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Seminario «Mientras llega la lluvia ¿Qué pasa con el agua en Uruguay?» abrió con la mesa «La crisis del agua en perspectiva»
La Universidad de la República (Udelar) organizó el seminario virtual «Mientras llega la lluvia: ¿Qué pasa con el agua en Uruguay?», que se realiza durante el miércoles 14 y jueves 15 de junio de forma virtual y se transmite por el canal de la institución en Youtube. El miércoles se llevaron adelante las primeras dos mesas y según explicó la docente de la Facultad de Ingeniería Paula Bianchi, moderadora de la primera mesa, se abordaron aspectos de la actual crisis del agua desde la perspectiva histórica.
Bianchi afirmó que «En general en Uruguay, el suministro de agua potable se considera un servicio público de la mayor calidad y se ha dado por sentado. Sin embargo, lo acuciante de la situación actual indica que estamos ante un problema cuyos orígenes merecen ser rastreados y puestos en perspectiva».
Aportes de la Udelar a la comprensión y reflexión
Diego Pérez, asistente académico de Rectorado presentó la actividad y señaló que la actual crisis hídrica pone en riesgo el suministro de agua potable para la mitad de la población del país. La sequía de los últimos meses, la situación de las fuentes de agua que alimentan la zona metropolitana y otros centros urbanos es crítica, aunque distintos actores académicos y de la sociedad civil advierten que ésta no es la única variable que explica la situación actual. Señaló que en este seminario organizado por la Universidad de la República, en el marco del artículo 2 de la Ley Orgánica, «investigadores e investigadoras de la Udelar explicarán desde una perspectiva histórica, cómo es que llegamos a la situación actual; qué significa el cambio en la composición del agua potable para la salud; qué variables climáticas, productivas, ambientales y de gestión contribuyen a la situación actual». También se incluyen exposiciones sobre algunas de las respuestas tecnológicas disponibles y reflexiones «acerca de qué caminos son posibles proyectar para paliar esta situación así como cuáles para evitarla en el futuro», concluyó.
Por su parte el vicerrector de la Udelar, Álvaro Mombrú explicó que el desarrollo de esta la actividad responde a lo resuelto por el Consejo Directivo Central (CDC), que entendió que la Udelar debe cumplir un papel, como indica el artículo mencionado, en cuanto a informar, a generar reflexión, a estimular el intercambio y brindar opiniones en cualquier tema «pero en particular en este, de gran importancia y muy sensible para la población». Recordó que desde distintos servicios universitarios ya sea en forma organizada o individual se han enviado mensajes a la población aclarando dudas y promoviendo la reflexión. En ese marco, afirmó que «la Udelar está al servicio de la población como lo ha estado en otros temas, como lo estuvo recientemente en la pandemia, tratando de dar respuestas a todas las inquietudes de la sociedad». Por último, agradeció en nombre del rector Rodrigo Arim a los participantes en esta actividad.
El primer panel de expertos del seminario tuvo la participación de Danilo Ríos, ingeniero Civil opción Hidráulica y Sanitaria y docente de la Facultad de Ingeniería, Udelar; Marcelo Barreiro, profesor Titular del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y Física de los Océanos, Facultad de Ciencias, Udelar; y Mariana Meerhoff, profesora Titular del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario de la Región Este, Udelar,
La crisis más extensa
Ríos ofreció una descripción del abastecimiento de agua potable de Montevideo y el Área metropolitana. A la capital, esta llega básicamente desde la planta potabilizadora de Aguas Corrientes a través de tres líneas de bombeo principales, de distinta antigüedad y materiales, explicó. El «agua bruta» que nutre la planta de Aguas Corrientes proviene del escurrimiento natural del río Santa Lucía grande y sus efluentes, señaló; esta planta cuenta con una presa que no tiene como propósito obtener un volumen de reserva sino «generar un nivel que garantice la sumergencia de las bombas para enviarla hacia la planta potabilizadora». El sistema de abastecimiento a Montevideo incluye un embalse en Canelón Grande «que está vacío desde hace ya unos meses», mientras que la principal reserva es el embalse de Paso Severino, cuya presa fue inaugurada en 1987. Este embalse puede acumular más de 63 millones de metros cúbicos y actualmente está por debajo del 10% de esa capacidad, explicó. Agregó que «en épocas de verano, el faltante de agua en esta reserva se complementa con un bombeo desde aguas abajo», lo que abre la posibilidad al ingreso de agua proveniente del Río de la Plata. En la crisis actual «el faltante de agua dulce ha provocado el uso en demasía del agua desde río abajo de la presa para mantener el servicio», lo que ha provocado que el Río de la Plata se vaya aproximando hacia los pies de la presa y la planta potabilizadora tenga hoy un predominio de esta agua, indicó.
