En el contexto del retorno a las democracias y la recuperación de los espacios tradicionales de la política en la región Latinoamericana, Jelin analizó el surgimiento de lo que se denominó en la época nuevos movimientos sociales, realizando un aporte fundamental al comprenderlos como procesos constructores de ciudadanía y no meras estructuras movilizadoras de recursos para incidir en la agenda pública. En sus contribuciones sobre los movimientos sociales las mujeres son protagonistas, tanto aquellas que lideraron el movimiento de derechos humanos como las que integraron el movimiento feminista a escala local y regional.

Las memorias y los movimientos sociales

Sus investigaciones son referencia en un campo vasto de temas en las ciencias sociales que van desde los estudios en el mundo del trabajo, las migraciones, la familia, la ciudadanía, los movimientos sociales, los derechos humanos y las memorias. Con respecto a la memoria, Jelin considera que como campo de estudio está construcción, «es muy reciente aunque tiene antecedentes». «No elegí estudiar memoria sino que choqué con las memorias», afirmó, porque en su trayectoria de trabajo y de activismo ha sido observadora «de lo que hace la gente con estos temas de memoria» trabajando especialmente sobre movimientos sociales, desde los movimientos obreros y sindicales hasta los movimientos campesinos, juveniles, populares, territoriales, feminismos y de derechos humanos luego de la dictadura en Argentina pero «siempre con una mirada latinoamericana», aseguró. 

Explicó que el movimiento de derechos humanos argentino hacia finales de la dictadura y comienzos de la transición tomó consignas como Recordar para no repetir y Nunca Más: «Son consignas hacia el futuro porque significa que hasta que no vuelva a ocurrir esto en el futuro tenemos que recordar, y ese “tenemos que recordar” es una consigna de memoria que hoy plantea muchas preguntas», reflexionó. Jelin apuntó a que hace 40 años que asumimos estas premisas como una verdad absoluta pero observó que «ese “recordar para no repetir” traía ciertos problemas porque la compulsión a la repetición es una indicación en términos psicodinámicos personales e individuales de que algo que no está resuelto, es decir, si uno repite y repite es porque no lo ha elaborado». Es por eso que considera que en aquellos años hubo tensiones que le intrigaron y mientras acompañaba al movimiento de derechos humanos, comenzó a estudiar «qué querían decir estas memorias de Nunca Más». Sobre esto, las referencias más recientes en la literatura y la historia se referían a la Shoá y los crímenes del nazismo y al genocidio europeo, explicó. Fue así que su investigación se centró en observar qué sucedía con las memorias de acontecimientos y catástrofes sociales, «no fue que racional o académicamente me acerqué al tema memorias sino que el tema me lo dio el movimiento», afirmó.

Para la investigadora «las memorias son un campo de luchas y disputas por el sentido que se le da al pasado» y no considera que sea importante o no importante que la gente tenga memoria sino que directamente, la tiene y en este sentido, expresó que le provoca «curiosidad intelectual y compromiso cívico-político tratar de entender porqué y para qué».

Al pensar sobre «para qué» tener memoria, en el imaginario suele plantearse que «si se recuerda lo que pasó es un antídoto en contra de que vuelva a pasar», indicó, sin embargo, «esto es algo que científicamente puede ser totalmente equivocado porque no hay ninguna constatación de que recordar impide repetir; pero la gente lo cree. Entonces es parte de un sistema cultural y a mí me interesa», confesó. Asimismo, considera que nunca hay una única memoria, un único recuerdo, un único relato o un único sentido y es por eso que siempre trata de hablar en plural porque las memorias están en lucha una con otra. Entiende que «detrás de esas diversidades de memorias hay desigualdades y hay luchas por el poder, entonces me interesan esas luchas por el poder que se encarnan en los sentidos del pasado» porque además, son luchas hacia el futuro porque «memorias no son pasado sino que son presente con un horizonte de futuro y ese es el sentido en el que a mí me interesa, con el que trabajé y sigo trabajando en estos temas», puntualizó.

Señaló cuando comenzó a trabajar estos temas solamente existían investigaciones sueltas; actualmente está establecido como un campo de estudio porque hay formación de posgrado, revistas académicas y congresos: «la consolidación de un campo de estudios se hace con las institucionalidades reconocidas y legitimadas como las universidades», apuntó. Explicó que este campo tiene varias aristas y le preocupa una: continuar con la creencia de que más memoria es mejor.

