En base al análisis de anillos de crecimiento anual de árboles, el estudio muestra el aumento en años de caudales extremos, durante los últimos cien años, brindando datos relevantes que completan un importante vacío de información sobre variabilidad hidroclimática, según explicaron las investigadoras. Christine Lucas, es docente del Polo de Desarrollo Universitario (PDU) de Ecología Fluvial del Departamento del Agua de la sede Paysandú del Cenur Litoral Norte, y Ludmila Profumo es docente del PDU de Sistemas Territoriales Complejos de la sede Rivera del Cenur Noreste. 

Colaboración regional

Christine Lucas explicó que el trabajo empieza a partir de una colaboración entre investigadores de los Cenur Litoral Norte y Noreste y un equipo de investigadores de la Pontificia Universidad Católica de Valparaiso (PUCV) en Chile, con quienes intercambiaron para poder desarrollar la dendrocronología en Uruguay. El interés nació cuando trabajaron con la especie Coronilla y se dieron cuenta de que tenía una fuerte correlación con la precipitación. Este dio lugar a la posibilidad de un estudio de reconstruccionr de caudales históricos, como han hecho para otros ríos en Chile y Argentina. «Hay una reconstrucción de caudales en varios países en base a anillos de crecimiento anuales», señaló. 

Contó que se les presentó el problema de que sus cronologías en Uruguay – series temporales de anomalías en el crecimiento de una población de árboles – son relativamente cortas, porque empiezan en 1950 y querían identificar la variabilidad histórica de caudales a través de los anillos de crecimiento anual durante por lo menos 100 años, tomando como referencia un año de inundaciones severas, como fue 1959, y así determinar cuántas veces ocurrió eso en los últimos 100 o 120 años. Entonces la interrogante planteada fue: ¿qué es normal en términos de variabilidad? Considerando no solamente el clima, sino también los caudales, explicó. Empezaron primero trabajando con las especies de Uruguay con las que había trabajado Ludmila Profumo y después cruzaron a Chile y así averiguaron y comprobaron que también hay árboles allí que responden a los fenómenos de El Niño y La Niña que están registrados, y por ende, están relacionados a nuestro clima y nuestros caudales e influyen el clima local de varias regiones de Sud America, señaló. Empezó así y el grupo creció con la incorporación de distintos investigadores que podrían aportar a esa pregunta, agregó.

Por su parte, Ludmila Profumo añadió que junto a Lucas continuaron en la búsqueda de qué especies viven más. «Hace poco nos entusiasmamos con el Guaviyú, pero no sabemos si los anillos son anuales o no. Si son anuales, ahí tendríamos una buena especie», comentó. Aclaró que además de los anillos, depende de dónde se colectan los árboles porque los registros pueden responder más al agua disponible en el suelo a la que acceden las raíces de los árboles en profundidad, por el lugar donde se ubican que al clima, por ejemplo, al índice de El Niño, a la lluvia, o al caudal. Las investigadoras trabajan con dos series de Coronilla y una de Blanquillo y las correlaciones son muy distintas. El lugar donde colectan el Blanquillo está muy cerca del agua, entonces eso la vuelve una cronología complaciente, que es cuando no refleja el ambiente y sí refleja las propias características del grupo ese de Blanquillos creciendo cerca del agua, explicó. Es decir, «expresa todo su potencial genético y no tiene  correlación fuerte con el clima. Pero eso no quiere decir que esa especie en particular no sea útil». Por tanto, las investigadoras comenzaron el trabajo colectando en lugares donde se tuvieran más restricciones sobre todo de suelos, que guardan poca agua, superficiales o poco profundos, entonces el árbol tiene que responder más a lo que sucede con el clima y menos con el agua que se guarda en el suelo, según señalaron.

Cabe remarcar que el estudio resalta tanto el contexto histórico del aumento de inundaciones en el país como el rol de la red de árboles longevos en Sudamérica en registrar parte del cambio hidroclimático en el interior del país. Sobre los resultados a los que llegaron con respecto al rol que tiene la red de árboles en el cambio climático, Lucas entiende que la conclusión es un aporte más porque ya cuentan con estudios de Chile y de Argentina en la región, y también de Canadá, de Estados Unidos, de Europa y parte de Asia.

La importancia de los ecosistemas

Explicó que «mostramos que esa red de árboles a nivel continente tiene un rol importante en registrar no todo, pero parte de la variabilidad de nuestro clima acá en Uruguay», y describió que «eso es buenísimo porque muestra que podemos usar nuestros árboles, pero también hay complementariedad, porque hay momentos sincrónicos donde sentimos sequía acá y todos los árboles sienten sequía acá como también pasa en Chile central». Entonces es lo que llaman «teleconexiones», porque existe una conexión climática donde hay varias regiones que sienten el mismo impacto climático al mismo tiempo y eso está registrado en distintos aspectos, indicó. «El beneficio de estudiar los árboles es tener un dato anual», aseguró. 