En segundo lugar Ríos realizó una reseña histórica de las principales crisis en el sistema de abastecimiento de agua en la zona, que funciona desde hace 150 años. Desde 1724 a 1871, Montevideo se abasteció por medio de aguas subterráneas que eran distribuidas por aguateros. Este fue un período de escasez, señaló. Desde 1871 hasta ahora la principal fuente de abastecimiento es el río Santa Lucía y ese año, al poner en funcionamiento el nuevo sistema, el agua salada inundó la zona de bombas, comentó. Este servicio estuvo en manos de la empresa privada Montevideo Water Works hasta que en 1950 el Ministerio de Transporte y Obras Públicas asumió su gestión. En 1953 se creó la compañía Obras Sanitarias del Estado (OSE).
Diferentes crisis que afectaron el abastecimiento a la zona metropolitana en cuanto a la calidad del agua: en 1887 ocurrió con la proliferación de algas verdes en los depósitos; en 1987, al llenarse por primera vez el embalse de Paso Severino; y en 2013, a causa de los metabolitos producidos por cianobacterias, repasó Ríos. Respecto a las crisis de falta de disponibilidad de agua potable o bruta, mencionó que se dieron en forma intermitente desde 1930 hasta 1956, cuando se puso en funcionamiento la represa de Canelón Grande: «no había reservas y la escasez se reiteraba en los diferentes picos de sequía», puntualizó; el más relevante de estos eventos ocurrió en 1943. En ese período Montevideo consumía 130.000 m3 por día, pero sólo se podían enviar 30.000 m3, agregó.
Ninguna de las crisis mencionadas tuvo la duración de la actual, «esta es la más extensa desde que hay registros», afirmó Ríos. Su origen se encuentra en la baja disponibilidad de agua bruta: la magnitud de la sequía, que está íntimamente ligada a la infraestructura, «superó el sistema». Además, destacó la singularidad de esta crisis, dado que las anteriores eran «de calidad o de escasez, pero en esta, un problema de cantidad ocasionó que la crisis se manifestara en problemas de calidad de aguas».
Requisitos de salud
Ríos explicó que la potabilidad del agua está asociada al cumplimiento de una reglamentación que define valores máximos permitidos para ciertos parámetros sobre la base de las normas de calidad del agua de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estos parámetros se establecen para compuestos o contaminantes cuyo efecto perjudicial sobre la salud hayan sido comprobados: efectos agudos, que son sobre todo los de origen microbiológico, y efectos crónicos, que pueden ser causados por contaminantes para los cuales se aceptan niveles máximos de presencia en el agua, lo cual se apoya en estudios realizados sobre su consumo a lo largo de muchos años, señaló. La OMS también considera los parámetros que alteran las características organolépticas del agua -olor, sabor y transparencia-.
En Uruguay el actual decreto bromatológico sobre el agua potable está vigente desde 2011, comentó. Los ingenieros que trabajan en esta área tienen como objetivo «lograr, a partir de un agua bruta, el cumplimiento de la norma en cuanto a todos los parámetros de calidad», puntualizó Ríos. Respecto a las pautas microbiológicas, acotó que los valores del agua que se distribuye en Montevideo son «de excelencia». Por otra parte la actual afectación de los requisitos organolépticos para el agua, por los niveles de sodio y cloruros que superan los valores máximos permitidos de la norma, «también tienen incidencia sobre la salud dependiendo de la carga diaria a la que estén sometidas las personas», explicó.