«Entonces ¿qué memoria es buena? ¿hay memorias buenas y memorias malas? ¿cuál memoria? ¿la que a mí me gusta y no la otra?», reflexionó. Señaló que ha participado de varias marchas del silencio del 20 de mayo en Uruguay y considera que es trascendente porque «es un espacio donde una parte significativa de la sociedad uruguaya se aglutina y genera sentimientos de comunidad política a partir de un hecho del pasado y le dan un sentido de futuro, que es el sentido que la comunidad le da». 

«Las mujeres son tan diversas como las memorias»

Con respecto al papel que han jugado las mujeres dentro del movimiento de derechos humanos para reivindicar las memorias en el Sur en relación a las violaciones durante las dictaduras, destacó el protagonismo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, el movimiento de las mujeres en Uruguay y las Mujeres por la vida en Chile. Considera que en general, ese protagonismo estuvo leído en clave maternal y familística: es decir, «son las mujeres que perdieron un hijo y no hay nada como el dolor de una madre, reivindicando y reforzando roles tradicionales de género», puntualizó. Es por eso, que se refiere al «maternalismo y familismo como ideologías culturales subyacentes a esta visibilidad y a esta glorificación del lugar de las mujeres, porque pocas veces se habla de las mujeres que reivindicaron el tema de los derechos humanos y lucharon en función de ideologías políticas», es por eso que opina que existió «algo muy claro donde lo personal se mostró como político». En este marco, recordó una anécdota, cuando en Buenos Aires se dirigía en un taxi hacia una marcha cerca de Plaza de Mayo y le pidió al taxista llegar «lo más cerca que se pueda, porque no sé cuánta gente va a haber en la marcha y voy para ahí. El taxista me dice “si yo tuviera a alguien también iba”, es decir, que iría si tuviera una víctima en su familia. Le respondí que no participamos por tener un familiar sino por ser ciudadanos de este país, pero el familismo está tan arraigado que es más legítimo si una tiene el dolor personal por parentesco, y ahí es donde me pongo en una actitud más crítica y pregunto: ¿por qué no hay una legitimidad ciudadana?», reflexionó. Entiende que ahora estamos en otro momento de los movimientos feministas, de los movimientos de derechos humanos y de los movimientos sociales y podemos hacernos otras preguntas.

«Yo hablo de memorias sociales», enfatizó y aclaró que no es experta sino observadora de lo que sucede en Uruguay especialmente con la marcha del 20 de mayo en la cual entiende que hay una construcción social de sentido en la conmemoración. Además, considera que muchos chicos y chicas jóvenes quizás no saben que sucedió el 20 de mayo pero igualmente participan porque «es una marcha colectiva de afirmación de ciudadanía y de derechos», remarcó. Comentó que en Argentina, en la marcha del 24 de marzo por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia se movilizan varios grupos diferentes con distintas consignas como los movimientos «sin techo, los sin tierra, las travesti, las trabajadoras sexuales, los movimientos estudiantiles, entre otros y todo el mundo confluye en una marcha pero no necesariamente con un sentido único del pasado que se conmemora». Pero además queda otro espectro social que no participa de la marcha por indiferencia y otro sector que no concurre por oposición porque tiene otras memorias contrapuestas a las memorias dominantes de quienes van a la marcha, explicó.

Asimismo, afirmó que «las mujeres son tan diversas como las memorias» porque por ejemplo, en las marchas feministas participan grupos que ponen más énfasis en lo institucional, otros en las reivindicaciones por la paridad mientras que otras mujeres están preocupadas por las cuestiones de transformar las relaciones de género en la vida cotidiana en el marco de la revolución de los cuidados, entre otras demandas: «Hay una diversidad de focos de atención y estos focos no son contradictorios sino que son distintas prioridades», apuntó. También existen las nuevas identidades de género y la diversidad sexual y sus reivindicaciones son distintas pues hay una multiplicidad de consignas y una multiplicidad de grupos, indicó. «Hay una marea que puede llegar a ser tsunami en los feminismos», ilustró. En este marco, resaltó la importancia de la consigna Ni una menos, del paro de mujeres, de los encuentros nacionales de mujeres en Argentina, que son hechos muy importantes en su país para el movimiento y que además «mezclan fiesta con demanda y con reconocimiento comunitario que podríamos llamar: marea», expresó. Incluso considera que la marea tampoco abarca a todas las mujeres porque ella tiene 80 años y comentó que no concurre más a las marchas feministas donde «cantan y saltan porque hay modalidades que tienen que ver también con generaciones, con edades y con grupos», indicó. 

En sus estudios, Jelin ha analizado los cambios en la familia, el rol del Estado y particularmente la familia en relación al Terrorismo de Estado. En este sentido, planteó que puede haber una diferencia en términos legales entre Uruguay y Argentina con respecto al rol que jugó la familia en esos años. Esto se debe a que en Argentina no existía la ley de divorcio ni la igualdad jurídica entre los que se llamaban hijos legítimos e ilegítimos, ni tampoco se hablaba de servicios de salud reproductiva, explicó. «Ustedes en Uruguay tuvieron estos derechos más temprano que en Argentina», opinó. Había un modelo legal de familia y una práctica que se distanciaba bastante de ese modelo en algunos círculos y en otros no. Además, recordó que en Argentina ha sido mucho más fuerte la noción de familia con una visión eclesiástica porque no existe la separación entre la Iglesia y el Estado como sí en Uruguay. Asimismo, considera que la familia como institución de vínculos era muy fuerte y se ha transformado a lo largo de estas décadas junto con la legislación, con leyes como las de matrimonio igualitario y de identidad de género y de esta manera se legitiman las prácticas para algunos sectores, «algo que era impensable hace 40 años», aseguró. Señaló que si bien un porcentaje pequeño de la población que hace uso de esta legislación, existe la ley y se está «siempre empujando a un reconocimiento de mayor diversidad de formas de familia y de vínculos». Entiende que estas nuevas familias han sido también fruto de la lucha de los movimientos feministas y los movimientos sociales y por eso asegura que una de las claves de sus trabajos sobre ciudadanía es que «nadie te va a regalar un derecho porque sí, los derechos se conquistan». Además, considera que «la ciudadanía es una ciudadanía activa porque la acción humana es la que lleva a expandir derechos y responsabilidades». Puso como ejemplo que los cambios en legislación de familia y el código civil de 2015 en su país se refieren a la corresponsabilidad de madres y padres frente a los hijos e hijas y no menciona el derecho al cuidado en ese código civil. 

Camino hacia el feminismo

«Una siempre vuelve a la propia familia de origen», respondió Jelin al ser consultada acerca de su vivencia personal para definirse feminista. Relató que en su casa eran tres hermanas mujeres y un varón y no había diferencias a la hora de estudiar dado que tenían que ir los cuatro a la escuela ni tampoco hubo mandatos estereotipados por parte de su madre y padre con respecto a qué carrera universitaria elegir, «aunque éramos una familia muy tradicional», narró. Más adelante, con su pareja eran muy compañeros y «yo no sentía que era una mujer subordinada en la vida cotidiana», señaló. Sin embargo, junto a su esposo se fueron a vivir a México siendo muy jóvenes y «fue ahí donde encontré los choques culturales porque las prácticas cotidianas eran desconocidas para mí», indicó. Describió que siendo docentes de una Universidad de provincia en México «cuando el director de la Facultad quería decirme algo a mí, se lo decía a mi esposo para que él me lo dijera porque no sabía cómo dirigirse a una mujer profesional». También contó la anécdota de cuando sus amigas o colegas mexicanas querían invitarla a salir y le decían: «¿le podés preguntar a Jorge si te da permiso para ir a tomar el té?. El choque fue muy grande», describió. 

Luego a fines de la década del 60, fue a trabajar a una Universidad en Nueva York donde estaba empezando la ola feminista y había mucha movilización, explicó. En este contexto, era docente en la Universidad, ya había terminado su doctorado y estaba embarazada: «durante las horas de consulta para recibir estudiantes, me sorprendió la cantidad de chicas en 1970 que venían a preguntarme cómo era posible hacer una carrera universitaria, ser profesora y al mismo tiempo tener un hijo», relató. Entonces, «creo que el feminismo me vino no tanto sobre la base de una experiencia personal de sometimiento o subordinación sino mucho tiempo después cuando me di cuenta de esta desigualdad de género tan visible», afirmó. Asimismo, considera que fue ahí cuando percibió «todas las trampas de la vida cotidiana donde una dice “con mi pareja somos iguales”; “los varones cambian pañales y cocinan”, pero ¿quién organiza la vida doméstica?, ¿quién compra los pañales y quién hace la lista del supermercado? Somos las mujeres», aseguró. Además, recordó que fue una época con algunos acontecimientos importantes como el Mayo Francés de 1968, los movimientos en América Latina, el Cordobazo en Argentina de 1969 y el surgimiento de la píldora anticonceptiva en los años 60: «fue una época donde hizo erupción y generacionalmente me tocó estar en ese momento en lugares calientes. Ahí me hice feminista», concluyó.

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