La primera mesa de estas jornadas, titulada «Políticas educativas actuales para la formación docente universitaria», estuvo integrada por el rector de la Udelar, Rodrigo Arim, el ministro de Educación y Cultura, Pablo Da Silveira, el presidente del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Robert Silva, y el integrante del Consejo Directivo Central provisorio de la Universidad Tecnológica (UTEC), Rodolfo Silveira. 

María Ester Mancebo, quien moderó esta mesa, señaló que ésta reunía a «las máximas autoridades educativas de nuestro país». Estas jornadas «están enmarcadas en una vocación pluralista que busca generar debate e intercambio en torno a un tema que ha estado en debate durante bastantes años en Uruguay. Hoy estamos en una coyuntura en la que se abren caminos distintos, novedosos de políticas educativas», planteó.

El rector dio la bienvenida a las autoridades presentes y explicó las razones por las que el Consejo Directivo Central de la Universidad resolvió iniciar un proceso de intercambio sobre esta temática. En primer lugar, el artículo 2 de la Ley Orgánica establece que la Udelar debe contribuir al estudio de los problemas de interés general y propender a su comprensión pública, «vaya si la formación docente y su reconocimiento con estatus universitario es un tema de interés general», expresó.

Agregó que la Universidad tiene la vocación institucional de ser un espacio de intercambio y debate para informar a las políticas públicas; «en una sociedad democrática y republicana la argumentación y la explicitación de razones es un ingrediente central para su correcto funcionamiento».  Este debe ser un debate «informado, respetuoso, diverso y constructivo donde no se oculten las diferencias», dado que una democracia deliberativa supone contrastar opiniones, argumentarlas, buscar síntesis cuando se puede y generar los espacios para el avance en distintas dimensiones.  

Arim recordó que el artículo 3 de la misma ley complementa el segundo, al plantear que las opiniones institucionales no comprometen a los integrantes de la comunidad universitaria. Este es «un concepto que para los universitarios es muy caro», señaló, «ningún integrante de la comunidad universitaria tiene ni la obligación de callar ni la obligación de aceptar las posiciones institucionales». En base a estas normas se construye un espacio de libertad de pensamiento y de pensamiento crítico donde las autoridades y las posiciones institucionales son sujeto de análisis y de cuestionamientos, explicó. Estos atributos atañen directamente a estas jornadas, porque «un primer ingrediente de cualquier universidad y formación que pretenda ser universitaria es justamente este espacio de libertad».

Afirmó que en Uruguay «debemos ubicarnos como sociedad en un plano de reconocimiento a la función docente y esto es jerarquizarla también en el plano de la emisión de títulos universitarios, por supuesto con los ingredientes que supone la vida universitaria». La formación universitaria no solo implica incorporar contenidos específicos y disciplinares, sino también propiciar los espacios para un intercambio abierto, expresó; significa además la conexión de la enseñanza y el aprendizaje con la investigación, «en un acto donde la propia formación se involucra en la generación de conocimiento».

Además, la formación universitaria tiene que ver con la vocación de interacción con el espacio social del cual somos parte, con otros actores en la búsqueda de soluciones que hacen al bienestar colectivo, señaló Arim. Esto incluye construir espacios receptivos a actores que provienen de otros sistemas o instituciones, así como favorecer lógicas de movilidad estudiantil, docente y profesional, dentro y fuera del territorio nacional. 

Coordinación y tránsito fluido

El rector sostuvo que un país pequeño como el nuestro necesita sostener sus comunidades académicas, que han demostrado ser competentes pero que siguen siendo frágiles. Para esto «además de inversión en educación, también requerimos más complementariedad, en particular en el sector público». En ese sentido recordó que la Udelar y la ANEP han reunido esfuerzos en el área de la formación docente: «tenemos programas de posgrado conjuntos y algunas carreras que comparten trayectorias; pocas, mucho menos de lo que deberíamos». También indicó que ambas instituciones comparten un campus educativo en Rivera, «pero estamos lejos de constituir un espacio de cooperación académica cotidiana». Planteó su aspiración, también por parte de la Udelar, de que en un futuro no lejano sea posible «no solamente compartir edificios e infraestructura sino también cargos». 

