|
Uso de medicamentos: «es necesario un cambio de modelo»
El uso irracional de medicamentos como los antibióticos, que se manifiesta a través de la automedicación y la prescripción para situaciones que no están aprobadas, ha llevado a que estos pierdan su eficacia ante los numerosos gérmenes multirresistentes que se han generado a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado hace años que probablemente para 2030, esta va a ser una de las principales causas de mortalidad. El Portal de la Udelar dialogó acerca de este tema con Gustavo Tamosiunas, docente Grado 5 del Departamento de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Medicina de la Udelar, ubicado en el Hospital de Clínicas.

«Prácticamente la mayoría de los medicamentos se están usando de una manera bastante irracional o no ética porque la prescripción, producción, dispensación, debería basarse en criterios de salud y no en criterios económicos que son los que están predominando», afirmó Tamosiunas. La OMS definió en 1985 el uso racional de los medicamentos, como la situación en la que «los pacientes reciben la medicación adecuada a sus necesidades clínicas, en las dosis correspondientes a sus requisitos individuales, durante un período de tiempo adecuado y al menor costo posible para ellos y para la comunidad», explicó, «visto de esta manera, el uso del medicamento no es sólo prescribir un comprimido y ya está, sino involucrar toda la cadena del medicamento». Recordó que en Uruguay para que un medicamento sea usado debe estar aprobado por el Ministerio de Salud Pública.
Irracionalidad en el uso de los medicamentos
El mal uso de los antibióticos causa una «pandemia» por la falta de eficacia de los mismos, tal como anunció desde hace años la OMS, indicó Tamousinas. Agregó que «las personas con infecciones por bacterias multirresistentes serán pacientes para los que si no tenemos más antibióticos no vamos a tener solución».
Afirmó que «va a cambiar radicalmente la vida si esto se mantiene». Como ejemplo de las consecuencias que esto puede causar, señaló que las personas que deben someterse a un trasplante, cateterismo u otros procedimientos para patologías cardíacas necesitan un tratamiento de antibióticos, estos «no se van a poder realizar», expresó. Resaltó que el problema trasciende la medicina porque uno de los principales factores que están cooperando con generar la resistencia a los antibióticos son las industrias de la producción avícola y de carne, que se basan en la administración de antibióticos para evitar determinadas enfermedades en los animales para consumo humano. Esto determina que «toneladas de antibióticos que durante días y días se van volcando al medio ambiente, se derramen y entren al suelo y que las bacterias que entran en contacto con estos antibióticos se hagan resistentes». Sostuvo que esta forma de producción representa un mal uso de los antibióticos por la contaminación que genera, por el daño ecológico que produce y por las repercusiones que acarrea en la salud de las personas.
Apuntó que otro de los factores para el uso irracional de los medicamentos es la falta de acceso a los mismos. En este sentido resaltó que entre un 40 y un 50 % de la población a nivel mundial no tiene acceso a los medicamentos, este depende de las condiciones económicas de las personas o de la distribución de fármacos de mala calidad o falsificados.
«No siempre contamos con el medicamento adecuado en el momento que se requiere», expresó. Resaltó que el acceso a la medicación tiene que ver con que el medicamento esté registrado, que se encuentre en plaza en una cantidad suficiente como para que todas las personas que lo necesiten puedan usarlo, que la calidad sea la adecuada y el costo sea accesible a la persona, la familia o a la institución.
Tamousinas añadió que otro gran problema se da con el uso de los psicofármacos. Existe mal uso de estos medicamentos por indicaciones que no son adecuadas, riesgo por falta de un uso seguro, o por prescripciones que se prolongan en el tiempo mucho más de lo que establece la evidencia científica. «Ninguna benzodiazepina o antidepresivo ha demostrado que sirva durante 5, 10 o 15 años como se está usando», señaló. Añadió que en el caso de las benzodiazepinas, luego de un mes y medio o dos de comenzar a recibirlas ya casi dejan de actuar porque se genera habituación a esta medicación. A esto se le suma que provocan efectos adversos como descoordinación motora, fracturas, riesgo de demencia. «Se da algo muy loco, estamos preocupados por la demencia, por el Alzheimer, buscando si encontramos la pastilla para tratarlo y por otro lado estamos prescribiendo en forma prolongada medicamentos que aumentan el riesgo de provocar Alzheimer», expresó
El mercado de los medicamentos con fines económicos
«Los valores éticos que sustentan el mercado de los medicamentos no se basan en la salud sino en la ganancia económica», sostuvo Tamousinas.