La investigadora del Cenur Litoral Norte sostuvo que otra conclusión importante fue mostrar que tienen dificultades con la cronología porque trabajan con Angiospermas -árboles con flores-, que no muestran a simple vista la diferencia de crecimiento entre un año y otro en sus anillos, y hay más de 300 especies en Uruguay de angiospermas leñosas, pero no tenemos coníferas leñosas nativas. Además, hay varios factores que influyen en el crecimiento de los árboles en esta región como el agua y la temperatura, así como otros factores edáficos, entonces el crecimiento tiene toda esa historia.

Con respecto al contexto histórico del aumento de inundaciones en el país y a la reconstrucción que realizaron con evidencia regional, Lucas señaló que este estudio muestra también datos instrumentales, por ejemplo, «tenemos algunos registros en el país de temperaturas y precipitaciones del inicio del siglo, pero siempre quedamos sobre esa duda: cuáles son los errores de esos primeros datos que tenemos y cuán confiables son». Comentó que utilizan los datos del servicio meteorológico de Holanda, que habilita datos elaborados en base a modelos que usan desde una red de estaciones climáticas y los datos de meteorología de Uruguay, tanto en el tiempo como en el espacio. «Es como triangular. Tenemos datos de precipitación histórica desde 1901 y tenemos también algunas estaciones hidrométricas, por ejemplo, en Río Negro y en Río Uruguay, que llegan a 1911, así como la estación Concepción de Salto que tiene datos de 1898. Entonces es un dato instrumental de caudales, pero solamente en algunos lugares», señaló. Explicó que llegaron a la evidencia de que, además de ese modelo y de esos datos muy viejos de caudales, cuentan también con un dato biológico que muestra sequías o inundaciones en la historia. Entonces también mostraron un dato real e histórico que fundamenta y apoya que la vegetación y la productividad de la vegetación sintió una sequía en 1915, por ejemplo. En este marco, se demuestra que «aumenta la frecuencia de inundaciones severas cuando miramos los datos de los árboles», indicó

Profumo agregó que un aporte bien interesante de este estudio es sobre el tema del manejo del suelo y de las cuencas, porque en general las legislaciones al estar vinculadas a períodos de gobierno, manejan periodos muy cortos para tomar decisiones, y en Chile también sucede lo mismo. «Entonces lo que muestra el trabajo es cómo podemos tener herramientas para tomar mejores decisiones», aseguró, porque en Uruguay se ha realizado un cambio del uso del suelo sobre todo en la cuenca Tacuerembó-Río Negro, que va a implicar que estén todo el tiempo controlando. Porque si bien hay un aumento de la precipitación después del salto climático de los años 70, no siguió aumentando la precipitación, por eso se llama salto climático. Se está forestando más la cuenca, que si bien es reversible -porque se cortan los árboles y el agua brota de nuevo – hay un aumento de la temperatura media y, sobre todo, una diferencia entre el norte y el sur del Uruguay, explicó. Entonces existen varios aspectos que se tienen que controlar: que aumentó el caudal porque llueve más, pero disminuyó porque se foresta más; que aumenta la temperatura, pero aumenta más al sur según analizaron los datos de INUMET, describió la investigadora.

Con respecto a cómo influye el uso en otros territorios, Profumo comentó que con Lucas les interesa pensar en la Cuenca del Plata como una gran cuenca, porque varios ríos son parte, es una cuenca enorme, y la política de esos lugares es muy distinta. «En Chile están pasando por mega sequía y en Uruguay también estamos con sequía por el período de La Niña, pero en Chile esa mega sequía ha durado más que los período de variación del Niño/Niña qué pasa con a las talas masivas en Brasil, y no sé qué está pasando en Bolivia y Paraguay», ejemplifica.

Lucas resumió que lo más importante de esta investigación fue valorar la importancia de los ecosistemas, ademas de la importancia de los árboles y los bosques para brindarnos servicios para reconstruir el clima. Además de la conservación de distintas especies de las praderas o de altitudes más altas. De todas formas, resaltó que lo fundamental -y no está en el paper– fue el trabajo en equipo: y en especial «la colaboración entre mujeres, el artículo tiene autores hombres y mujeres, pero tuvo un aporte muy importante de las mujeres del equipo. Además hubo un fuerte componente de capacitación e intercambio entre nosotras», subrayó. 

También, Profumo resaltó la mirada regional de esta investigación junto a colegas que se están formando en distintas áreas, porque permite ver los fenómenos desde la interdisciplina como en este caso que se observó el fenómeno de la sequía y se utilizó a los árboles para mostrarla. Ejemplificó que la peor sequía en el Oeste de Estados Unidos en los últimos 1200 años se dió este año y pudieron observar en base al estudio de los anillos de crecimiento anual: «Entonces también es es una oportunidad para mirar la Costa Atlántica, el otro lado del continente y mirar una respuesta distinta», señaló.

