Jelin recibió el reconocimiento en el marco de la visita que realizó a Uruguay entre el 18 y 19 de mayo para brindar la conferencia magistral Dictadura y después: olas, mareas y tsunamis feministas en el Simposio «Tenemos que hablar. Perspectivas feministas sobre el terrorismo de Estado», organizado por el Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas (Ceifem) de la Udelar.

En el acto de entrega el rector de la Udelar, Rodrigo Arim, agradeció a Jelin por aceptar esta distinción; señaló que la ordenanza de títulos honoríficos indica que la Udelar entregará el título de Doctor/a Honoris causa a quienes hayan prestado una contribución notable al progreso de la ciencia, la cultura o el bienestar general y por eso la Comisión que consideró la propuesta de otorgamiento a Jelin «no tuvo dudas», su aporte se constata en todos estos aspectos.

Arim destacó especialmente el compromiso constante de Jelin por pensar los procesos sociales y «construir academia desde el Sur, sin autarquía». Afirmó que la investigadora abrió campo para la investigación crítica sobre familia, memoria, movimientos sociales, feminismo, y «desde el diálogo y cercanía con los movimientos sociales ha cultivado la reflexión crítica sobre sus propias prácticas». El rector señaló que Jelin ha influenciado a Uruguay y a sus investigadores e investigadoras, «construyendo agenda desde el Sur inserta en redes académicas globales de calidad». En un momento en que la reflexión crítica se percibe como una amenaza y se cuestiona su pertinencia en círculos de poder, es «buena cosa que la Udelar reconozca a una académica que es exponente de primera línea en la apuesta al desarrollo riguroso de la investigación social y la reflexión crítica a nivel internacional». 

Reflexiones desde el Sur

La docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y del Ceifem, Ana Laura Di Giorgi resaltó que las investigaciones de Jelin han sentado un precedente y son referencia en las ciencias sociales que van desde los estudios en el mundo del trabajo, las migraciones, la familia, la ciudadanía, los movimientos sociales y por supuesto los derechos humanos y la memoria. Este campo significó un gran desarrollo conceptual dedicado a comprender cómo nuestras sociedades latinoamericanas administran sus pasados traumáticos, particularmente aquellos relacionados con los terrorismos de Estado, pero cuyas reflexiones se extenderán a otras situaciones de violencia extrema, indicó la docente.

Destacó la condición de Jelin como pionera en el desarrollo de nuevas temáticas y también «como mujer en unas ciencias sociales en sus inicios muy poco receptivas a la perspectiva de género y a incluir mujeres en los espacios de decisión».

Relató que al inicio de su carrera como investigadora, en la década de 1960, los trabajos de Jelin sistematizaron y analizaron el trabajo asalariado y las condiciones de participación de los y las trabajadoras y las ideas predominantes sobre la clase obrera en América Latina. Se destacó «entre aquellas académicas, siempre mujeres, que comenzaron a reflexionar sobre el trabajo productivo y reproductivo de las mujeres en el Sur», apuntó. Comprender el rol de las mujeres en el mundo del trabajo también implicó analizar y visibilizar las condiciones desiguales de participación en éste, producto no sólo de las barreras en el mercado laboral formal sino de un aparato cultural y una estructura familiar que delineaban un horizonte principalmente doméstico para las mujeres, indicó Di Giorgi.

En el contexto del retorno a las democracias y la recuperación de los espacios tradicionales de la política en nuestra región, Jelin analizó el surgimiento de lo que se denominó en la época «nuevos movimientos sociales, realizando un aporte fundamental al comprender los mismos como procesos constructores de ciudadanía y no meras estructuras movilizadoras de recursos para incidir en la agenda pública. En sus contribuciones sobre los movimientos sociales por supuesto serán protagonistas las mujeres, tanto aquellas que lideraron el movimiento de derechos humanos como las que integraron el movimiento feminista a escala local y regional», enfatizó.

Asimismo, se destacan sus análisis en el campo de los estudios de la vida cotidiana y de la familia, así como también de las particulares redes de parentesco en América Latina, el rol del Estado y particularmente la familia en relación al Terrorismo de Estado. Jelin comenzó a desarrollar el campo de estudios de la memoria en los noventa, «al calor del activismo social en sociedades que establecieron el Nunca Más como horizonte para la no repetición de las atrocidades de los terrorismos de Estado», puntualizó.

De esta manera, sus trabajos mostraron que «la memoria se había transformado en un nuevo modo de intervención social en lo público y en la medida en que esa intervención adquirió relevancia política, las disputas por el pasado fueron una clave interpretativa imprescindible para comprender los procesos políticos», explicó.

«Su enorme trabajo en esta línea nos permite hoy comprender que el asunto no es entre memoria y olvido, sino entre memorias» y que «los silencios fueron impuestos pero también se administraron, que detrás de todo proceso de rememoración estuvo la agencia colectiva, que las condiciones para tomar la palabra fueron desiguales, que existieron diversos mecanismos para la autorización de las voces y tantos otros aspectos de los trabajos de la memoria para decirlo en las propias palabras de Jelin», destacó Di Giorgi. «Gracias Shevy por estar entre nosotras, nosotros, nosotres, es un honor para la Universidad de la República hacerte entrega del Título Honoris Causa», expresó Di Giorgi.

