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Conocimiento motor de futuro y desarrollo
La Facultad de Química de la Universidad de la República (Udelar) organizó la actividad «Innovación, Ciencia y Tecnología: Motores del Futuro» con el objetivo de reflexionar acerca del papel fundamental de la ciencia y la tecnología para la sociedad y el desarrollo de los países. Los panelistas invitados -Ricardo Pascale, Rafael Guarga y Gloria Virginia López- relataron sus experiencias en torno a estas temáticas.

«El objetivo del evento es pensar en clave de innovación institucional, de producción y de educación», señaló el decano de Facultad y vicerrector de la Udelar, Álvaro Mombrú. «Esta Jornada nos va a invitar a pensar en cómo aplicar innovación en aspectos en los que quizás no nos imaginábamos que fuera posible, para lograr un país mejor, una Udelar mejor y una Facultad de Química mejor», afirmó Mombrú. Asimismo destacó que en la instancia se realizaría el lanzamiento del primer Centro de Formación Integrada de la Udelar.
Mombrú presentó a los panelistas de la Jornada: el contador Ricardo Pascale, ex presidente del Banco Central y ex profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, el ingeniero Rafael Guarga, ex profesor y decano de la Facultad de Ingeniería y ex rector de la Udelar; y la doctora y química farmacéutica Gloria López, profesora de la Facultad de Química e investigadora en el Institut Pasteur de Montevideo.
Pascale resaltó que hace 200 años, cuando nació Uruguay como país, el occidente era hegemónico en materia de innovación, este poder estuvo en el siglo XIX en manos de Europa, en el XX de Estados Unidos y en el XXI, de Asia. En la actualidad, Uruguay se enfrenta a varios tipos de desafíos vinculados a esta temática, entre los que destacó los desafíos epistemológicos, los que se presentan debido a las extremas revoluciones tecnológicas y en tercer lugar los incesantes avances teóricos. En cuanto a los desafíos derivados de las revoluciones tecnológicas marcó algunos hitos como la creación del primer microprocesador comercial en 1971 y posteriormente la llegada de las tecnologías disruptivas 4.0.
Pascale expresó que es necesario enfatizar mucho en las ciencias básicas y en innovación antes que en ciencia aplicada. Afirmó que la innovación «radica mucho en las ciencias básicas» y que éstas «pueden acaparar más países y duran más tiempo que la ciencia aplicada». Acotó que el conocimiento y la innovación impactan en la productividad y el sector trabajo y por ende en el crecimiento de un país.
La exposición de Guarga se basó en el libro Una historia del futuro de Luis Masci, que repasa los aportes del ex rector a la solución de problemas relevantes gracias a la aplicación de sus conocimientos en ingeniería. Guarga señaló que, si bien relata hechos del pasado, el propósito del libro es que esto «se constituya en una historia corriente y habitual» para quienes hoy se forman en el área de la ciencias y tecnologías relacionadas con la actividad productiva. El libro aborda temáticas como la calidad de la formación que brinda la Udelar en el área de las ciencias y de sus aplicaciones y también se refiere a la creación de una nueva tecnología en Uruguay y su proyección en el mundo, indicó. Estas temáticas «se relacionan directamente con el camino que debe transitar nuestro país para superar su condición de subdesarrollo», el cual depende de la incorporación a la vida productiva de conocimiento avanzado capaz de generar tecnologías y productos nuevos competitivos en el mundo, afirmó.
El papel del sistema educativo
Guarga se refirió al caso exitoso de exportación al mundo de una tecnología creada por él en Uruguay: la tecnología Sumideros Invertidos Selectivos (SIS). Se trata de un dispositivo que actúa sobre la atmósfera cercana al terreno haciendo posible el control del daño producido en cultivos por heladas de radiación, el control de la visibilidad en carreteras o el control de la propagación de olores y polvo, explicó. Afirmó que «Uruguay puede transitar hacia el desarrollo si en las próximas décadas se reproduce en nuevos productos de variadas tecnologías creadas en el país lo que han logrado unas pocas tecnologías como el SIS».
Este tránsito es posible pero depende de tres condicionantes, aseguró: «primero, del papel decisivo del sistema educativo, segundo, de la existencia de un vínculo estrecho entre el quehacer científico y la vida productiva local y tercero de la existencia de un sistema eficiente de estímulos para la incorporación de la innovación en emprendimientos productivos con proyección nacional e internacional».
Guarga relató que desde el Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se integró durante su exilio, fue capaz de detectar las causas y formular soluciones efectivas para corregir el funcionamiento de una gran planta hidroeléctrica, así como también aportar a la resolución del diseño de un tramo del acueducto que surte a la ciudad de Monterrey. Estos logros fueron posibles «debido a la calidad de la formación recibida en la Udelar», aseguró. Por estos trabajos Guarga obtuvo gran reconocimiento a nivel internacional y también creció el prestigio del Instituto de Ingeniería de la UNAM, comentó.