Respecto a la presencia de trihalometanos, -compuestos volátiles que se forman por la relación entre la materia orgánica presente en el agua bruta y el cloro que se aplica con fines de desinfección-, explicó que el agua del Río de la Plata contiene bromuros y éstos inciden mucho en su formación. «Tal es así que se podría presumir que desde el principio de esta crisis la concentración de trihalometanos presenta un crecimiento sostenido, y eso fue comprobado por los datos que hace poco la URSEA dio a conocer sobre puntos analizados desde el mes de marzo en toda la red de Montevideo, que superan los valores permitidos». Al igual que sucede con otros compuestos de presencia permitida en el agua potable, los efectos crónicos negativos sobre la salud de los trihalometanos se han verificado por su consumo sostenido durante una gran cantidad de años y no en períodos cortos, resaltó. «Esto no nos habilita a calificar esta agua como segura, ni a minimizar el incumplimiento de la norma debido a la presencia de trihalometanos porque para la OMS el agua segura está definida por un cumplimiento simultáneo de todos los requisitos de salud», expresó.
¿La sequía se debe al cambio climático?
Barreiro explicó que lo que ocurrió en nuestro país no es único porque la actual sequía afectó a todo el sureste de Sudamérica, es decir el Sur de Brasil, el Este de Argentina y parte de Paraguay. Según la Organización Meteorológica Mundial, la sequía es un periodo de tiempo con condiciones meteorológicas anormalmente secas, suficientemente prolongado como para que la falta de precipitación cause un gran desequilibrio hidrológico, indicó, y además, diferenció que existe una sequía meteorológica, una agrícola y otra hidrológica. Sostuvo que en este último año, el Suroeste del país que incluye la cuenca del Río Santa Lucía, sufrió «una sequía excepcional» que es la categoría más extrema de sequía. Agregó que a pesar de que en los últimos tres meses el fenómeno se ha reducido, «sigue incluyendo a la cuenca de Santa Lucía, que nos da el agua potable a Montevideo».
Explicó que en promedio cada año (acumulado anual a mayo-abril) llueve 1150 mm, algunos registros fuera de lo normal se dieron en 2001 con más de 1600 mm y en 2000 por debajo de lo habitual, con cerca de 800 mm, «estos son años secos pero dentro de lo esperable», apuntó. Sin embargo, en el periodo 2022-2023 llovió cerca de 500 mm, lo que «está muy por debajo de lo que llueve en el año, un 43% menos, algo que en los últimos 50 años no se había dado», apuntó. Entiende que la diferencia de este año con respecto a los dos últimos es que desde que comenzó el 2023 ha llovido muy poco y que especialmente en el verano casi no hubo lluvias.
Con respecto a las causas de esta sequía, considera que puede deberse al cambio climático pero que para asegurarlo es necesario realizar estudios de atribución que no se hacen en el país sino que los realiza un grupo de expertos europeos y estadounidenses. Este grupo encontró que el cambio climático no causó el déficit hídrico durante los meses octubre, noviembre y diciembre de 2022 sino que fue la variabilidad climática natural, explicó. Sin embargo, «lo que sí indicaron es que las olas de calor de diciembre asociadas al cambio climático, intensificaron la sequía porque tener el déficit de lluvias ya generada por la variabilidad natural y hay olas de calor muy intensas, la atmósfera esencialmente seca los suelos porque va a tender a evaporar más», relató.
Aclaró que el fenómeno climático que existió en los últimos tres años fue La Niña que se caracteriza por tener un enfriamiento de las aguas del Océano Pacifico que «sucede lejos de nuestro país pero que disminuye las lluvias de primavera y otoño de Uruguay y por eso es esperable que las lluvias sean por debajo de lo normal». Sostiene que todos estos años que el país tuvo el fenómeno de La Niña, el promedio de lluvias fue de 800 mm, sin embargo «algo más jugó un rol para esta sequía». Aclaró que aunque La Niña es el fenómeno más intenso, el clima de Uruguay no depende únicamente de este sino de varios fenómenos climáticos y según los estudios realizados, el impacto de las lluvias de los meses de noviembre y diciembre también estuvo relacionado con llamado el Modo anular del Sur, que se encontraba en una fase que provocó que los vientos se movieran hacia el Sur y potenciaran el impacto de La Niña. Agregó que en el período enero-mayo de 2023 también la oscilación Madden-Julian jugó un rol muy importante en las fases que hacen llover sobre Uruguay.