Arim señaló que Uruguay no ofrece un panorama de integración a los jóvenes egresados de una institución terciaria o superior. Como ejemplo indicó que egresados de la Udelar formados en Biología o Historia que quieran desarrollar su potencial docente, enfrentan un camino «tortuoso» de formación que no se condice con otras experiencias internacionales, y lo mismo sucede con egresados de institutos de formación docente que quieren profundizar sus conocimientos disciplinares en la Udelar.

«Son temas que tenemos que resolver en lógicas de acuerdo institucionales, pero que tienen que trascendernos a las personas», expresó Arim, porque esto implica poner el foco en los jóvenes y en la potencialidad que pueden desarrollar. La Udelar tiene la intención de hacer posible el tránsito entre la formación universitaria y la formación docente «en direcciones opuestas de manera fluida y de maneras constructivas». Apuntó que es necesario favorecer la coordinación de los sistemas y subsistemas educativos, de manera que en lugar de un vínculo de lógica insular más o menos conectada, se apueste a tener como sistema «un territorio donde el tránsito entre distintos lugares sea fluido, no por nosotros, por los estudiantes que quieran desarrollar estas potencialidades». 

Finalmente Arim reflexionó que para la Udelar la autonomía no es un acto de independencia, sino que es concebida de un modo que habilita la coordinación efectiva, a «la búsqueda de acuerdos a largo plazo que trascienda a las autoridades y los humores que tenemos las autoridades de turno, así como también los lógicos intereses que podamos tener en las diferentes instituciones».

Proceso global y uruguayo

Por su parte el ministro de Educación Pública expresó su emoción al recordar que en el Paraninfo se vivieron «viejas batallas» entre 1984 y 1985 para concluir con la intervención a la Universidad y restablecer la plena vigencia de su Ley Orgánica. Expresó que la convocatoria de la Udelar para estas jornadas es «súper valiosa y muy propia de una sociedad democrática que opta por el camino de las razones y de los argumentos para avanzar en sus procesos».

En cuanto al proceso que está transitando el país para concretar una formación docente universitaria, Da Silveira señaló que «tiene al mismo tiempo una dimensión muy global y una dimensión muy uruguaya». Es global porque «es un esfuerzo por alinearnos con tendencias internacionales que ya tienen muchos años», pero además hay una incongruencia entre el grado de madurez de nuestro sistema educativo -logrado por su trayectoria y su acumulación-  y la ausencia de este reconocimiento universitario de la formación docente; en general los países que tienen sistemas educativos maduros reconocen el carácter universitario de la formación docente, observó. 

Al mismo tiempo este proceso «es muy uruguayo porque la solución que estamos dando es una solución muy adaptada a las reglas de juego y la institucionalidad del Uruguay, que son peculiares», puntualizó. Afirmó que la buena noticia es que «todos estamos de acuerdo en que hay que avanzar hacia una formación docente de carácter universitario» y esta es una situación en que «todo el espectro político coincide en que es bueno ir en cierta dirección y lo que hay son diferencias normales y sanas en una sociedad democrática acerca de los caminos a recorrer».

El ministro repasó intentos anteriores para lograr este carácter universitario, que no se concretaron: el primero fue la introducción de un capítulo en la Ley de Educación de 2008 que formuló la creación de un Instituto Universitario de Educación. Sostuvo que este capítulo no fue aplicado porque era «inconstitucional», según lo que «asesores jurídicos dijeron al gobierno de la época». Más tarde hubo dos intentos de crear una Universidad de la Educación pero no lograron la mayoría especial que se requiere en el Parlamento.

Tradiciones institucionales

Da Silveira planteó que el atraso relativo en la resolución de este tema se debe en parte a «un problema institucional que hace difíciles las cosas», nuestra sociedad tiene tradiciones institucionales fuertes y por tanto «es mejor buscar soluciones que reconozcan y respeten esas tradiciones institucionales». Un ejemplo de esto es que, luego de enfrentadas las visiones de Carlos Vaz Ferreira y Antonio Grompone, la formación docente y la actividad universitaria quedaran muy separadas y sin puntos de convergencia, indicó. 

Otra particularidad de Uruguay es que el MEC no se ocupa directamente de la gestión de los establecimientos de educación pública ni de la provisión de los servicios de enseñanza, «esto es poco frecuente en el mundo», explicó el ministro. En tanto, la ANEP tiene entre sus cometidos brindar la educación pública desde el nivel inicial hasta el universitario, y supervisar el conjunto de la educación pública o privada. «Nadie está planteando modificar esa realidad», indicó. También observó que la lógica del derecho público establece que la ANEP no puede emitir títulos universitarios.