Entiende que es natural que los laboratorios como empresas con fines de lucro que invierten en la producción de medicamentos, deban venderlos. «El problema es que se pone en marcha un mecanismo publicitario, comercial y en el que se financian congresos y viajes, lo que genera que se estén usando medicamentos que no han demostrado suficiente eficacia». Destacó que además es frecuente que los estudios para demostrar la calidad de los medicamentos sean pagados por los laboratorios que los producen, lo que genera errores sistemáticos que se vinculan con la forma en que se lleva adelante la investigación y no tienen «nada que ver con la ciencia». Reconoció que hubo un gran avance en este tema con la creación de las agencias que controlan y analizan los estudios que realizaron los laboratorios para comprobar la calidad y eficacia de los medicamentos que ingresan por primera vez al mercado. «El problema es quién controla a los controladores, porque desde el momento que la industria farmacéutica está apoyando con dinero a distintas agencias de una manera o de otra y en algunos casos expertos de la agencia también trabajan en la industria, las agencias pierden autonomía», reflexionó.
Otro factor que opera en esta lógica de mercado es la patente de los medicamentos. La patente protege al inventor de cualquier dispositivo o desarrollo, estableciendo que durante veinte años el invento no puede ser copiado. «No estoy en contra de las patentes pero es un tema que la población tiene que estudiar para poder pronunciarse al respecto», expresó. Para Tamousinas el problema es: «¿Cómo se usa esa patente? ¿Mientras está protegida por la patente la empresa produce el medicamento sólo para determinadas personas y el resto no lo puede usar?». Señaló que la ley de patentes, que en un primer momento podría parecer interesante porque permite seguir investigando e innovando, «fue degenerando para que cuando está por acabarse la patente, si el inventor le hace pequeños ajustes al dispositivo o producto y eso significa una nueva innovación, se le otorgan 20 años más de patente». «La extensión de lo que es el concepto de ley de patente genera un uso irracional», afirmó.
En el caso de los medicamentos de alto costo, el precio al que se venden hace que en la mayoría de los casos sean inaccesibles económicamente a las personas que los necesitan. Tamousinas entiende que estos medicamentos deberían llamarse de alto precio y no de alto costo ya que el costo se refiere a cuánto dinero insumió la producción «y ese valor es frecuente que los laboratorios no lo quieran hacer público porque la relación entre el costo y el precio final es muy diferente», apuntó. Además frecuentemente cuando el costo de un medicamento no es tan alto pero se debe usar por un largo tiempo, esto lo termina haciendo inaccesible también. Fue el caso de los medicamentos para la hepatitis C hasta hace poco tiempo, mientras no existieron medicamentos genéricos en nuestro país, el costo del tratamiento para los pacientes con esta patología era de decenas de miles de dólares. Indicó que en Uruguay, el Fondo Nacional de Recursos analizaba bien cada situación puntual en la que una persona requería la medicación, para decidir a quién se le daba, en qué condiciones y generalmente esta llegaba en etapa muy tardía. A través de un trabajo entre integrantes del Departamento de Farmacología y Terapéutica, otros especialistas como los gastroenterólogos y la comunidad de personas con Hepatitis C, se logró acordar con la empresa que producía medicamentos genéricos, para registrarlos en Uruguay. Esto logró bajar el costo del tratamiento a menos de 500 dólares y de esta manera mejorar el acceso de la población a estos medicamentos.
«A veces los medicamentos los define más la Organización Mundial de Comercio (OMC) que modula qué cosas se van a producir, hasta dónde, cuándo, que la OMS», indicó Tamousinas.