En este sentido, describió que junto a todo esto, se encuentra el cambio climático pero que «no existe ningún estudio de atribución que demuestre si en enero-mayo jugó algún rol para cambiar la lluvia en nuestro país y por eso la idea es trabajar sobre este tema», puntualizó. Adelantó que según las proyecciones para las próximas décadas en nuestra región las sequías van a ser más frecuentes y severas pero más cortas, pero «esta sequía fue más larga y fue una combinación de muchos fenómenos incluido el cambio climático», apuntó.
Por último, Barreiro explicó que «no existe un evento de esta magnitud en los últimos 53 años y se lo puede definir como un evento inesperado de gran impacto socio-económico porque es impredecible ya que históricamente nunca ocurrió y es muy difícil determinar qué va a ocurrir». Asimismo, señaló que la Udelar junto al Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) realiza pronósticos de lluvias, no obstante, el déficit de lluvias en primavera fue predecible por el intenso impacto de La Niña hasta comienzos del verano pero una vez que comenzó enero no se pudo predecir; por tanto entiende que para este escenario lo mejor es tener un plan de contingencia importante para prepararse ante eventos de diferente tipo.
Aumento de frecuencia y magnitud
Por su parte Meerhoff centró su presentación en la situación del agua en los ecosistemas en Uruguay y en el mundo y sobre los desafíos que esto plantea. Realizó un repaso de las crisis que tomaron estado público en nuestro país en los últimos años debido a que afectaron a «enormes sectores de la población». En 2013 una gran crisis que afectó la calidad «puso en la opinión pública la idea de que el agua tiene problemas», señaló, y se generó una reacción por parte de la sociedad. Como consecuencia, el Parlamento aprobó una serie de medidas que calificó como «revolucionarias para el cuidado del agua en Uruguay», apuntando a la protección de las fuentes que abastecen al 69% de la población. Una de las medidas más importantes estableció una franja de 40 metros sin laboreo de la tierra y uso de agroquímicos en ambas márgenes de los ríos Santa Lucía y San José. Sin embargo, esta y otras pautas contenidas en el paquete no han logrado los efectos esperados, aún estamos «muy lejos», lamentó.
A esa crisis le siguió una de abastecimiento en Maldonado ocurrida en 2015 por espacio de un mes, a causa de un bloom de cianobacterias en el embalse de Laguna del Sauce. Pero en 2019 se dio en Uruguay «la peor crisis hasta el momento porque involucra disponibilidad y deterioro de la calidad del agua», aseguró la docente. Estuvo asociada a enormes proliferaciones de cianobacterias originadas en los embalses del Río Negro, que fue demostrado por colegas investigadores del área ambiental, agregó. Posteriormente las cianobacterias se trasladaron por el Río Uruguay hasta que finalmente «cubrieron toda la costa de Uruguay desde Colonia a Rocha», explicó. «Fue una floración realmente excepcional de cianobacterias tóxicas que duró prácticamente todo el verano de 2019 poniendo en jaque todo el uso de la costa con fines recreativos, de turismo y de consumo», relató. Por su magnitud, que abarcó 690 km de longitud, es «histórica a nivel mundial», afirmó Meerhoff.
La docente explicó que el primer registro de floración de cianobacterias en Uruguay fue constatado en los años 80 por parte de técnicos de la OSE en Salto Grande, y hasta la actualidad se observa que «estamos viendo un aumento en la frecuencia y en la magnitud de estas crisis que están afectando a cada vez mayores sectores de la población, poniendo en riesgo su seguridad hídrica y generando impactos en el ambiente». Este aumento se verifica en un contexto en que se ha exacerbado la explotación y consumo de agua para actividades agropecuarias y prácticas industriales, hubo un avance del complejo forestal y ha crecido la extracción de agua para uso agrícola y ganadero. «Esto ha implicado la generación y construcción de embalses de riego y, según se estima, de unos 170.000 pequeños embalses y tajamares para el sostén de la actividad agropecuaria», señaló, «todo eso es agua que estamos retirando de los ecosistemas naturales, estamos compitiendo con estos por la disponibilidad de agua y eso se ha exacerbado notablemente en las últimas décadas».
