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Arim en la II Cumbre Académica y del Conocimiento EU-LAC
Este 4 de mayo el rector de la Universidad de la República (Udelar), Rodrigo Arim, afirmó que «el bienestar colectivo y la calidad de la participación ciudadana descansan cada vez más en el conocimiento como activo», al participar en la II Cumbre Académica y del Conocimiento de la Unión Europea – América Latina y el Caribe (EU-LAC).
El evento se realiza en Santiago de Compostela, España, los días 4 y 5 de mayo de 2023, con representantes de universidades y redes de universidades latinoamericanas, caribeñas y europeas, autoridades institucionales y políticas de ambas regiones y representantes de la sociedad civil.
El objetivo principal de esta cumbre es impulsar la construcción de un espacio común euro-latinoamericano y caribeño de educación superior, ciencia, tecnología e innovación, donde se puedan establecer líneas comunes de acción y se fortalezcan las alianzas, la integración y la cooperación estratégica birregional en un contexto de transformación de la educación superior. Se busca incidir en la formulación de políticas públicas, planes y programas nacionales, así como contribuir al desarrollo del Plan de Acción entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (UE-CELAC) que fuera acordado por la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno ocho años atrás.
Este 4 de mayo en Santiago de Compostela Arim realizó una exposición en el marco del eje temático «La transformación digital de la Educación Superior en la Unión Europea, Latinoamérica y el Caribe», con foco en las propuestas de acción. El rector declaró que el objetivo de la cumbre no sólo es estratégico para nuestra región sino que es «imprescindible si pretendemos que América Latina y el Caribe logre insertarse activa y creativamente en las redes globales que sostienen la generación del conocimiento y de la cultura, así como su uso socialmente valioso».
Arim observó que el mundo avanza hacia la universalización de la educación superior y que los jóvenes y sus familias ven en ella el principal motor «para desarrollar una trayectoria vital digna y habilitar mecanismos de movilidad social». Esta evolución es contradictoria, sostuvo, ya que ocurren procesos de estratificación institucional «que no aseguran la ampliación de oportunidades y logros para todos los integrantes de la sociedad».
Agregó que las universidades e instituciones de investigación ocupan un espacio central «en la constitución de una verdadera sociedad del conocimiento, o como algunos autores señalan, una democracia del conocimiento». «El bienestar colectivo y la calidad de la participación ciudadana descansan cada vez más en el conocimiento como activo», afirmó, tanto para mejorar la vida en las ciudades y para afrontar los problemas del cambio climático como para habilitar espacios de convivencia democrática informada y promover sociedades más justas.
Tensiones en la educación superior
Arim señaló que la coyuntura «impone tensiones», algunas surgidas en la pandemia junto con cambios repentinos en la forma en que se articula la convivencia social, incluyendo «la forma en que hacemos ciencia -desde los ritmos hasta las prioridades de investigación- , la forma en que los actores universitarios nos comunicamos y vinculamos con otros actores sociales e institucionales y, por supuesto, la forma en que las universidades e institutos de investigación funcionamos y enseñamos». Con la pandemia la digitalización dio un salto de magnitud y también se visibilizaron las brechas digitales, señaló. Otras tensiones se derivan de una coyuntura con convulsiones políticas, tales como «la emergencia de nacionalismos que no conviven bien con la vida académica», expresó.
Respecto al uso de plataformas digitales en la formación avanzada, Arim puntualizó que estas habilitan economías de escala y alcance imprescindibles para una verdadera democratización del conocimiento. No obstante, «su uso efectivo y con los estándares de calidad adecuados muestra fuertes asimetrías sociales» y las primeras evaluaciones académicas al respecto indican que mientras los sectores sociales más pudientes no se vieron afectados en su aprendizaje, la virtualidad sí afectó el de los sectores más vulnerables. Para compensar diferencias en los hogares de los estudiantes «parte de una política de digitalización efectiva es asegurar acceso a dispositivos y condiciones de aprendizaje», expresó.
