DDT por ejemplo, porque las empresas que los producían no tenían tanta capacidad de coerción como hoy. «En la actualidad los gobiernos uruguayos no se animaron a contradecir a Monsanto, esta multinacional manda porque tiene mucho dinero y hoy además la dueña de la empresa es Bayer – Monsanto, sólo algunas potencias europeas se animaron a enfrentar a esta empresa y mantienen suspendido el uso de sus productos», apuntó.
Panario sostiene que los uruguayos convivimos con el plomo y el arsénico (potencialmente cancerígeno) y muchos estamos contaminados con estas sustancias en diversas proporciones, no necesariamente porque se absorban estos contaminantes en concentraciones por encima de la norma sino también por acumulación de pequeñas dosis a lo largo del tiempo. Estos elementos en algunos casos como el del mercurio se pueden eliminar lentamente del organismo pero también en otra proporción se concentran. Otros como el plomo, que se fija a los huesos, se eliminan en muy escasa o casi nula proporción y se concentran en su mayor parte.
Buscar soluciones
Panario resaltó que en esta temática «las plantas potabilizadoras no son la única solución, no hay una solución única». Señaló que hervir el agua no la libera de estos compuestos, por el contrario los concentra, este procedimiento sólo tiene efectos en el caso de bacterias patógenas. No aconseja el agua mineral, sostuvo que en Uruguay es mejor el agua de la canilla bien filtrada. «Se ha demostrado que tienen en su cuerpo más arsénico las personas que toman agua embotellada que las que no lo hacen», indicó.
Una de las recomendaciones son los filtros para contaminantes como el arsénico, que son muy accesibles de construir en forma casera, «potabilizar el agua de su escuela puede ser un trabajo excelente para que los niños aprendan ciencia», apuntó Panario. Añadió que existen filtros más caros de ósmosis inversa que filtran todas las sustancias que se deberían eliminar, otros de menor costo son adecuados para eliminar solo determinadas sustancias. De todas formas Panario plantea que si la compra la hiciera la OSE por una partida grande de filtros para los usuarios del servicio de acuerdo a las necesidades de los distintos territorios, el costo sería mucho menor que el que le insume a cada persona la compra en forma particular del filtro y se le podría descontar a las personas a plazos con la factura mensual. Entiende que los tambos también podrían procesar el agua proveniente de la producción de estos establecimientos a muy bajo costo, ya que esto requiere un sistema natural. Añadió que si los tamberos necesitaran un préstamo para realizarlo el Estado debería entregárselo sin interés porque traería muchos beneficios, entre ellos la posibilidad del riego con las aguas fertilizadas resultantes de este proceso.
Otra de las medidas que los investigadores recomiendan es sustituir los caños de hierro principales, troncales, que pierden más del 50% del agua que se potabiliza. Panario destacó que con esta solución se recuperaría un volumen de agua equivalente al que aportaría el proyecto Neptuno. Asimismo muchas cañerías de casas particulares antiguas de barrios como Ciudad Vieja o Malvín, requieren también un cambio ya que están contaminadas con plomo. Además «Cuando los caños pierden agua a veces también la toman del medio y esa agua puede ser agua de cloaca». En este sentido destacó que «No se analiza el agua a nivel de canilla, ni siquiera se realiza una muestra para saber en qué condiciones está el agua que toman los montevideanos, estos estudios se deberían realizar, tenemos un Ministerio de Ambiente con laboratorios para medir parámetros y equipos técnicos desde el punto de vista químico, excelentes».
«Una visión de solución única»
En cuanto al proyecto Neptuno -plan del Gobierno para la construcción de una nueva planta de potabilización y toma de agua en el Río de la Plata en la zona de Arazatí, San José, que se encuentra en estudio en la actualidad-, Panario señaló que se enmarca en esta «visión de solución única» para el Río Santa Lucía y que «es un proyecto vergonzoso». «Desde el punto de vista de la soberanía del país es peor que el proyecto de la concesión por 60 años del puerto de Montevideo a la empresa Katoen Natie ya que este eventualmente se puede revocar», añadió. En cambio en caso de desarrollar el plan del proyecto Neptuno, lo que no se puede revocar entre otras cosas es que «cada vez que sople el viento del sur las aguas servidas de la ciudad de Buenos Aires vendrán hacia Arazatí, en cambio el Río Santa Lucía es maravilloso por la capacidad de auto filtración que tiene y en él podemos incidir en su gestión».
«Las formas de producción que imperan apuntan a producir la mayor cantidad posible de la manera más barata pero esta es una visión económica reduccionista porque lo que ganamos por un lado lo perdemos con creces por el otro», sostuvo Panario. Entiende que la producción agrícola puede requerir represas pero es necesario realizar un manejo cuenca arriba de estas para que no se conviertan en una fuente de contaminación y a su vez dejar pasar un poco de agua porque si no la vida de los ríos desaparece, disminuye la diversidad y por ende su capacidad de autodepuración. «Las vertientes cuyas corrientes vuelcan sus aguas en la represa deberían estar protegidas con un manejo especial para que no aporten más fósforo del que ya aporta inclusive el ganado», afirmó. En este sentido señaló que también se podrían llevar adelante iniciativas que tendieran a evitar que el ganado entrara a los cursos fluviales a tomar agua, «si se le da al ganado una opción de agua de mejor calidad va a tomar agua de mejor calidad, apuntó».