Agregó que también es «un hito sencillo que a nivel mundial este esta red de árboles y Uruguay estaba vacía en datos y ahora no lo está». Contó que orientó a Aylen Paiz, la primera Ingeniera Forestal uruguaya y Christine Lucas estuvo en su tribunal, y ella trabajó con pinos en su tesis, por lo que también colaboró con el proyecto y fue junto a ella a la reserva de las primeras plantaciones de pinos que se hicieron en Rivera entre los años 1975 y 1976 para poder trabajar juntas los resultados y aportar a esta cronología con los datos de especies nativas.

Trabajo en equipo

Sobre el trabajo interdisciplinario, interregional y particularmente intercenur, Lucas considera que es «fundamental», y señaló que están desarrollando una nueva línea de trabajo, «relativamente aisladas» en los lugares donde están desarrollando la educación, «yo estoy en Paysandú, Ludmila en Rivera y tengo una estudiante que está en Montevideo, entonces la colaboración entre sedes te permite trabajar en equipo, porque tenemos líneas complementarias y cada una tiene un aporte distinto al trabajo y una forma diferente de mirarlo porque cada una tiene problemáticas ambientales distintas en cada región y estamos siempre respondiendo a algo de la demanda local y nacional. Fue fundamental la colaboración entre las sedes y los Cenures para que este trabajo fuera posible», explicó.

Profumo, añadió que la colaboración con Argentina, Chile y Brasil fue muy importante y que considera que cuando los investigadores están trabajando con cierto grado de dinámica, como en este caso, la colaboración a través de las plataformas, si bien no es lo mejor, funciona. Sin embargo, la presencialidad es muy importante para este tipo de investigaciones, y «los estudiantes necesitan estar junto a nosotros en forma presencial y ahí creo que la Universidad tendría que pensar en algún sistema de residencias temporales para estudiantes que están haciendo investigaciones y para profesores visitantes que vengan a capacitar, porque se necesita mucho dinero para alojar a las personas. Entonces si tuviéramos un lugar donde tener a los estudiantes o docentes visitantes estaría bien». Entiende que muchas veces las decisiones de determinadas investigaciones «terminan basándose en los costos que implica alojarlos, hacemos las cosas con una duración de tres días cuando tal vez necesitábamos dos semanas», explicó. 

Tal como mencionaron las investigadoras, este trabajo aporta a completar un importante vacío en la información sobre variabilidad hidroclimática que no había y lo publicaron en Progress in Physical Geography: Earth and Environment, una revista de alto impacto y reconocimiento, que para Lucas significa «un impacto importante porque es una investigación madura». También lo presentaron en un Congreso internacional de la Asociación de Geógrafos de las Américas, comentó, entonces «me parece que representa un avance importante que no es sólo mostrar que podemos leer anillos de crecimiento anual en los árboles, sino también que podemos desarrollar investigación de alto nivel, donde estamos trabajando con temas que son importantes para el público general y para múltiples disciplinas para empezar a evaluar nuestro contexto histórico climático con una ventana de tiempo mucho más amplia». En este sentido, afirmó que es «un avance importante de todo el equipo y eso va también abrir más puertas para más oportunidades en el futuro». 
Profumo agregó que es «como poner a Uruguay en el mapa en este tema de los proxys de árboles y por otro lado, como esto es tan nuevo para Uruguay es muy importante porque al demostrar que la información es útil, eso genera interés de parte de muchas otras áreas que dicen “ah miren se puede”». En este sentido, explicó que los anillos de crecimiento son anuales y se pueden sacar datos, «abre puertas y ventanas para otros usos de esa información para ecología, como insumo para elaboración o ajuste de leyes, para abordajes de cómo utilizar el territorio y como herramientas de bioindicadores, porque no es lo mismo tener el caudal, que es un indicador del clima físico que tener un bioindicador, que es un indicador respuesta». Asimismo, ilustró lo que dice un colega con anfibios,«tus árboles no se mueven», y considera que eso «está bueno porque el árbol está ahí como un libro que te cuenta una historia y lo que queremos es seguir buscando con Christine árboles que nos cuenten más historias». Señaló que esta reconstrucción tiene mucha variabilidad y más aún al final del periodo, y esa variabilidad puede ser real y está marcando mucho la diferencia entre las sequías y las inundaciones, o puede haber un pequeño efecto, porque hay muchos más datos de los sesenta para acá que de los sesenta para atrás. «Entonces hay que seguir llenando ese espacio y se abren muchas ventanas, muchas puertas y muchas preguntas», apuntó.

 
 
 
 

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