El ex rector presentó numerosos casos a nivel internacional que demuestran «las posibilidades que se abren en la vida productiva de un país cuando se establece una conexión fuerte entre el ámbito productivo y el conocimiento avanzado, el cual en nuestros países del sur de América radica en grandes universidades públicas como la nuestra». Para finalizar realizó recomendó a quienes se forman a nivel superior en el área científico tecnológica «vincularse con los problemas que hoy están planteados y no resueltos en el ámbito productivo local».
Valorización del conocimiento
Por su parte la profesora López presentó los avances de su equipo de investigación, que trabaja en el estudio de enfermedades crónicas no transmisibles asociadas con la dislipemia, la obesidad, la diabetes tipo II. Estas se enmarcan en el llamado sindrome metabólico por el cual «subyace una inflamación crónica de bajo ruido», explicó.
El grupo se enfocó en el estudio de los ácidos grasos insaturados nitrados, lípidos que actúan como moduladores de la inflamación y pensó en la posibilidad de incorporar la estructura del núcleo funcional de estos ácidos grasos (nitro alquenilo) en otra estructura química que pudiera atacar ese síndrome metabólico. Se planteó asociar el nitro alquenilo con vitamina E, generando un compuesto capaz de acoplarse al metabolismo normal y llegar así a las zonas de las lesiones de aterosclerosis. El equipo esperaba comprobar allí un efecto antiinflamatorio y de hecho «se demostró que disminuía el área de las lesiones ateroscleróticas». Posteriormente en un modelo de obesidad en ratones se utilizó el nitro alquenilo incorporado en una estructura química más simple que la vitamina E. En las pruebas se observó una mejoría de los valores de glicemia en ayuno, asociados al sobrepeso: «esto de alguna manera nos decía que estábamos cerca de encontrar un potencial fármaco para el tratamiento de esas enfermedades crónicas no transmisibles», indicó López.
La búsqueda continuó con el ensayo de nuevas estructuras químicas y en 2015 el grupo logró definir «una familia de nitro alquenilos con potencial actividad antiinflamatoria». En ese momento se incorporó al equipo una joven investigadora, estudiante avanzada de Biotecnología, quien planteó la posibilidad de valorizar ese conocimiento ofreciendo el proyecto a una aceleradora a fin de evaluar si estos avances podían dar lugar a un producto farmacéutico, comentó. El grupo resolvió presentar su proyecto en el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social, con sede en Sunchales, Santa Fe, Argentina. Con su acompañamiento lograron generar un portafolio de propiedad intelectual, relató López, «aprendimos a contar nuestra historia y vender nuestra idea, nuestro conocimiento, y logramos obtener un capital semilla de 700.000 dólares que nos permitió en los dos años siguientes estudiar esa familia de moléculas».
Una mejor ciencia
A partir de este trabajo el grupo se enfocó en una de las moléculas en particular, pequeña y de fácil preparación, la que «si llega al mercado va tener un valor adecuado a nuestra economía», planteó. En un modelo de obesidad en ratones, este compuesto logró reducir la ganancia de peso en un 30%, explicó López. Con base en estos logros el equipo generó la empresa startup EOLO Pharma y continúa estudiando las posibilidades de esta molécula como fármaco de uso en humanos.
«Este ha sido un camino de desafíos y aprendizajes», señaló López, «aprendimos que es importante la creación de startups, que es importante la propiedad intelectual en nuestro trabajo, que muchas veces en la carrera de la evaluación nos preocupamos por publicar y hay veces que hay que parar, pensar y ver si no es necesario proteger ese conocimiento que estamos generando para después darlo a conocer, valorizar el conocimiento». Con el apoyo de un capital semilla «logramos llegar mucho más lejos y hacer una mejor ciencia porque cada etapa en el proceso preclínico se analizaba desde el punto de vista académico en la Facultad y en el Instituto Pasteur, eso nos hacía repensar y trabajar más y mejor». Muchos estudiantes de posgrado se formaron en el marco de este proyecto y al menos diez jóvenes investigadores trabajan en EOLO Pharma, agregó.
«Aprendimos que para desarrollar esto necesitamos un ecosistema adecuado», aseguró López, «necesitamos una oficina de vigilancia y transferencia tecnológica» que a partir del conocimiento y la innovación que se genera desde la academia identifique si un proceso es una idea valorizable, que pueda encontrar un socio en la industria para desarrollar ese proceso y generar un desarrollo tecnológico «que a su vez rinda frutos económicos que puedan volver a la academia y cerrar el círculo vicioso de la innovación».