Homenaje colectivo a los estudios feministas

Jelin señaló emocionada que su lista de agradecimientos es muy grande. Recordó que al enterarse de este homenaje, pensó en primer lugar que hace unas décadas «no hubiera sido posible en la Universidad de la República que una propuesta de un Centro de Estudios Feministas llegara a este lugar». No había un centro de estas características pero aunque existiera, hubiera sido más marginal de la vida académica central de las universidades, afirmó. «Aquí hay una historia de legitimación de una manera de pensar las realidades y lo tomo como un homenaje colectivo a este impulso que hemos dado a lo largo de las décadas, de que una Universidad pública reconozca la existencia de un centro de estudios interdisciplinarios feministas y que además escuche lo que este grupo tiene para decir. Mi primer agradecimiento es para este momento en el que disfruto de décadas de trabajo de las investigadoras con perspectiva de género primero, feministas después, que hemos llegado a esta legitimación». 

Recordó sus grandes vínculos con Carlos Filgueira, Susana Prates, Gerardo Caetano, Hugo Achugar con quienes ha realizado proyectos conjuntos. También señaló que el Programa de estudios sobre memorias se inició en Uruguay en 1998, con una iniciativa de Aldo Marchesi. Con estos y otros muchos investigadores e investigadoras de nuestro país Jelin continuó en un diálogo permanente, comentó.  

Jelin reflexionó que las humanidades y las ciencias sociales especialmente, «son una vía de comunicación con el mundo activo de lo que hace la gente» y por eso, más allá del lenguaje académico «todo lo que puede ser dicho en fácil no tiene por qué ser dicho en difícil. Nuestro papel en la ciencias sociales tiene que ser comunicarnos y comunicar». Agregó que el halago mayor que puede recibir como académica es que en el intercambio con otros le digan «me hiciste pensar», y nunca «me convenciste». 

Al ofrecer sus reflexiones sobre el quehacer académico, afirmó que investigar es «mirar para afuera, ver cómo es el mundo y qué nos intriga de él». En el proceso de investigación, que se inicia con ideas, creencias y teorías que construimos o inventamos, «debe haber intriga», afirmó; en el planteo de una incógnita la realidad nos desafía y pone en juego la pasión, «aquello que nos involucra como personas con sentimiento, con ideas y con ilusiones».

Para combinar esta pasión y el envolvimiento subjetivo con requerimientos científicos de objetividad e intersubjetividad, es preciso dar lugar a «la imaginación sociológica», un concepto formulado por Charles Wright Mills que refiere a la imaginación que surge «en aquel punto donde la historia y la biografía personal convergen, donde nos juntamos con la realidad que está afuera. Es ahí donde podemos ser creativas e innovadoras», sostuvo. En el ritual académico casi siempre las pasiones, las experiencias personales, orientaciones ideológicas o compromisos políticos quedan ocultos y omitidos, sin embargo, «creo que en algún sentido toda teoría tiene algo de biografía», planteó Jelin. «Hay mucho para retomar de la crítica feminista a la división entre ámbito privado y ámbito público, entre razón y emoción, entre ideas abstractas y conocimiento situado y sobre esto hay un aporte fundamental para hacernos preguntas sobre nuestra propia manera de investigar», agregó.

Respecto a la producción de conocimiento, reflexionó que «todo conocimiento es social» y por eso es válido cuestionarse sobre la propiedad intelectual en la práctica académica. Observó que «algo está pasando en términos de búsqueda en ciencia abierta donde el conocimiento tiene que ser para todos y todas» y por tanto de acceso gratuito. Reconoció la importancia del trabajo colectivo en las investigaciones porque «la idea del investigador individual no va más».

Comentó que al investigar se plantea la preocupación sobre qué hacer cuando los resultados encontrados contradicen nuestras creencias, y esto puede generar dos situaciones extremas: cuando la creencia es muy fuerte y el convencimiento es total, «la aproximación a la realidad es selectiva, sólo se van a ver los datos que confirman las creencias», no hay investigación, no hay misterio, no hay incógnita; mucha «investigación militante» cae en esta categoría, observó. Agregó que el otro extremo «es el empirismo puro, no hay preguntas, no hay misterio», puede haber un tema o un acercamiento carente de ideas que exprese un sentido común acrítico. Entre estos dos extremos hay variaciones y «la salida tiene que ver con el grado de discordancia y el grado de obstinación del o la investigadora», explicó. 