Con el objetivo de lograr una formación docente de carácter universitario en este esquema,  el actual gobierno decidió «recorrer un camino nuevo que nos evite una vez más quedar empantanados», y en este sentido introdujo reformas a la Ley de Educación en la Ley de Urgente Consideración (LUC).

Para estos cambios el gobierno tomó dos decisiones básicas, expresó Da Silveira: en primer lugar evitó crear una nueva institución, y en su lugar apostó por un camino «igualmente existente y muy probado, que es crear un programa». Esta es una herramienta de políticas públicas que puede ser muy estable, como por ejemplo el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo o el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA), señaló. Este último le ha hecho «un bien enorme al país» ayudando a fortalecer la comunidad científica nacional, pero «no coincide con los límites de ninguna institución», es una experiencia exitosa y un modelo que el gobierno tuvo presente, afirmó. 

Otra decisión fue la de apoyarse en los precedentes válidos, como por ejemplo, la potestad que tiene el MEC para reconocer el carácter universitario de los títulos emitidos por instituciones privadas, o incluso por instituciones de formación policial y militar que ofrecen estudios de grado y posgrado. «Estamos haciendo esto en estricto respeto de la autonomía y de los cometidos específicos de todos los órganos involucrados; para mí personalmente eso es algo esencial» señaló Da Silveira. Apuntó que «este es un proyecto de carácter voluntario, la autonomía de ANEP se protege en el acto de decir “presento mis carreras o no las presento”». También planteó un paralelismo con la presentación de carreras por parte de los servicios de la Udelar, para ser acreditadas en el sistema ARCU-Sur del Mercosur. En este acto la autonomía se expresa al presentarse a esa acreditación voluntariamente, indicó.  

Finalmente sostuvo que «este es probablemente el proceso de transformación universitaria con más legitimidad democrática que ha habido en el país».

Cambiar valorando el pasado y proyectando el futuro

Silva señaló que en este proceso de cambio con respecto a la formación de docentes en educación la ANEP tiene una doble responsabilidad. En primer lugar por la función que el artículo 202 de la Constitución de la República le asigna como potestad exclusiva, la habilitación para el ejercicio de la función y de la profesión docente en los ámbitos públicos y privados y por otro, «toda esta ingeniería que refiere a una decisión de gobierno integrada al nuevo marco normativo tiene que dialogar en un camino de doble ida: el reconocimiento universitario, una potestad asignada al MEC, y la potestad para la habilitación del ejercicio docente y los planes de estudio que es para la ANEP».

Recordó que el artículo 198 de la LUC establece el procedimiento voluntario de reconocimiento universitario y la ANEP ha manifestado la voluntad de presentarse a esta opción, lo que implica un conjunto de desafíos institucionales en proceso de diálogo con otros actores. «Es una deuda histórica de doble dimensión que el Uruguay tiene con sus docentes y con el propio país por el impacto que puede tener el reconocimiento de la profesión docente y la profesionalización de la educación», opinó. 

En este sentido, entiende que el reconocimiento universitario que se va transitar implica considerar lo que se ha avanzado en la propia administración de la educación y señaló que desde el Consejo de Formación en Educación y desde el Codicen de la ANEP abordarán este desafío desde el trabajo que se ha venido desarrollando anteriormente bajo la premisa: «la formación inicial de los docentes en el Uruguay debe cambiar». Considera que para este cambio «se debe tomar la riqueza de diversos planes anteriores al 2008, que es el que queremos cambiar, y los nuevos desafíos que implican una transformación universitaria». Es por eso que se necesita construir políticas públicas desde la visión sistémica de la formación docente y esta visión lleva a la necesidad de trascender la propia ANEP y articular con los actores educativos públicos y privados, así como sumar esfuerzos de todos los involucrados en el quehacer educativo – que no ha sido la realidad actual-, apuntó. 

«Si queremos avanzar en el rango universitario de la formación docente, la ANEP tiene que sumar potencialidades de distintas entidades que trascienden a la propia administración de la educación», remarcó, y esto debe ser con capacidad crítica a la hora de actuar y con una nueva relación necesaria entre esas institucionalidades, un cambio en las culturas institucionales que existen para dialogar con otras instituciones con las que tenemos que transitar juntos. «Vamos al reconocimiento universitario a través de lo que la formación en educación de este país hacía», subrayó. 

