Recientemente, los resultados de este trabajo fueron publicados en la revista Ecological Informatics. Sus autores son Lucía Ziegler, integrante Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Regional del Este de la Universidad de la República (Udelar) en Maldonado; Martín Rocamora, del Departamento de Procesamiento de Señales en el Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería, Udelar, y también del Grupo de Tecnología de la Música del Departamento de Ingeniería de la Universitat Pompeu Fabra; y Maximiliano Anzibar Fialho, del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias, Udelar. 

El grupo se propuso analizar la presencia de una fuente sonora antropogénica específica, un generador de energía, en el paisaje sonoro de la Zona Antártica Especialmente Protegida (ZAEP) n.° 150, Isla Ardley. Esta isla se ubica muy próxima a la península de Fildes, una de las áreas más pobladas de la Antártida debido a que allí se asientan varias bases de distintos países. 

La publicación informa que la Isla Ardley «es el lugar de reproducción de una importante comunidad de aves marinas como pingüinos, petreles, charranes y skúas. También recibe la visita de mamíferos marinos como focas cangrejeras, focas de Weddell, lobos marinos antárticos, elefantes marinos e incluso focas leopardo, que acuden allí para alimentarse o mudar su plumaje. Además, posee una importante diversidad de plantas». Debido a su riqueza en biodiversidad e importancia para la conservación, esta isla ha sido designada como ZAEP, indica el artículo.

El generador mencionado se ubica a unos 2 kilómetros de la isla protegida y esto motivó al grupo a diseñar una investigación sobre la base de estudios anteriores que demuestran que «la contaminación acústica antropogénica se está convirtiendo en un importante factor de estrés ambiental con el potencial de perturbar los ecosistemas naturales, ya que muchos taxones dependen de las señales acústicas para su interacción social y comunicación», indica la publicación. Además, el grupo observó que «la mayoría de los estudios sobre el impacto sonoro en la Antártida se han centrado en los ecosistemas marinos, con una clara escasez de estudios a nivel de entornos terrestres». 

El artículo plantea que los animales suelen responder a la exposición al ruido alterando sus patrones de comportamiento típicos, lo que puede incluir cambios en el tipo y la frecuencia de vocalización, modificaciones en el comportamiento, en la eficiencia de búsqueda de alimento y en las respuestas antidepredadores. También pueden desarrollar pérdida de audición, niveles elevados de la hormona del estrés e hipertensión, como se evidencia en investigaciones anteriores.

Ruido al viento

Los registros de audio para esta investigación se realizaron durante la campaña antártica de verano 2022-2023. En esa oportunidad el grupo colocó dos grabadoras Audiomoth «para monitorear horariamente el paisaje sonoro en la Isla Ardley y crear un método de detección simple pero eficaz basado en las características espectrales de la fuente». Uno de los dispositivos se ubicó en la península de Fildes a 300 metros del generador fuente del ruido y el segundo en la isla protegida, en un punto a 2 kilómetros al sureste de dicha fuente. Cada grabadora se programó para registrar 5 minutos de audio cada hora, con una frecuencia de muestreo de 48 kHz. 

El posterior procesamiento de las grabaciones incluyó la caracterización acústica del generador de energía para diferenciarlo de otras fuentes posibles de ruido, tales como vehículos terrestres, barcos o aviones. En sus cálculos, los investigadores identificaron los parámetros del sonido registrado, así como su relación con la velocidad y dirección del viento en cada momento. Esto permitió demostrar que bajo ciertas condiciones meteorológicas, la fuente puede oírse claramente desde Ardley y concluir que «la presencia de altos niveles de detección en Ardley está estrechamente relacionada con esta variable meteorológica, lo que indica que el viento es la principal barrera para la llegada del sonido a la isla». 

«Nuestros resultados sugieren que el paisaje sonoro de la isla Ardley se ve alterado por la presencia cercana de una fuente de ruido antropogénico, lo que podría afectar la fauna de la ZAEP. Consideramos este tipo de estudio relevante para concienciar sobre la contaminación acústica en los ecosistemas antárticos y mejorar los planes de gestión en las ZAEP», señalan los autores del trabajo.

Agregan que «esta clara presencia audible de contaminación acústica en la ZAEP debe generar conciencia sobre los posibles impactos en la fauna local, ya que el ruido antropogénico se ha reconocido como un factor de estrés significativo para la fauna antártica; sin embargo, a menudo permanece subestimado en comparación con otros impactos humanos». También sostienen que «existe una necesidad apremiante de evaluar exhaustivamente la extensión espacial y temporal del ruido antropogénico y sus características específicas en las áreas protegidas».

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