«Se desconoce y no se le pregunta a la ciencia, se la ignora, eventualmente si se trata de ciencia aplicada que no molesta a los intereses económicos puede que se le dé un rol pero en el momento en que ésta comience a molestar a los planes de ganancia económica, se la deja de lado, no se la toma en cuenta, las decisiones son políticas», subrayó Panario. «Está probado que haciendo las cosas con la misma mentalidad que fue creado el problema, no se llega a una solución», añadió.
Recordó que recientemente 13 doctores en gestión e investigación de agua se reunieron y emitieron un manifiesto en el que listaron todo lo que consideraron que está mal del proyecto Neptuno, (argumentos sobre los que existe consenso científico) y las medidas que se deberían tomar en su lugar. El 7 de febrero, este documento, cuyo contenido fue escrito colectivamente y con el acuerdo unánime de los participantes, docentes del Instituto y del Centro Universitario Regional del Este (CURE), fue oficializado por el Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Udelar. Acceder al documento
Cambiar de modelo productivo
Panario sostuvo que el uso de los filtros y otras medidas en este sentido, son parte de la respuesta a la problemática de la contaminación del agua pero para una solución de fondo es necesario un cambio sustancial del sistema productivo. Esto es impulsado también por organismos internacionales como la FAO que plantean la necesidad de un cambio de las formas de producción hacia sistemas lo más orgánicos posibles hasta llegar a sistemas totalmente orgánicos. «Este proceso es absolutamente posible de realizar y se sabe hace muchísimos años que es así».
Panario destacó que esta transformación es fundamental porque el principal impulsor del cambio «catastrófico» que se vive hoy es la nueva forma de uso del suelo. Ejemplos de esto son el incremento de las urbanizaciones a lo largo de la costa, la forestación, las grandes plantaciones de soja, entre otros, agregó. «Estamos generando el problema y lo queremos resolver con la misma mentalidad que lo creamos. Bueno, no se puede», expresó.
Un argumento en contra de un cambio en el modelo productivo y medidas recomendables como el cambio de cañerías o la compra de filtros es que implican altos costos, indicó. Frente a esta objeción Panario resalta que es necesario asumirlos, porque también son caros los problemas de salud que afectan a la población a raíz de la contaminación del agua con estas sustancias. «Existe una epidemia de cáncer en Uruguay nunca vista anteriormente», afirmó. El investigador se refirió al sitio World Life Expectancy que ubica en una escala a los distintos países del mundo según la incidencia de diferentes enfermedades. Uruguay se ubica muchas veces entre los 10 primeros vinculados a la ingesta de agua, alimentos, etc. y en primer lugar en cáncer de páncreas; «tenemos un tremendo costo en salud por hacer las cosas mal», afirmó.
Además la idea de que la producción orgánica es más cara que la tradicional es un mito, «no es más cara, exige más cultura». Entiende que debería existir un seguro obligatorio en la producción agropecuaria, si los afiliados a este seguro son muchos, el costo para el Banco de Seguros es bajo y es asumible. «Del 60 al 70% de lo que comemos se produce en Montevideo y Canelones, los productos hortícolas de más alta calidad que se reciben en el mercado son de esta zona y los producen pequeños productores». «El país en lugar de defender a los pequeños productores defiende a los grandes propietarios de tierra como son los productores de soja que hacen sus grandes ganancias y se llevan el dinero para los bancos europeos, paraísos fiscales», afirmó.
«El tema del medio ambiente no puede ser manejado por economistas ni quienes hacen cursos de dirigencia de empresas, que están pensando exclusivamente en el Producto Bruto Interno, en cuánto exportamos e importamos, en la balanza de pagos, en la inflación, pero eso no es el funcionamiento de una sociedad», sostuvo Panario. También entiende que el rol de control no lo debería cumplir el Ministerio de Agricultura ya que su misión es promover esta actividad productiva por lo tanto tampoco es el que puede resolver la problemática, «el control de lo que se hace debe estar por fuera de este ministerio», afirmó.
Revertir la contaminación del agua es un desafío complejo de resolver pero imprescindible si se quiere garantizar la continuidad y la calidad de la vida en la Tierra para las generaciones actuales y futuras, destacó, «escuchar a los investigadores e investigadoras que trabajan en el tema, cambiar a nuevas formas de producción que apunten a desarrollo sostenible y sustentable y colocar en primer lugar los derechos humanos y del medio ambiente, parecen ser caminos imprescindibles de tomar si se quieren soluciones reales y a largo plazo para esta problemática».