Salir de la zona de confort

Jelin fue repasando distintos momentos en su trayectoria de investigación, con ejemplos en los que identificó que debía replantear el curso de su trabajo. Desde su tesis doctoral en la década de los sesenta, realizó investigaciones sobre el mundo del trabajo pensado como mercado laboral, relató. «Pero la realidad se impone», aseguró, porque se dio cuenta de que «hay otro trabajo que no es el de la producción del mercado, que no se hace para vender: el trabajo doméstico y el trabajo reproductivo». Por eso rehizo su modelo de análisis, comentó. En los años 70 otros investigadores e investigadoras empezaron a teorizar sobre el trabajo doméstico bajo el lema «hacer visible lo invisible»: «esto nos hace cambiar la cabeza para siempre», enfatizó. 

Relató otra experiencia vivida varios años después, al realizar trabajo de campo. En ese momento, Jelin «venía de una idea clara sobre las diferencias entre las mujeres de las clases populares y las de clases medias»: consideraba que mientras que en el segundo grupo salir del hogar a trabajar era impulsado sobre todo por la realización personal y la afirmación de la autoestima, en las mujeres de las clases populares era motivado por pura necesidad, algo que se oponía a la autoestima. Sin embargo, durante el estudio una mujer en condiciones de pobreza afirmó «el trabajo es vida para mí». La frase hizo que su equipo indagara sobre la subjetividad y la autoestima de las mujeres de clases populares, replanteando su marco de interpretación. Al profundizar sobre la idea expresada por esa mujer, se evidenció su necesidad de salir al ámbito público y poder «tener control sobre su propia vida». En esta experiencia «la lógica daba una vuelta que de ninguna manera se podría aprehender sin prestar atención a un detalle», observó Jelin.  

También explicó que al investigar sobre movimientos sociales como el de Madres de Plaza de Mayo, constató que muchas investigaciones se hacen desde un lugar de militancia; «hay que distinguir investigación militante de investigación crítica desde el compromiso». No se trata de reproducir creencias sino de analizar cómo actúa ese movimiento, y es muy valioso poder señalar a ese movimiento si algo no está bien, afirmó, «no sirve ocultar la realidad bajo la alfombra». 

Otro de los ejemplos a los que aludió fue a la realidad de Suecia, país considerado referencia en la igualdad de género. Mencionó un proyecto que realizaron feministas suecas con investigadoras del Sur para analizar la realidad de su país pero «revirtiendo la mirada y enfocando desde el Sur». En ese proyecto, Jelin tomó el tema familia con la imagen de Suecia como paraíso de la igualdad y los resultados fueron decepcionantes, indicó. Señaló que el lenguaje del Código de Familia de Suecia de 1972 es neutral en género porque se refiere a cónyuges y no menciona las palabras madre, padre, varones, mujeres, «el código es absolutamente igualitario en términos de género», describió, y esto se hizo con el objetivo de que «el cambio legal anclado en la igualdad diera como resultado un cambio en las prácticas sociales de género». Por el contrario, en América Latina los cambios legales van por detrás de las prácticas sociales, observó. 

Respecto a la experiencia en Suecia la investigación demostró que a lo largo de 30 o 40 años, se tuvieron que tomar muchas medidas compensatorias porque en la realidad no se lograba la igualdad esperada, explicó. También, la investigación visualizó que en las guarderías el personal está compuesto en un 95% por mujeres y que los salarios de las cuidadoras es bastante más bajo que otros salarios por lo cual «hay desigualdad salarial notoria», destacó. De igual manera, hay desigualdad en las licencias que se toman mujeres y hombres para cuidados, indicó Jelin, porque del total de tiempo de licencia que las madres y padres pueden tomar, las madres toman el 85% de los días mientras que los padres sólo toman dos semanas. Al ver estos resultados Jelin advirtió «que había una estructura de desigualdad de género de la que ni los propios hacedores de las políticas suecas se habían dado cuenta», aseguró. «Tenía una ilusión crítica con respecto a Suecia y por eso me pareció fantástico escribir un texto sobre esto para Suecia», confesó. De todos modos, reconoció que «ojalá tuviéramos aquí los problemas que tiene Suecia en términos de desigualdad». 

Por último, puso como ejemplo que la realidad también «chocó con los estudios de memoria» porque «vivimos durante décadas con una convicción de que la memoria es buena, que recordar para no repetir es importante y que es un mecanismo que nos lleva a más democracia», indicó. Sin embargo, al investigar más recientemente sobre estos mecanismos, «no puedo afirmar como afirmaba hace 30 años que hay una relación entre memorias y democracia», expresó, «eso es fuerte» porque «las convicciones son convicciones» y es «como entrar en este choque entre realidad y saber y entre realidad y convencimiento». Por eso, afirmó que le preocupa qué se puede hacer con ese tema: «si hacer como que no pasa nada, usar eufemismos o autocensurarse porque va en contra de la amplia creencia compartida». Entiende que «se da por supuesto que la memoria en singular es buena en sí misma y cuanto más memoria de horrores y sufrimiento, es mejor» y por eso se cuestiona «¿para qué?».

En este sentido, Jelin relató otros ejemplos de situaciones en las que para investigar es preciso salir de la zona de confort y sentir incomodidad: «Creo que la investigación crítica es una investigación incómoda y que cuanto más nos incomoda, mejor», afirmó. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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