Compartió con el rector que hay avances y acuerdos pero aún hay que avanzar mucho más en la nueva mirada de la educación superior porque la formación para la docencia tiene características propias que la diferencian de otras formaciones. Ese diálogo se tiene que mejorar entre la didáctica y la práctica docente y es importante trabajar para disminuir la fragmentación del conocimiento, también mejorar la relación entre la teoría y la práctica valorando la riqueza entre lo que se aprende para ser docente y lo que se desarrolla en la práctica. Según Silva nuestro país tiene un valor acumulado al respecto a través del tiempo, pero que no está exento de aspectos a cambiar y actualizar. Asimismo, considera que se debe avanzar hacia una mayor relación del trabajo de la multimodalidad y los recursos que este país tiene para desarrollar estrategias vinculadas a la enseñanza y la tecnología. También hay que avanzar en el trabajo desde la diversidad y la inclusión y no desde la homogeneidad, en todas las entidades educativas que aborden la formación docente.

Por último, sostuvo que «desde el lugar que a cada uno le toca ocupar tiene que ir al fondo del asunto: que los docentes de este país logren obtener su reconocimiento y su carácter de título de formación universitaria valorando la importancia del pasado que nos une pero proyectándose hacia los desafíos del futuro».

Obligación de esta generación

Rodolfo Silveira aclaró que no es educador, por tanto intervenía como directivo de UTEC -una institución con ocho años de vida activa y diez desde su creación-, tratando de reflexionar como actor de este país y del sistema. «No puede haber nadie que pueda pensar que un docente no tiene la condición de universitario, ese es un gran punto de encuentro», aseguró. Recordó que la institucionalidad educativa en Uruguay comenzó en el siglo XIX con los Institutos Normales y tenía un importante reconocimiento social ser maestro en la época. Luego comenzó la demanda de la educación media porque se comienza a valorar la educación como una forma de ascenso social y el conocimiento. Más tarde, se empieza a conformar lo que es hoy el Instituto de Profesores Artigas que llevó unos 20 o 30 años. Señaló que en los años 60 surge el Plan Maggiolo que proponía crear una Facultad de la Educación en la Udelar y fue controvertido entre los actores de la época. 

En ese sentido, considera que no se puede seguir esperando para «darle a nuestros docentes el concepto de formación universitaria» por supuesto, respetando la institucionalidad, la independencia técnica y las opiniones diferentes de las instituciones pero «creo que es un debe que no nos podemos dar el lujo de permitir posponerlo», aseguró. Entiende que hoy la formación de los docentes trasciende lo interdisciplinar porque la enseñanza en sí misma es un proceso colectivo y no se puede formar a ningún estudiante si no se mira desde diferentes visiones. «¿Cómo lograr que nuestros docentes tengan ese tipo de formación?», se preguntó. Para el consejero de la UTEC, eso supone brindarle a los educadores las herramientas necesarias para que puedan encarar la relación docente-estudiante desde un punto de vista que trasciende la formación específica en su área de competencia. Es por eso que considera que la formación docente debe ser universitaria, porque trasciende la competencia específica del área de saber y se relaciona con lo que hace ser a un docente: «lo social, lo pedagógico y lo didáctico, el poder de estar conformando y formando mejores ciudadanos». 

Considera que esta discusión nos la debemos los uruguayos porque si no cambiamos no tendremos posibilidad de tener los docentes que las generaciones futuras necesitan. Recomienda observar a los países que realizaron estos cambios, buscando las salidas de acuerdo a sus necesidades porque no hay soluciones únicas. Sin embargo, «tenemos que ser capaces de poder cambiar. No tengo la receta pero que la formación docente tenga carácter universitario es una obligación de esta generación», subrayó. En el entendido de que quienes participan de estas jornadas «tenemos la misma preocupación y todos estamos de acuerdo, el asunto es el cómo, pero el cómo se soluciona teniendo el compromiso y la voluntad de hacerlo», concluyó. 

Luego de estas exposiciones se abrió una ronda de preguntas formuladas por el público presente y por quienes asistieron en forma virtual.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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