Consenso claro
A estos se suma el deterioro de la calidad del agua por procesos de eutrofización -contaminación por nutrientes, que a la vez favorece la proliferación de cianobacterias-, tanto en los ecosistemas naturales como en los artificiales como embalses y tajamares «y sobre todo en estos», apuntó Meerhoff. Enseñó estudios que evidencian cómo en Uruguay la eutrofización y las floraciones de cianobacterias se registran cada vez en más lugares, con mayor frecuencia y duración. Además, la floración de estos microorganismos se acompaña de la presencia de toxinas, «sobre las que cada vez conocemos más a nivel internacional. Sabemos que muchas escapan a la capacidad de detección para los métodos existentes al día de hoy en el mundo», advirtió. Un tercer gran componente es la pérdida de biodiversidad que es generalizada y esto afecta la resiliencia que tienen los ecosistemas frente a todas estas perturbaciones, «estamos debilitando, haciendo cada vez más vulnerables a nuestro ecosistemas acuáticos», afirmó Meerhoff. Aseguró que «el vínculo entre la intensificación de la explotación agropecuaria y la calidad del agua está claramente establecido por un sinfín de investigaciones de distintos grupos de la Udelar y de otras instituciones. Hay un consenso muy claro».
Agregó que no sólo enfrentamos esa contaminación por nutrientes sino que «aumenta la evidencia sobre la presencia de otros contaminantes llamados emergentes: productos químicos nuevos liberados por actividad industrial o doméstica». Entre ellos mencionó pesticidas, fungicidas u otros agroquímicos, drogas, residuos de medicamentos u hormonas que son liberadas por el uso doméstico del agua. Estos afectan el funcionamiento natural de nuestros sistemas acuáticos haciendo que tengan «menor capacidad de recuperarse frente a estas perturbaciones y a otras como los efectos del cambio climático y la variabilidad climática». A la vez, estos contaminantes empiezan a ser encontrados también en organismos acuáticos, resaltó.
En el contexto mundial la realidad «nos da la pauta de la magnitud del problema», señaló, se registran tendencias de uso exponencial del agua para actividades humanas debido a la transformación de los usos de la tierra, el aumento de cultivos aumentando el riego, la extracción de aguas subterráneas y uso de fertilizantes. Además, estudios muestran que el cambio y la variabilidad climática hacen esperable que haya más pérdidas de nutrientes como fósforo y nitrógeno desde los cultivos hacia los sedimentos en cuerpos de agua, que al liberarse potenciarán los fenómenos de la eutrofización y pérdida de biodiversidad.
A modo de conclusión Meerhoff afirmó que «estamos ante un tremendo desafío» y que es posible como en toda crisis tomar a ésta como una oportunidad como ocurrió en 2013. «Muchos colegas que estamos trabajando en agua coincidimos en que necesitamos estrategias a largo plazo», señaló. Entre ellas, en primer lugar debe haber un reconocimiento de la seriedad de la situación a escala país y del fracaso de las medidas planteadas hasta el momento, así como el reconocimiento de la problemática a escala mundial, que requiere medidas importantes y sostenidas en el tiempo, Además, es necesario el manejo de la incertidumbre al abordar esta temática -lo cual está en consonancia con la perspectiva presentada por Barreiro-, afirmó, e indispensable disminuir la vulnerabilidad de los ecosistemas acuáticos, asumir la protección de cuencas clave y detener pérdidas de biodiversidad. Esto implica promover el cambio del modelo productivo dominante, que se ha intensificado y tiene consecuencias evidentes sobre las aguas. Por último, deben llevarse adelante acciones de mitigación de impactos y de restauración ambiental, expresó.
Posteriormente se desarrolló la segunda mesa con expertas de la Udelar que intercambiaron sobre cómo afecta el agua en estas condiciones a la salud. Participaron Romina Espinosa, Química Farmacéutica del Laboratorio de Química Analítica de Medicamentos de la Facultad de Química; Leonella Luzardo, Profesora Adjunta de Nefrología del Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina y Gabriela Fajardo, Profesora Titular del Departamento de Nutrición Poblacional, Punto Focal ODA de la Escuela de Nutrición
Al término de las presentaciones en ambas mesas se respondieron preguntas realizadas por el público que interactúa a través del chat de Youtube. La misma modalidad continúa este jueves 15 a partir de las 14 horas con las mesas tituladas «Respuestas tecnológicas a la crisis del agua potable» y «¿Esto se soluciona cuando llueva? El futuro del agua potable en Uruguay».
Video Mesa 1 y Mesa 2 del seminario: