El proyecto Las huellas del encierro: Proyecciones y entramados comunitarios en mujeres liberadas y sus familias es financiado por la Comisión Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio (CSEAM) de la Universidad de la República. El Portal de la Udelar dialogó con dos de las integrantes del proyecto, Victoria Giménez y Victoria Pereira. 

El equipo que lleva adelante Las huellas del encierro: Proyecciones y entramados comunitarios en mujeres liberadas y sus familias está conformado por María Ana Folle, responsable del proyecto, Psicóloga y Profesora agregada del Instituto de Psicología Social de la Facultad de Psicología; Claudia Hornos, ex participante del Taller Cuerpos que narran: Laboratorio de prácticas artísticas con mujeres privadas de libertad; Victoria Giménez, militante gremial y de organizaciones sociales, realizadora audiovisual y fotógrafa que cursó la carrera de Lenguajes y Medios Audiovisuales de la Udelar, docente de Utu y tallerista en el Comcar y Victoria Pereira, estudiante avanzada de la Licenciatura en Psicología de la Udelar, actriz, docente y tallerista en distintos espacios del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU).

El proyecto, que comenzó sus actividades en 2023, se enmarca en un llamado a Trayectorias Integrales de la CSEAM y cuenta con financiamiento hasta 2025. La propuesta se enfoca en el barrio Casavalle de Montevideo donde vive «una comunidad muy segregada y al mismo tiempo muy intervenida», plantearon. Los talleres se realizaron durante 2023 en doble horario, en el Complejo SACUDE y en el Centro Cívico Luisa Cuesta pero a partir de la evaluación de cierre de año de actividades, las talleristas junto a las participantes de la actividad decidieron desarrollar este año un solo taller pero de mayor carga horaria, los miércoles en el Complejo SACUDE.

Perspectiva y objetivos

Giménez explicó que la propuesta parte de un enfoque feminista, antipunitivista e interseccional y busca la participación de personas vinculadas a la temática de encierro desde una perspectiva amplia. Es así que la convocatoria a los talleres está dirigida a personas que hayan estado privadas de libertad en el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), en el Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (INISA) o en instituciones psiquiátricas, a familiares de personas que están o estuvieron privadas de libertad o madres de jóvenes en conflicto con la ley. 

«Se trata de una población que recibe un altísimo nivel de violencia institucional», acotó. Para las docentes esta violencia se refleja en la negación por parte del Estado de los saberes que poseen estas personas, lo que se manifiesta especialmente en ámbitos de educación formal y de la salud, donde se niegan los conocimientos que ellas poseen acerca de sus propios cuerpos y su propia percepción; «se les dice “no cuidás lo suficientemente bien a tus hijos e hijas, no te sabés cuidar a ti, no sabés ni siquiera lo que te pasa”. Ese es el nivel de negación de su cuerpo y de su existencia al que se somete a las personas», sostuvo. A esto se suma la infantilización que ejerce la institucionalidad sobre las personas sistemáticamente vulneradas, indicó. 

Para quienes transitaron el encierro una figura muy importante es la del familiar, señalaron, por lo que desde las prácticas del taller se apunta a dar relieve a esta figura, entendiendo que los familiares también necesitan un espacio. «Existe una onda expansiva de lo carcelario que no solo atraviesa a la persona presa», los familiares y en especial las mujeres, son quienes sostienen ese encierro desde lo cotidiano, desde los cuidados, desde lo económico, desde lo familiar y en la continuidad de los vínculos, explicaron. 

Giménez agregó que claramente «familiares de presos y presas tiene cara y cuerpo de mujer, en cualquier fila de visitas de cualquier cárcel masculina es realmente abrumadora la mayoría de mujeres cargando bolsos y bolsos para llevar a sus familiares o amigos». Esto contrasta con lo que sucede en el caso de las mujeres presas, que no reciben visitas, puntualizó. En algunos casos, si al ingresar al contexto de encierro tenían alguna relación afectiva esta se rompe, lo que implica frecuentemente la imposibilidad de ver a sus hijos o hijas; en otras oportunidades son ellas mismas las que piden no ser visitadas para no ser una carga más en la tarea de cuidados que sigue estando en manos de las mujeres de la familia. «Pensar en las mujeres es pensar en cierto mandato construido históricamente de ser la que cuida», señaló por su parte Pereira. En la actualidad se ha puesto en el tapete una pregunta «¿quién cuida a las que cuidan?», pero existen pocos espacios de cuidados para esas mujeres que cuidan, añadió. Tener un par de horas una vez a la semana para vos, para encontrarte con otras, para poder expresar lo que necesites o sientas, apunta en ese sentido, acotó.  

Ni bien ni mal

Entre los objetivos de esta actividad, las talleristas destacaron «la potencia del arte y de la creación». Giménez señaló que «no todo parte de una idea o de algo verbalizado. Hablamos de lo inefable, de lo innombrable, hay cosas que no podemos decir en palabras entonces vale poner en juego el cuerpo y también el relato oral, porque hay que tener muy presente que trabajamos con una población en la que muchas manejan la lectoescritura, pero muchas tienen serias limitaciones ahí. Creemos que trabajar desde otro lugar que no sea la palabra escrita o con la exigencia de leer un texto, de alguna manera habilita comunicar y verse. Es decir, uno de los objetivos concretos sería generar vinculación, generar red más allá del taller, pensando en cada una, en sentirse un poquito más acompañadas, respaldadas o sostenidas». Se busca que las mujeres tengan un papel activo en lugar del rol pasivo que se le adjudica a estas poblaciones cuando se plantea una intervención en estos barrios por parte del Estado, vamos por «menos intervención y más involucramiento», destacó. 

Pereira explicó que estos talleres proponen «el acercamiento a las prácticas artísticas como forma de encontrar otras narrativas para compartirse, para compartir su historia porque en algunas la vía puede ser la palabra, en otras el cuerpo, entonces es como una cajita de herramientas que les damos para experimentar». Esto implica «estar en un lugar en el que no hay algo que está bien o mal, donde no hay tanto mandato ni se marca el error. En este espacio de experimentación, en esa búsqueda, aparecen otras búsquedas de ellas mismas. Hay algo de entender esa potencia del arte y de acercársela», indicó. 

Asimismo se plantean rescatar las microhistorias, vivencias, memorias que están en cada una de las participantes del taller. En el libro Somos animales poéticos la antropóloga Michèle Petit habla del derecho a la belleza, reflexionó, «en este espacio podemos preguntarnos ¿por qué no quizá hacer algo bello con todo esto que no lo es? ¿qué podemos producir con todo esto? porque producir también está en los objetivos de transformar», explicó.

Añadió que el taller también tiene un objetivo político: «el preso o la presa ya es un cierto sujeto político por más que existen muchas maneras de invisibilizarlo, entre ellas las formas de denominarlo, por ejemplo utilizar la sigla PPL [personas privadas de libertad], que es una forma de vaciamiento de sentido de esa persona y de la situación que atraviesa», señaló, «pero el familiar está aún más invisibilizado». En este sentido, la propuesta se plantea llegar a producir un material concreto que permita hacer visibles estas experiencias, comentaron.  

Articulaciones

Además de vincularse con el Complejo SACUDE y el Centro Cívico Luisa Cuesta, el grupo se relaciona con otras instituciones como las policlínicas de la zona, la cooperativa de limpieza y mantenimiento que funciona en el SACUDE, el Jardín de infantes 222 -donde manejan la idea de replicar el taller en una modalidad diferente-, entre otras del territorio. También se vinculan con organizaciones sociales como Familias Presentes, que nuclea a familiares de personas en contextos de encierro. En 2024 se propusieron articular con colectivos y grupos de militancia feminista, con los que concretaron un encuentro; «nuestra intención es extender una red anticarcelaria pero también desde una perspectiva feminista», apuntó. 

Pereira valoró los vínculos con las organizaciones sociales del territorio porque éstas expresan un movimiento militante «que no es menor y que muchas veces es más de primera línea que lo institucional». Precisó que uno de los objetivos del grupo es el de construir con ellas una red de colaboración. En ese sentido destacó que con Familias presentes han tenido un vínculo fluido, han realizado actividades en conjunto y replicado dinámicas de taller con las y los integrantes de la organización, han compartido instancias de formación y un encuentro con la participación de la Red de Internacional de Mujeres Familiares de personas Privadas de Libertad. 

Dinámicas y características del Taller

«Los talleres constan de una primera parte de charla en la que tomamos un café o un mate y comemos algo y a la que las participantes del taller llegan con toda la potencia de la descarga, de hablar. Nuestra experiencia es que si no cortamos en un punto esa verbalidad la experiencia se reduce a algo muy agobiante, cada una llega con su carga y se la suma a las demás. Por eso entendemos que está bueno cortar ese intercambio en algún momento y trabajar esa energía desde otro lugar», explicó Giménez. Es así que entra en juego el cuerpo, el entusiasmo por hacer que puede plasmarse en un dibujo o en la palabra escrita -aunque esta desde un planteo muy cuidadoso ya que son conscientes de que no todas las participantes tienen el mismo manejo de la escritura-. 

Esta segunda parte del taller consiste en un laboratorio de prácticas artísticas y lúdicas, con el sentido de lo colectivo porque incorpora la creación en conjunto que es «potencialmente transformadora» más allá del resultado, agregó. Son instancias para jugar y conocerse donde las y los participantes tienen la posibilidad de compartir historias y experiencias, pero también de experimentar, crear y generar autonomía. 

Pereira explicó que quienes participan han vivido distintas experiencias de encierro en diferentes momentos. En los talleres se proponen ejercicios y juegos de teatro, técnicas audiovisuales, experimentación plástica, entre otras técnicas a través de las cuales buscan «tender puentes, ir tejiendo redes con otros y otras», apuntó Giménez. 

«Frecuentemente a la hora de trabajar con poblaciones sistemáticamente vulneradas como éstas se ponderan ciertos saberes quizá más académicos y el arte pareciera estar separado. El arte viene de otros saberes compartidos por una comunidad y plantea otra forma de saberes, de reparación, de transformación. Dentro de esta perspectiva incluimos un posicionamiento con respecto a todos esos saberes», acotó Pereira.

«En los talleres se genera un efecto de resonancia entre las participantes, de percibir que “me encuentro en tu historia aunque esta no sea la misma que la mía”, que puedo abrazar y me puedo reír porque el taller no busca ir a tocar la herida sino, sin romantizar ni invisibilizar, recorrer otra forma de encuentro con otras a través de la risa y del juego», explicó Giménez. Las talleristas entienden que esta forma de plantear la actividad va en línea con la perspectiva feminista de la que parte, «sentimos y hablamos desde lo colectivo para sostener las distintas luchas que llevamos adelante, ver que en la soledad se privatiza un poco el dolor y las opresiones se despolitizan», afirmó Pereira. Trabajar con todas las vivencias que las atraviesan implica un involucramiento afectivo, personal, muy serio y político. En tal sentido entienden que el trayecto que realizan puede definirse como «del trauma hacer trama».

Culpa y vergüenza

Giménez resaltó que muchas veces las mujeres que se acercan al taller no declaran ningún vínculo directo con situaciones de encierro pero luego de algunas actividades de intercambio surge que tenían muchísima vinculación, algunas por psiquiatrización, otras porque se hacen cargo del cuidado de personas privadas de libertad o de sus hijos o hijas. Agregó que en especial las mujeres en situación de cárcel y las madres de las personas en contexto de encierro sufren estigmatización y criminalización, en ellas está mucho más presente la vergüenza frente a la privación de libertad que en los varones. Esta reacción de la sociedad, que se transmite a través de lo mediático, les genera culpa y vergüenza y hace que muchas veces tanto a quienes han atravesado el encierro como a sus familiares les cueste reconocerlo, explicaron.

Pereira resaltó que el taller se encuentra abierto y todas quienes quieran participar son bienvenidas. «La idea es construir un espacio de confianza que realmente sea seguro, no se plantean preguntas incisivas sobre su experiencia sino que se van abriendo posibilidades de narración, de expresión de sentimientos y vivencias; quien no quiere hacer algo no lo hace, las participantes nunca son empujadas a relatar ni se les pregunta “por qué estás acá”», explicó. En la dimensión de lo creativo y de lo que ellas producen, señaló que el primer momento de visibilidad de las creaciones se da entre las participantes del taller porque «muchas veces son personas que transitan las situaciones de encierro en soledad, donde ni siquiera hay una otra mirando».

Uno de los principales temas que surgen entre las participantes del taller es la crianza, es una cuestión que genera culpas, necesidad de ayuda, planteos sobre situaciones de crianza de niños con autismo o discapacidades. El tema de cuidados es una condicionante importante y muchas de las participantes tienen que concurrir al taller con sus hijos o hijas, lo que a veces genera tensiones, comentaron. En este momento el equipo se encuentra haciendo un llamado a pasantes para cubrir un espacio de cuidados que funcione durante los talleres, así como otro de comunicación. 

Antecedentes

Giménez explicó que el actual proyecto se generó luego de una experiencia en el marco de una convocatoria de Extensión Universitaria enfocada a Derechos Humanos: el taller de prácticas artísticas Cuerpos que narran: Laboratorio de prácticas artísticas con mujeres privadas de libertad, que se desarrolló entre 2018 y 2019 dentro de la Cárcel de mujeres (Unidad N°5 del INR). Las tutoras del proyecto cuerpos que narran, fueron María Ana Folle (G 4 del Instituto de Psicología Social ) y Magali Pastorino (G3 de Facultad de Artes). Al final de esa experiencia algunas integrantes del proyecto se plantearon «cómo trabajar lo carcelario pero desde fuera de la cárcel» y a partir de esta reflexión surgió la idea de instrumentar Huellas del encierro.

El taller Las huellas del encierro: Proyecciones y entramados comunitarios en mujeres liberadas y sus familias es de acceso libre y gratuito, funciona todos los miércoles de 16 a 19 horas en el Complejo SACUDE ( zona Casavalle).

Contacto:

IG @huellasdelencierro
FB Las huellas del encierro

Correo electrónico: lashuellasdelencierro@gmail.com

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