El rol del médico en la cadena del uso del medicamento
«El sistema de salud en la actualidad está muy tensionado, por un lado le enseñamos a los estudiantes de medicina que hay que saludar a los pacientes, mirarlos a los ojos, escucharlos, ver los datos, y por otro con la atención médica como el sistema plantea hoy, de 10 o 15 minutos, ahí se terminó la consulta», apuntó Tamousinas. Reconoció que existe un exceso en la prescripción médica de medicamentos pero también una demanda aumentada de los mismos por parte de los pacientes. Para el docente estas condiciones han sido impulsadas por el modelo de salud existente, que «ha demostrado que no es ni eficiente ni efectivo», por lo que «es necesario un cambio de modelo», señaló Tamousinas.
Sostuvo que si se observa la historia de la humanidad y la medicina, los grandes cambios pasaron por el mejoramiento de las condiciones de vida y la incorporación de hábitos saludables, «es muy difícil que un paciente asmático pueda evolucionar bien aunque se le dé medicación y se le realicen tratamientos médicos si vive en un lugar lleno de humedades, sin la posibilidad de mantener una alimentación adecuada», sostuvo. Para Tamousinas la incoherencia de los sistemas de salud se basa en que invierten «en un porcentaje muy alto en el sistema sanitario y muy bajo en los principales determinantes de salud que son las condiciones y hábitos de vida de las personas».
Entiende que el cambio de modelo pasa también por una educación de la sociedad acerca de la salud, para que pueda «buscar la información adecuada, en los lugares adecuados y tenga la posibilidad de interpretarla adecuadamente», subrayó. Esto permitirá que los pacientes tomen decisiones informadas. Afirma que la sociedad civil debería «empoderarse más del tema», destacó que la OMS habló hace ya más de 30 años acerca de la importancia de la alfabetización en salud. Señaló que el paciente tiene que conocer, aprender y entender acerca de la eficacia y calidad de los medicamentos y de cómo interactúan los actores que participan en esta cadena.
Departamento de Farmacología y Terapéutica
El Servicio cuenta con 11 a 15 docentes, entre ellos dos docentes grado 4, dos grado 3 y un grado 5. Algunos de los docentes son muy jóvenes, aún son estudiantes de medicina, en cuanto a los farmacólogos que trabajan en el Departamento, algunos de ellos son cardiólogos, otros son médicos internistas, ginecólogos, pediatras, lo que contribuye a dar una visión más integral a la hora de abordar las problemáticas del uso de los medicamentos. Trabajan en varias temáticas: uso de los psicofármacos, benzodiazepinas y antidepresivos en Uruguay, uso de medicamentos en la edad adulta, tema vinculado con la geriatría y tratamiento de la hepatitis C, aspecto que se relaciona con el acceso a medicamentos genéricos en nuestro país. En algunas temáticas como en la recomendación acerca del buen uso de los psicofármacos trabajan con especialistas de otras disciplinas como Medicina interna, Psiquiatría, Psicología y Geriatría.
El Departamento lleva adelante programas y proyectos de investigación, actividades de extensión y enseñanza. Desarrollan la docencia de pregrado no solo en Facultad de Medicina sino también en la Escuela de Parteras y en otras tecnicaturas de la Udelar. También llevan adelante clases del posgrado de Farmacología y Terapéutica de la Facultad, así como colaboran con posgrados como Psiquiatría, Nefrología, entre otros.
El trabajo del Departamento en los últimos años se ha orientado mayormente a la Farmacología Clínica, especialización que se encarga de dar recomendaciones, pautas, a través de los estudios que se van haciendo sobre el mejor uso de los medicamentos. En el Servicio funciona el Centro de Información de medicamentos, donde se derivan consultas y dudas que surgen del Hospital, de otros centros de salud, de médicos y de la sociedad en general, sobre medicaciones y reacciones adversas. También funciona un observatorio que analiza algunas problemáticas vinculadas al uso de medicación como el consumo de psicofármacos por parte de la población, tema en el que luego de hacer estudios se difundieron una serie de recomendaciones. Tamousinas apuntó que el trabajo que realizan en el Departamento de Farmacología es contracultural ya que al analizar los medicamentos y discutir acerca de su eficacia y calidad, deben tomar posición cuando alguno de estos no cumple con las condiciones necesarias.