En cuanto a las actividades propias de la investigación o la articulación con el medio tales como seminarios, congresos y encuentros, el rector señaló que la modalidad a distancia posibilitó el intercambio de comunidades más amplias de universitarios y redujo los costos de tiempo y financieros, si bien hay componentes de intercambio y formación de redes que son por naturaleza presenciales. «Esto es también un área de política: debemos fomentar estos espacios híbridos, preservando las ventajas de la presencialidad y la potencialidad de la virtualidad para ampliar las comunidades que participan en este tipo de actividades. Vale para la vida cotidiana, por supuesto: el acceso a la conectividad de los investigadores debe asegurarse también a nivel individual», planteó. Asimismo, señaló que es necesario promover la evaluación de instrumentos de digitalización usados en la enseñanza y la investigación.
Bien público, políticas públicas
Destacó que «el conocimiento que sostiene la digitalización -mucho del cual se produce en las universidades- tiene todos los rasgos de un bien público». Alentó a generar la coordinación y acuerdos de colaboración que permitan una digitalización compatible e integrada bajo la órbita de las políticas públicas, de manera de «evitar los riesgos de captura por parte de privados o la generación de rentas en el vínculo entre universidades, bajo esquemas proveedores-consumidores». A la vez y al igual que en las discusiones atinentes a impulsar la Ciencia Abierta, es necesario tener en cuenta el riesgo de que la inversión pública se transforme en apropiación de tecnologías en el ámbito privado, observó.
Con respecto al paradigma de colaboración en redes universitarias integradas, Arim alertó acerca del riesgo que implica confiar en que los mecanismos de internacionalización del Norte global generen rentas en el Sur global. Hizo hincapié en «la necesidad de construir capacidades nacionales en América Latina y el Caribe y que los problemas propios de nuestras sociedades logren penetrar las agendas de investigación de las redes académicas internacionales». En este sentido mencionó la asimetría de recursos invertidos en problemas de salud del mundo desarrollado con respecto a los problemas de salud propios del Sur.
Convocó a la construcción de agendas de investigación que sean «pertinentes y funcionales con una democratización y un espacio de conocimiento euro-latinoamericano y caribeño». Esto implica elaborar programas comunes de investigación que utilicen las nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial y la ciencia de datos para mejorar el alcance y la calidad de la vida universitaria, señaló.
Cuidar a las personas y a las comunidades
Entre los aspectos instrumentales para llevar adelante estas iniciativas, destacó la importancia de la ciberseguridad y planteó que se debe habilitar a las universidades como «curadoras del intercambio democrático en plataformas digitales, amortiguando el uso con motivos espúreos de la comunicación global vía fake news y negacionistas». «Debemos, también, cuidar a las personas y a las comunidades mientras impulsamos la digitalización», afirmó.
El rector expresó que «la estrategia de crear un espacio común euro-latinoamericano y caribeño de educación superior, ciencia, tecnología e innovación no puede quedar sujeta a los vaivenes políticos de la coyuntura, a asignaciones de recursos inciertas o a esfuerzos espasmódicos». Los espacios de política requieren de inversiones y programas estables, predecibles y con dotaciones mínimas suficientes y con esta perspectiva invierte la Unión Europea en programas como Erasmus u Horizonte 2030, principal palanca del Espacio Europeo de Investigación, señaló. En cambio, «estos instrumentos son prácticamente inexistentes o testimoniales en la mayor parte de los acuerdos comerciales que nuclean a los países de América Latina y el Caribe»; como ejemplo indicó que los programas de movilidad académica del Mercosur «sostuvieron menos de un tercio del total de movilidades financiadas por Erasmus en un solo país».
«No se trata de terminar con comparaciones odiosas. Se trata de construir espacios de convergencia entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea. Por esa razón, el primer mensaje que deberían recibir los hacedores de política es simple: con tanta modestia como estabilidad, se necesitan pequeños montos de recursos estables que permitan comenzar a construir políticas institucionales sistemáticas que conformen un espacio académico entre ambas regiones del mundo», concluyó.
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