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Udelar transfiere dispositivo biomédico para su uso mundial
Este viernes 30 de octubre se celebró en el Paraninfo de la Universidad de la República (Udelar) la firma de un convenio de transferencia tecnológica de la Universidad a la empresa MOVI por el dispositivo biomédico DINABANG, resultado de una investigación de docentes y estudiantes del Núcleo de Ingeniería Biomédica de las facultades de Ingeniería (Fing) y de Medicina, y de la Unidad de Investigación en Biomecánica de la Locomoción Humana del Hospital de Clínicas.
DINABANG es un instrumento portátil que cuantifica la fuerza de la musculatura, permitiendo el seguimiento en la rehabilitación en pacientes de pre y post operatorio de la cirugía de reconstrucción del Ligamento Cruzado Anterior, así como el entrenamiento de los miembros inferiores en deportistas. Por medio de un convenio de licenciamiento la Udelar transferirá esta tecnología a la empresa MOVI, cuyos directores fueron co-autores del desarrollo durante su proyecto de fin de carrera como estudiantes de Ingeniería Eléctrica (Fing). Este convenio le otorga a MOVI la exclusividad de producir y comercializar DINABANG en cualquier país por cinco años, continuando la colaboración con el Núcleo de Ingeniería Biomédica quien brindará asesoramiento, participará en el desarrollo de la tecnología y retiene su propiedad intelectual.
Durante la firma, el rector de la Udelar, Rodrigo Arim, indicó que este convenio significa cumplir una de las misiones institucionales más importantes que tiene la Udelar: la transferencia tecnológica. Es «promover la creatividad de sus estudiantes, darles herramientas formativas y espacios de investigación que permitan construir nuevo conocimiento y nuevas aplicaciones de éste en distintas áreas y simultáneamente generar los puentes y los lazos para realizar una transferencia tecnológica que, entre otras cosas, permita mejorar la performance económica del país, porque no va a haber futuro sin un Uruguay que sea capaz de incorporar más tecnología en todos los ámbitos de su funcionamiento social y económico general», reflexionó.
Asimismo, expresó que «más que satisfechos tenemos que estar como Universidad porque jóvenes egresados de nuestra casa de estudios son capaces de participar en el diseño e implementación de una tecnología como la que hoy se presenta y a la misma vez tener la voluntad de iniciar un proceso para emplear el producto en la salud».
Por su parte, la decana de la Facultad de Ingeniería, María Simon, afirmó que este paso es el resultado de un camino bastante largo, que comenzó como un proyecto de final de carrera de estudiantes de Ingeniería Eléctrica. Subrayó que importar componentes electrónicos en Uruguay no es fácil y que se podrían mejorar muchas normas para que así sea. «Todo está pensado como si nosotros fuéramos consumidores y no generadores de elementos originales de hardware, por ejemplo, y en el país se desarrollan fundamentalmente la producción primaria y el software de servicios, quedando en el medio la parte fabril, de producción material, donde hay oportunidades interesantes», señaló.
Simon también destacó el apoyo en este proceso de la Agencia Nacional de Innovación e Investigación, Agencia Nacional de Desarrollo, el LATU, ANTEL, la Fundación Ricaldoni de la Fing, pero remarcó que «el apoyo más importante es el de la propia Universidad de la República porque si no hay un sustrato cultural bastante rico no se logran resultados, además del mérito de los propios autores del proyecto que pusieron además de su inteligencia un montón de voluntad, persistencia y apertura a la interdisciplinariedad».
Juan Pablo Oliver, docente del Instituto de Ingeniería Eléctrica (Fing) comentó cómo surgió la idea del proyecto, cuando un docente del Instituto de Ingeniería Eléctrica, Francisco Veirano, tuvo que someterse a una cirugía de ligamento cruzado y casualmente realizó la posterior rehabilitación con otro docente del Núcleo de Ingeniería Biomédica, Darío Santos. Allí conversaron, sin saber que ambos son docentes de la Udelar, sobre cómo se hace la rehabilitación y si se podría construir un aparato que ayudara en eso, entonces nace una idea. Uno de los caminos cuando hay una idea nueva es poner un grupo de estudiantes a trabajar en ella, explicó.
Es así que Veirano convence a uno de los grupos en avanzar en esta idea. Dicho grupo estaba formado por Rodrigo Barboza, Jorge Domínguez, y Agustín Fernández, incorporando en la codirección a otro docente, Pablo Pérez Nicoli, y el docente por el Núcleo de Ingeniería Biomédica, Franco Simini. Destacó que «tuvieron confianza en su producto y salieron a comercializarlo, a golpear puertas y buscar asesoramiento y financiamiento y finalmente lograron tener un producto vendible que pasó todas las pruebas y funciona bien». Felicitó a todas las instituciones que colaboraron y particularmente a Jorge y Rodrigo.
Franco Simini resaltó el «carácter benéfico, casi excepcional y muy bienvenido» de la firma del convenio. Expresó que ésta «es como la punta del iceberg debajo del cual está una gran cantidad de trabajo, de sueños, de coordinaciones, de marcha adelante y atrás, de dificultades». Recordó que es un tipo de actividad muy común en los países centrales, donde existe una muy frecuente y fecunda interacción entre las universidades y las empresas. Concluyó saludando el nacimiento de uno de los futuros productos de la empresa MOVI, deseándole la mejor de las suertes y asegurando el apoyo continuo académico de la Universidad de la República.